Las primeras manifestaciones conocidas de la Semana Santa surgieron en el siglo XVI, con la creación de distintas cofradías por toda España. Con el Concilio de Trento (1545 – 1563), estas hermandades debieron adscribirse a una parroquia o convento en donde recibir los servicios espirituales, y disponer de sala capitular para juntas y capítulos, y de una capilla con altar para la imagen de la advocación de la cofradía. Desde entonces, tras la Cuaresma, las gentes exhibían su fe a través de los distintos pasos mostrados en las procesiones: conjuntos escultóricos o figuras individuales que encarnan y recuerdan la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo. Imagen Principal: Procesión de disciplinantes, Francisco de Goya
Las cofradías se trataban de asociaciones de fieles, en la mayoría de los casos exclusivamente laicos, que tenían como advocación a Jesucristo, María, algún santo, las Ánimas del Purgatorio… y practicaban la penitencia pública (autoflagelación o de otro tipo), durante los días de Semana Santa en una procesión o «Estación de Penitencia pública». Solían hacer estación de penitencia en un número simbólico de templos (por ejemplo, cinco por las Cinco llagas de Jesucristo, o siete por las Siete Palabras de Cristo en la cruz).
El tipo de procesión era la llamada procesión de disciplinantes. La disciplina (o castigo) comenzaba en la iglesia, mediante la apertura de heridas en la espalda con una bola de cera con aristas de cristal. Durante todo el recorrido, los participantes se flagelaban las espaldas con cadenas, fustas u objetos similares. Se aseguraba con ello la continua emanación de sangre y la penitencia tan buscada por sus protagonistas. Al regresar al templo, las heridas se curaban con bálsamos y vino. Este tipo de cofradías del siglo XVI tenían además fines de tipo benéfico o asistencial entre los miembros, es decir, se practicaba la solidaridad de unos hermanos hacia otros, a modo de asistencia social.
Tales características se encuentran en los inicios de la Semana Santa almanseña, cuyas primeras cofradías surgieron durante el siglo XVI. Su número fue aumentando hasta ser catorce en el siglo XVIII. Estas son las más antiguas:
La cofradía de Nuestra Señora santa María, que celebraba misa en las distintas festividades de la Virgen, y tenía su sede en una casa de la plaza del mismo nombre. En el siglo XVIII estaba a cargo del Gremio de Pastores (antecesor de la actual Sociedad de Pastores).
La cofradía de san Sebastián, radicada en la ermita de la misma advocación, situada en la actual calle Aniceto Coloma. Su cubierta necesitaba reparaciones en 1586, así que los cofrades obtuvieron permiso para cortar cien pinos y usar su madera. Esta ermita no debe confundirse con la de san Roque, hoy convertida en iglesia, y construida en 1600.
La cofradía de las Ánimas, con sede en la propia iglesia de la Asunción. En 1786 era propietaria del pozo de la nieve, en la actual calle del mismo nombre, seguramente por donación testamentaria de algún cofrade fallecido.
Cofradía del Santo Corazón de Jesús. En 1771 contaba con 220 hermanos, hombres y mujeres, que contribuían con 3 reales anuales.
Cofradía de María Santísima de los Dolores, con sede en el convento de Santiago de Almansa de la orden Franciscana. También en 1771 poseía 300 hermanos y hermanas.
La cofradía de la Santísima Cruz y Sangre de Cristo. De ella existe mucha información. Fundada en 1572, poseía su propia capilla en la antigua iglesia de santa María de la Soledad, situada en la calle del Castillo y hoy desaparecida. A ella perteneció lo más granado de la sociedad almanseña de los siglos XVI y XVII. Como las demás, estaba dotada de estatutos en los que primaba el carácter solidario y corporativo entre los hermanos, llamados los Treinta y Tres por ser ese su número original (evocación de la edad de Cristo). Con el paso del tiempo, su número aumentó hasta los cien miembros, aunque su importancia fue decreciendo. Se reunían la tarde del Domingo de Ramos de cada año con el fin de preparar todo lo necesario para las procesiones de los días siguientes: túnicas, cruces, pendón, insignias y disciplinas.
Los estatutos de esta cofradía aportan muchos datos sobre la primitiva Semana Santa almanseña. Realizaban procesión de disciplina el Jueves Santo, con inicio en su sede de la iglesia de santa María de la Soledad, y circulaban por las distintas estaciones establecidas: cinco, siete u otra cantidad. Algunas eran la ermita de san Juan (en su lugar hoy existe el Centro de Salud), y la misma iglesia de la Asunción. La procesión iba presidida por la Cruz y las insignias de la cofradía, seguidas de los distintos cofrades que, rítmicamente, golpeaban sus espaldas con las disciplinas. La luz de los cirios que portaban los hermanos creaba una atmósfera íntima, dramática y tremendamente devota, reforzada por un coro de voces de clérigos, que entonaban salmos (en especial el 51 o Miserere), y motetes a fauxbourdon. La cofradía de la Sangre de Cristo también procesionaba en el Santo Entierro (Viernes Santo), y ya fuera de Semana Santa, en la fiesta de la Vera Cruz del 14 de septiembre, de gran devoción entre las distintas cofradías. Como es de imaginar, este tipo de procesiones de disciplina causaba una honda impresión entre los asistentes, y eran un verdadero espectáculo.
A partir del año 1650, la Semana Santa fue transformándose poco a poco, más basada en las imágenes y ya no en la disciplina pública del ser humano, que entra en decadencia. El protagonismo cofrade se trasladó a las representaciones bíblicas y alegóricas y a la figura de los horquilleros o portadores de los pasos. Surgió así la procesión barroca, que daba protagonismo a la ornamentación de la imagen sagrada y, sobre todo, a la ostentación de los cortejos. Muestra de esta evolución son las tallas de imaginería de Salzillo y su escuela.
En la nueva Semana Santa de los siglos XVII y XVIII, en Almansa procesionaron un Jesús Nazareno; un Ecce Homo; Nuestra Señora (propiedad de la hermandad del mismo nombre); una Dolorosa; una Virgen de las Albricias; un apóstol San Juan… Desgraciadamente, todas perdidas hoy día.
Voy a preparar unas torrijas. ¿Gustan?