Imagínalo. Tener un examen al día siguiente y pedir una pequeña dosis confianza a domicilio. O sentir una pérdida familiar y solicitar que una repartidora lleve un poquito de alegría hasta tu puerta. Y ya de paso, un frasquito de creatividad para afrontar ese proyecto que tenías aparcado. Por desgracia, las emociones no se pueden pedir por Amazon… ¿o sí? En el universo de Pimpeka, el cuento creado mano a mano por Cristina Cuenca y Sonia Gil (Almansa, 1994), es posible.
Estas amigas inseparables, nacidas y residentes en nuestra tierra querida, han creado un mundo en el que Pimpeka, una peculiar distribuidora que se encarga de ayudar a quien requiera sus servicios. Armada con una bicicleta y un ejército de Blawers (unos pequeños y coloridos seres flotantes capaces de transmitir sentimientos a los seres humanos) puede hacer que te sientas más feliz, más valiente o más inspirado/a. Esta obra, principalmente indicada para los más peques de la casa, narra sus aventuras y la de los clientes que acuden a ella para pedir un Blower (o varios) a domicilio. Su viaje nos hará reflexionar sobre el autocuidado y la gestión emocional.
«Este proyecto comenzó con una convocatoria que lanzó un medio de comunicación a nivel nacional hace cuatro o cinco años. Tenías que enviar un relato acompañado de una ilustración», recuerda Sonia, ingeniera de Diseño Industrial y encargada de la parte gráfica del cuento. «Quedamos en una cafetería de Madrid y nos pusimos a ello. Quedaba poco tiempo para presentarnos, fuimos a toda prisa y, de hecho, terminamos de escribir la historia en el aeropuerto de Oporto», recuerda Cristina, quien además de escritora es traductora y ha trabajado como subtituladora para Fox o Disney. «Escribir me ha gustado desde siempre, es algo terapéutico. Tengo muchos más libros en mi ordenador pero son top secret», ríe.
Aunque no ganaron aquel certamen, esa fue la semilla que sirvió para que se decidieran a continuar la historia de Pimpeka, la repartidora de emociones. «Nuestra relación de amistad es así desde siempre. Nos conocimos en el instituto Escultor José Luis Sánchez y, desde entonces, siempre que nos juntamos acabamos haciendo cosas, surgen otras…», relata Sonia. La creatividad es el vínculo que las ha mantenido unidas hasta la adultez. Así, fueron quedando en sus casas: «Cenábamos y, a la vez, creábamos relatos y cuentos. En este caso, creamos a la repartidora, aunque también hay un niño que baila y un adulto algo amargado…», avanza.
El objetivo era que los niños y las niñas tuvieran «un cuento un poco diferente». En él, las emociones se dibujan «de una manera un poco irreal, porque las emociones al final no las ves, no las tocas… pero hemos creado ese universo paralelo en el que sí que existen, son una especie de muñequitos flotantes que Pimpeka te lleva si tú lo necesitas. La llamas y le dices “estoy un poco nerviosa y necesito que me traigas confianza o tranquilidad”. Y ella te la da», afirma Cristina.
La enseñanza final es que «no necesitas de algo para sacar tu talento o para estar bien, sino que eres tú mismo con un poquito de confianza, de ayuda… el que puede hacerlo». El final tiene varias interpretaciones. No sabemos a ciencia cierta si ese Blawer ha surtido efecto o has sido tú mismo/a quien te lo has creído… La misión es que «cuando los niños vayan a consumir cultura u ocio, tengan la opción de que pueda ser algo que a su vez les enriquezca. No solo para conocer datos, sino que les enriquezca a nivel personal y que, desde pequeños, aprendan que el mundo es diverso y le den valor a las emociones. Creemos que puede ser un buen regalo para esta Navidad».
La reflexión es «para estar feliz tienes que saber también lo que es estar triste», dice Cristina, pero sobre todo saber identificar nuestras emociones y aceptarlas. «Si desde pequeños te enseñan a si estás triste, siéntelo, si estás alegre, siéntelo… Porque ahora llegas a esta edad y no sabes gestionarlo. A mí me ha pasado. Así que, con pequeñas cosas como esta, puedes hacer que a tus hijos e hijas les vaya sonando el concepto de educación emocional. No tiene que ser de manera académica, sino que leyendo un libro en casa y encontrando momentos de calidad». Sonia apunta: «Hay que saber que las emociones no son malas, sino que tenemos que aprender a gestionarlas. ¡Que no te de vergüenza llorar!».
El cuento, que aún no ha sido presentado de manera oficial, puede encontrarse en la Librería Castillo. «Hemos realizado dos pedidos y haremos más. Para diciembre, queremos hacer la presentación», explica Sonia. «Creemos que el Centro Joven puede ser el sitio ideal para hacer una exposición interactiva con la bicicleta de Pimpeka, que además de la firma haya alguna sorpresa», adelanta Cristina. Por el momento, seguirán creando. «Tenemos mil proyectos juntas. Por ejemplo, cada vez que hay un cumpleaños en la pandilla, organizamos todo: la decoración, creamos los juegos, hacemos comida acorde con la temática… tenemos incluso la idea de crear una empresa de eventos temáticos. Incluso otro cuento, continuar este o hacer algo nuevo».