En la noche fugaz del Jueves Santo,
un Cristo de dolor y amarguras
recorre sigiloso las alturas
entre versos de amor y quieto llanto.
La dulce melodía y el canto,
borraron en la noche sus negruras
rompiéndose a la vez las ataduras,
con asombros de iras y de espanto.
Y Jesús, silencioso va sintiendo
un vía-crucis de hombres penitentes,
que piden fervorosos tu indulgencia.
Todo el pueblo, prendido de tu esencia,
oprime el dolor entre sus dientes,
y solos con su fe te van siguiendo.