Viajar, aprender y cambiar son los tres verbos que definen a Carmen Velasco Sánchez. Nacida en Almansa en 1988, cursó Ingeniería en la Universidad Politécnica de Valencia. Desde entonces, su trabajo y su pasión por conocer el mundo la han llevado a recorrer casi medio centenar de países y a trabajar en distintos proyectos internacionales. En la actualidad, Carmen reside en Emiratos Árabes, donde ejerce como ingeniera de instrumentación y control en una planta nuclear en Dubái. | Foto: Carmen en el Volcán Bromo, isla de Java (Indonesia)
En esta entrevista exclusiva con La Tinta de Almansa, Carmen nos abre una ventana a su infancia en la ciudad, sus primeros pasos como ingeniera, su vocación viajera y su afán —siempre despierto— por descubrir nuevas culturas.
Para empezar por el principio, ¿Cómo recuerdas tu infancia en Almansa? ¿Qué lugares se te vienen a la cabeza cuando recuerdas tu ciudad?
Nací en 1988 y viví en Almansa hasta los 17 años. Estudié primero en el colegio Esclavas de María y, más adelante, cursé el bachillerato en el IES José Conde. Guardo muy buenos recuerdos de mi infancia y, además, conservo a las amigas que tenía desde preescolar. Mis padres también contribuyeron a que esos años fueran especialmente bonitos, siempre haciendo cosas conmigo y con mis dos hermanos.
Cuando pienso en Almansa, lo primero que me viene a la mente es el Jardín de los Reyes Católicos. En mi etapa escolar, como aún no había móviles, el punto de encuentro con los amigos para salir a dar una vuelta era el Templete. Más adelante, cuando empecé a salir, recuerdo lugares como La Cabaña del Tío Rock —que, lamentablemente, ya no existe— o el Código de Barras
Ahora que vives tan lejos, ¿echas de menos tu ciudad? ¿Con qué frecuencia vuelves?
Lo que más echo de menos, sin duda, es a mi familia y a mis amigas de toda la vida. Afortunadamente, este año he podido viajar bastante por trabajo, lo que me ha permitido pasar más tiempo en España y volver a reencontrarme con mi gente.
Almansa me gusta mucho: es tranquila, accesible, tiene todos los servicios del día a día, y además está bien comunicada. Después de haber vivido en ciudades más grandes, me he dado cuenta de que allí el tiempo se escapa. En Almansa puedes trabajar, vivir y disfrutar de los tuyos con una buena calidad de vida.

¿Cómo elegiste tu camino universitario y en qué momento decidiste especializarte?
Estudié en la Universidad Politécnica de Valencia, aunque también tuve la oportunidad de pasar un año en Londres gracias al Erasmus. Desde el colegio, siempre me atrajeron las asignaturas de ciencias: matemáticas, física y biología, así que tenía bastante claro que quería orientar mi carrera en esa dirección.
Finalmente, opté por Ingeniería Industrial porque es una carrera muy versátil, aunque al principio me imponía un poco cursar los cinco años completos, así que empecé con Ingeniería Técnica Industrial, especialidad en Electrónica Industrial. Cuando terminé, me gustó tanto que decidí continuar y completar la Ingeniería Industrial con la especialidad en Electrónica y Automática.
En cuanto a mi especialización en Instrumentación y Control, se trata de una rama profesional dentro del ámbito industrial que, en España, no se estudia como una carrera específica. Es un campo al que accedes y te formas una vez empiezas a trabajar en la industria.
No es una especialidad para nada conocida. ¿Cómo la explicarías para alguien que no tiene ni idea de esta rama de la ingeniería?
Un ejemplo muy cotidiano para entender mi trabajo es el funcionamiento del aire acondicionado de casa. Tú configuras una temperatura, pongamos 21 ºC, y un sensor se encarga de medir la temperatura real. Si esta sube por encima de lo establecido, el sistema se activa y genera aire frío hasta que se alcanza nuevamente el valor deseado. Esa lógica, aplicada a gran escala, es exactamente lo que hacemos en las plantas industriales para garantizar que todos los procesos funcionen correctamente mediante sistemas de control.
Actualmente, estoy trabajando en el diseño de dos plantas de ciclo combinado. En este tipo de instalaciones, una turbina de gas genera electricidad, y el calor producido se reutiliza para generar vapor, que a su vez mueve una segunda turbina y produce aún más electricidad. Dentro de este proceso, mi función consiste en revisar y validar toda la documentación técnica relacionada con la instrumentación y el control y asegurarme de que todo funciona correctamente.
¿Cuál fue tu primer contacto con el mundo profesional?
Tuve la suerte de hacer prácticas en la Central Nuclear de Cofrentes, donde trabajaba mi padre, y me fascinó. Empecé en el departamento de Protección Radiológica, donde también se trabajaba con instrumentación, y aprendí muchísimo. Más tarde encontré empleo en una empresa de ingeniería que colaboraba con las centrales nucleares de Trillo y Almaraz. Comencé en Trillo como ingeniera de Instrumentación y Control y, desde el primer momento, supe que era lo mío.

