Mi amigo filósofo vuelve a citarme en el pajar de Almansa. Un pajar, como ya conocéis, sin cerrojos ni cerrajas, abierto a quienes buscan la verdad, abierto a todos. Bricio o Eliseo, incluso Ramírez, podrían ponernos en antecedentes sobre la metáfora del pajar. Éste no suele estar, cuando es para uso de una familia normal agrícola, en la planta baja sino en la primera planta de la casa y se complementa y comunica con la “pajera”, especie de habitáculo situado en un rincón en la planta inferior de la cuadra, donde se vuelca la paja del pajar, que proporciona alimento a los animales de la cuadra.
El pajar por tanto es reserva de alimento y sustento de la vida animal. Sin él las bestias del campo pasarían hambre y peligraría la continuidad de las especies. En una economía agraria, basada en el concurso necesario de los animales de tiro, ha desempeñado un papel fundamental.
Retomo las elucubraciones metafísicas de mi amigo y esta tarde me pone al corriente de: Eugenio Trías, filósofo español (1942-2013), considerado por parte de la crítica uno de los más importantes desde Ortega y Gasset, piensa el ser y la existencia como límite y, entonces, no le queda más remedio que afrontar el más allá del límite, o sea, lo denominado “sagrado”. Todo esto lo desarrolla en su obra “La edad del espíritu”. Retornar a la religión es volver al origen donde se albergó y se hospeda la razón.
Para Trías hay un contexto sociocultural de crisis general: hay una recaída de las ideologías que han dado paso a conflictos alentados por causas religiosas al servicio de intereses económicos y políticos. En el trasfondo está la crisis de la razón moderna e ilustrada. Ésta no destruye lo sagrado sino que lo oculta e inhibe por lo que la modernidad es “el tiempo de la gran ocultación”. Critica a los llamados filósofos de la sospecha (Hegel, Marx, Freud, Nietzsche y Durkheim del siglo romántico y positivista) porque actúan como jueces de la religión a la que consideran con antelación ilusión, enfermedad, ideología o falsa conciencia. Su resultado ya lo tenía prejuzgado. Método de pesquisa policial y judicial erróneo.
Lo característico de la modernidad es que se produce la revelación de la razón, como una araña que destila su propia tela con que apresar la realidad. Esta idea innata está presente desde Descartes a Hegel pasando por Locke y los empiristas: la autorreflexión construye el edificio de la razón. Trías dice que la revelación de las religiones ha precedido a la revelación de la razón (India, Presocráticos griegos, Judaísmo). Ya Schelling dijo que la religión es una revelación antecedente y un a priori de la reflexión filosófica. No es posible producir una revelación inmanente en y desde la propia razón. Esto lo ha ignorado la modernidad.
Trías propone la vuelta a Oriente o a la religión, al encuentro entre lo trascendente divino y el logos que lo revela, es decir, a formas simbólicas, cuyo acceso ha sido cegado y ocultado por la modernidad. Heidegger (con su razón tecno-científica), Weber (razón burocrática) y Marx (razón capitalista) olvidaron y ocultaron las raíces sagradas y simbólicas. Pero no liquidaron lo simbólico: resurgió en la magia natural renacentista, alegorismo barroco y dominio del arte y la estética en la Ilustración y Romanticismo.
Trías quiere pensar la región para pensar mejor y profundizar en la razón. Recuperar la religión en la filosofía tiene una función sanadora: se trata de devolver a la razón a la verdad de sus raíces. Elabora una metafísica en torno al ser del límite: el mundo (cerco del aparecer) está presionado por lo sagrado (cerco hermético, del no aparecer) y el hombre se encuentra entre este doble extremo de lo que aparece y lo que no aparece pero pugna por manifestarse. El hombre es el testigo de esta presencia y revelación de lo simbólico o sagrado. Denomina “acontecimiento simbólico” a este acto complejo donde poseemos una parte (la simbolizante) que remite a la otra parte no disponible (lo simbolizado) y lo difícil es unir las dos partes.
El símbolo remite al misterio, el cual se manifiesta pero no totalmente. Lo revelado tiene la doble ambivalencia de lo sagrado (algo accesible que puede ser tocado y consumido) y lo santo (lo inaccesible, lo más alto, que no puede ser tocado ni mirado). Lo sagrado revelado se ha manifestado en forma personal (Dios de yo a tú) e impersonal (lo absoluto). En la raíz de la experiencia religiosa hay tres principios: el matricial (religiones arcaicas de la diosa Madre), el formal o eficiente (religiones del Dios padre, monoteístas o politeístas) y el teleológico de la salvación y la liberación (la síntesis de la diosa Madre y el Dios Padre, que da lugar al Enviado, propio de la edad moderna (budismo, religiones mistéricas y judaísmo, cristianismo e islamismo). Trías aspira a una religión correspondiente a la “edad del espíritu”, donde confluyen el logos simbólico arcaico y el logos racional de la modernidad, es decir, la religión del espíritu, ideal legítimo a aspirar. Trías tiene logros y también estas lagunas: no saber desde qué experiencia religiosa se habla, si es una experiencia especulativa de la religión y dónde tendrá lugar esta realización de la “religión del espíritu”.
Con un apretón de manos, ponemos fin a tanta metafísica. Seguro que el filósofo Alfaro, o los polemizadores Bricio, Borrego o Jesús Pérez, de estar presentes, hubieran alargado la velada. Mejor así. Y más en mi día de cumpleaños.
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