Hay libros sobre los que pesa una condena histórica. Tanto es así, que replicar sus títulos es jugar con fuego. Rápidamente una lucecilla se enciende en nuestro cerebro y nos alerta de los posibles peligros. Mi lucha, Mein kampf en alemán, puede que esté de los primeros de esta lista. Si un escritor quiere vivir tranquilo, mejor que evite este nombre. Pero Karl Ove Knausgård (Oslo, 1968) es de otra pasta. Para él, la tranquilidad es casi un imposible; en este charco, en esta piscina, se busca de todo menos eso. (Foto: Revista Noruega VG)
Y es que en el año 2009 emprendió una aventura literaria de las gordas: publicar su autobiografía en seis volúmenes y en más de 3.500 páginas, y, cómo no, bajo el título en noruego de Min kamp, o lo que es lo mismo: Mi lucha. A esto hay que sumarle el hecho de que todas las personas que aquí aparecen lo hacen con nombres y apellidos. Y Karl Ove Knausgård no se calla nada.
Esta hexalogía, editada en español por Anagrama, arranca con La muerte del padre, que hace de columna vertebral del resto. En él, Knausgård relata la difícil relación que tuvo con su padre, un maltratador que acabó muriendo alcoholizado. A partir de aquí, los siguientes volúmenes abordan momentos determinantes en su vida en los que el noruego se busca continuamente así mismo, ya sea en la relación con sus hijos, familia y esposa, como en su trabajo como escritor, pero siempre con la figura del padre sobrevolando.
Para ello, Knausgård teje una red en la que salta del presente al pasado continuamente, con una prosa que no teme dejar a más de un lector por el camino. Un ejemplo de esto son los largos pasajes que acaba resolviendo en unas pocas líneas o las digresiones en las que reflexiona sobre literatura o pintura; esta última una de sus grandes pasiones.
«Mi Lucha» es un regalo con forma de agujero en la pared para mirar sin ser visto; un continuo viaje con el lector que no deja de preguntarse si es ético que esté presente en momentos tan íntimos y personales, porque la pérdida del anonimato de los personajes se debe, a priori, a su relación con el autor. No es de extrañar que la publicación en Noruega de esta obra viniera acompañada de un escándalo, en el que el debate sobre el derecho a la intimidad y a la propia imagen se enfrentara a otro tan viejo como es los límites de la creación artística.
En cualquier caso, se trata de droga dura. Lo amas o lo odias. No hay término medio con este noruego que fuma como si fuera un rockero de la vieja guardia –algo de eso también hay en los libros- y del que la escritora inglesa Zadie Smith llegó a decir durante la publicación de los libros la siguiente frase: «Necesito el próximo volumen como una dosis de crack».