Tu carrera te ha llevado hasta Emiratos Árabes. ¿Cómo surgió la oportunidad de trabajar allí?
Siempre me llamó la atención esta parte del mundo y, mientras trabajaba en España, me enteré de que Emiratos Árabes estaba desarrollando su propia red de centrales nucleares. Aunque en ese momento no me lo planteé seriamente, la idea quedó rondando en mi cabeza.
Después de tres años trabajando en Trillo, decidí dejar mi empleo y dedicar dos años a viajar. Más tarde, regresé a España para incorporarme a otro sector profesional, aunque pronto volví al mundo nuclear con un proyecto en Eslovaquia. Fue allí donde surgió la oportunidad de trasladarme a Emiratos. Al principio trabajé en una central situada a tres horas de Dubái y, desde el año pasado, ya estoy instalada en la ciudad, trabajando en otro proyecto.
Actualmente, en mi equipo hay personas de muy diversos países como España, Francia, Egipto o India. Esa diversidad cultural es muy enriquecedora, ya que cada integrante aporta una forma diferente de pensar, trabajar y resolver problemas.
¿Qué fue lo más difícil al mudarte? ¿Y lo más emocionante?
Tal vez lo más complicado fue empezar de cero: no sabes cómo será tu entorno de trabajo, si harás amigos o si te adaptarás. Pero, a la vez, eso es también lo más bonito. Comenzar algo nuevo siempre te enseña cosas, y ahí está también lo más emocionante: lanzarte a lo desconocido, afrontar un nuevo trabajo, un nuevo reto, en un país distinto y con una cultura diferente.

Tengo entendido que eres un poco trotamundos, tu currículum lo demuestra. ¿Cuántos países has visitado?
Hasta la fecha, he tenido la oportunidad de visitar 44 países, aunque, sin duda, mis favoritos son Indonesia y Costa Rica. Los países asiáticos, en particular, me han impresionado; son diferentes en absolutamente todo: la cultura, el idioma, la escritura… es, literalmente, otro mundo.
En Indonesia, además, viví una de las experiencias más impactantes de mi vida. Decidí subir sola a un volcán por la noche. Estar allí abajo, escuchando el rugido, y después subir y contemplarlo en plena oscuridad, viendo cómo latía como si tuviera vida propia… fue alucinante.
Después de recorrer medio mundo… ¿Qué es lo más valioso que te han enseñado tantos viajes y culturas distintas?
A respetar. Cada lugar tiene sus propias costumbres y, aunque sean distintas a las nuestras, eso no las hace ni mejores ni peores, simplemente diferentes. Entender esa diversidad y saber aceptarla es fundamental. Al final, todos compartimos el mismo mundo, y aprender a convivir desde el respeto es lo más valioso.
Y por último… ¿Qué consejo darías a quienes quieren estudiar lo mismo que tú?
Mi consejo es que luchen por lo que de verdad quieren. Lo más importante es no conformarse y tener claro tanto lo que uno desea como lo que no. A mí me ha pasado: he estado en trabajos haciendo lo que quería, pero no era feliz. Y en ese punto, solo hay dos caminos posibles: seguir en algo que no te llena o atreverte a cambiar. Personalmente, creo que lo mejor es no caer en el conformismo y atreverse.
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