24/11/2024

El periódico digital de Almansa

«Conversaciones en un pajar sin cerrajas», por Cyrano de Bergerac

La muerte de Dios indicaría la imposibilidad de seguir afirmando a Dios pero no se destruye la creencia en él
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El otro día tuve la oportunidad de charlar con un filósofo (no parafilósofo) en un lugar abierto: un pajar de Almansa. Tan abierto que no tenía cerrajas. Dicha persona comenzó su charla con la siguiente afirmación: “La filosofía está volviendo a interesarse por la religión”. Como si la filosofía volviera a casa tras un largo viaje y con la secularización moderna aconteciera un eclipse del interés religioso en el pensamiento.

Quien retorna no es la religión, que nunca se marchó sino el interés de la filosofía por ella. Y se ha pasado de un rechazo a la religión a una atención creciente. Incluso se dice que para pensar la razón hay que pensar la religión. Pero hablamos de síntomas de un posible cambio.

Como el pensamiento filosófico está marcado por la autocrítica, ha descubierto la complejidad de la razón, las vacilaciones de los cimientos considerados hasta ahora incólumes y de las verdades consideradas eternas. Ha sido un simplismo de la modernidad por creer en la unilateralidad de la razón. Hay que hacer justicia a la realidad y al ser humano. Pero también, como la religión aparece autonomizada se debe construir y justificar su racionalidad y no debe entenderse la convicción religiosa como una posibilidad de frustrar la existencia humana.

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Me dejó con la boca abierta con esta introducción que al parafilósofo Profesor Alfaro hubiera igualmente entusiasmado en el caso de estar presente en aquel pajar sin cerrajas. Luego este gran amigo me habló de la isla de Capri y me recordó la canción de Charles Aznavour “Capri, c’est fini”. Y de alguien que seguro vais a conocer:

Gianni Vattimo, Filósofo italiano (nacido en 1936), considerado uno de los principales autores del “pensamiento débil” o postmoderno. Este prohombre de la razón afirma que la religión es uno de los lugares y temas más importantes para el pensamiento filosófico. Coincide este interés con noticias del final del pasado milenio respecto a suicidios colectivos de sectas y rituales sociales y mediáticos relacionados con lo sagrado. Es también como un retorno “social” de la religión.

Vattimo habla de tres experiencias personales para este renacimiento religioso: la muerte de personas queridas, el envejecimiento fisiológico y los límites de la realización humana. Esto, unido a la angustia de un final de siglo con riesgos apocalípticos y los numerosos desafíos que sobrepasan la razón, concluye que estamos ante la “derrota de la razón”. La idea ilustrada y positivista de la vida se ha agotado. Y se han disuelto las teorías filosóficas que pensaban liquidar la religión. La sensibilidad actual corre más bien por un radical desencanto. Con lo que se han derrumbado las barreras filosóficas que impedían o prohibían el tratamiento filosófico de la religión. Se basa en la consideración del nihilismo de Nietzsche y Heidegger y el final de la metafísica.

Vattimo plantea el doble retorno de la religión: el metafísico (se siente una gran nostalgia por recuperar el sentido, la verdad objetiva y Dios vuelve a ser como el fundamento inmóvil de la historia y plantea el interrogante de si la religión es inseparable de la metafísica) y el postmetafísico (ya que el pensamiento ilustrado habla con excesiva seguridad de la existencia o no de Dios, por la contingencia del ser o que hay una percepción de que el fundamento de todas las cosas está en Otro y por su consecuencia de que el mal es inexplicable, la culpa y la necesidad de perdón). Estas experiencias de ser criaturas y del perdón sólo se pueden explicar simbólicamente mediante el mito (Schelling): o sea, la vinculación entre religión y mito. Y entonces volvemos a la tradición cristiana bíblica.

Vattimo quiere mostrar la armonía entre la modernidad del nihilismo de Nietzsche y Heidegger y el hecho central del cristianismo de la encarnación de Dios. La muerte de Dios indicaría la imposibilidad de seguir afirmando a Dios pero no se destruye la creencia en él. La modernidad asiste a la destrucción de las estructuras fuertes (ontología débil) y a esto denomina “secularización”. Desde el punto de vista religioso, la secularización supone la purificación de la fe cristiana de afirmaciones imposibles de Dios y la liquidación del sujeto cristiano-burgués que ha creado este mundo moderno de la voluntad de poder. Devuelve al cristianismo a su tarea de humanización de la modernidad tardía. Se pone de relieve no tanto los contenidos como la actitud fiducial o acto de confiada esperanza.

Sólo la filosofía que ha hecho posible la disolución de la metafísica, es decir, del pensamiento objetivista y dogmático desemboca en la religión. El nihilismo no desemboca en una metafísica de la nada sino en un adelgazamiento indefinido, en un abajamiento procedente de la religión “kenótica” (encarnación de Dios). Y lanza esta pregunta retórica: ¿este pensamiento sería pensable al margen de la encarnación de Dios?

Vattimo, en definitiva, al tiempo que ofrece una visión acogedora de la religión y esperanzadora del creyente en Dios, tiene también lagunas objeto de críticas: cristianismo trágico demasiado regresivo, cristianismo excesivamente subjetivado y a la carta o cristianismo sin dosis de agonía.

Se hacía tarde, cuando salimos del pajar. Pero es que el conocimiento o, mejor dicho, el afán por conocer no tiene fin y es difícil, cuando no imposible, su total contentamiento. He quedado con este amigo FILÓSOFO (con vuestro permiso lo escribiré con mayúsculas en adelante) para venir otro día y charlar con él en el pajar sin cerrajas de Almansa.

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