A Arantxa Rovira le llamamos en un momento que no esperábamos: con la temporada alta ya superada, pensábamos encontrarla relajada. Pero nada más lejos de la realidad. «No sé qué pasa, pero todas las madres se han puesto de acuerdo para hacer sesiones de fotos a sus hijos en estas fechas», nos dice entre risas y algo de agobio pero con su habitual tono alegre y motivante. Así es Arantxa: cercana, entregada y con una energía inagotable que ha revolucionado la forma en que Almansa se ve a sí misma en sus fiestas de Moros y Cristianos.
Desde hace un par de temporadas, es la fotógrafa oficial de la Agrupación de Comparsas de Moros y Cristianos de Almansa, y su cámara ha sabido capturar, como pocas, la emoción profunda de unos días que marcan a toda la ciudad. En esta entrevista, cargada de risa y complicidad, conocemos su proceso creativo, su especial punto de vista y nos recuerda por qué la fotografía no es solo una imagen… sino la mejor manera de reflejar un sentimiento, una pasión y una vivencia. (Huelga decir que todas las fotos de este artículo son suyas… pronto conocerás su genuino estilo).
Arantxa, para quienes aún no te conocen, ¿puedes contarnos un poco sobre ti y cómo empezaste en el mundo de la fotografía?
Nací el 15 de abril de 1994, el día que cayó una nevada tremenda. A mi padre le llevó la grúa el coche a causa del temporal, pero yo conseguí llegar al mundo sin complicación. [Risas] Soy de Montealegre del Castillo. Vine a Almansa para estudiar en el instituto y fue en segundo de la ESO cuando empecé una gran amistad con gente de aquí como Vero y Begoña. Esa relación nos llevó incluso a compartir etapa universitaria en Valencia, donde estudié Ingeniería en Diseño Industrial y Desarrollo de Productos. Siempre me gustó mucho la arquitectura y el interiorismo, pero finalmente aposté por el diseño.
Un pajarito me comentó que lo podría compaginar con el interiorismo y además una de las asignaturas era fotografía… creo que esto tuvo algo que ver en mi elección. Al terminar la carrera me fui de Aupair a Londres 2 años. Siempre que podía hacía turismo, cómo no: con cámara en mano. Mis padres londinenses me motivaron a hacer un curso de interiorismo lo que hizo que adelantase mi vuelta a España para cursar un máster en esta misma disciplina, gracias al cual pulí mi visión para percibir y representar espacios, cosa que actualmente influye en mi manera de crear imágenes.
¿Cómo surgió tu colaboración con la Agrupación de Comparsas de Moros y Cristianos de Almansa?
Mis primeros recuerdos y contacto con las Fiestas de Mayo de Almansa lo tuve al participar en un boato recuerdo que fueron cuando bailaba en el boato de Maria José Serrador. Pero esta nueva etapa como fotógrafa de la Agrupación de Comparsas comenzó cuando mi amiga Vero junto a Fran Millán me propusieron empezar a pesar de que por aquellos tiempos, hace dos años, no tenía una relación estrecha con las fiestas. Recuerdo que un día de comida con amigas, entre las que estaba Vero, me me comentó la idea que llevaba en mente la directiva de la Agrupación y tras darle varias vueltas (al principio no lo veía muy claro) me dijeron que si quería hacer fotos… y dije que sí. No imaginaba hasta qué punto este trabajo se iba a convertir en una parte tan importante de mi vida.
En pocos años te has convertido en una figura clave de las fiestas. ¿Cómo vives esa relación tan cercana con los cargos festeros?
Podría contestar diciéndote que una de las cosas más bonitas que me han dicho es que el protocolo de 2024 ha estado formado por 25 cargos. Cuando lo escuché, lloré lo que no está escrito. La verdad es que me llevo bien con la mayoría, no hay ni una mala palabra para ninguno de los representantes. La relación es muy bonita: desde la directiva hasta los niños y niñas, pasando por sus padres y madres. Me siento una más del grupo. Voy a todos los actos, si hacen alguna «juntana» me invitan, me cuidan y están atentos a todo lo que necesito. Todo el mundo dice que esta etapa del 2024-2025 ha sido muy especial, y lo ha sido también para mí.
¿Qué supone emocionalmente acompañar tan de cerca a los representantes festeros en un año tan importante en sus vidas?
Yo me pensaba que iba a hacer un trabajo y ya está: rápido… y para casa. Pero no. Es una implicación muy emocional, quizá tenga que ver con mi personalidad…pero al final, terminas conociendo a las familias, sientes lo que ellos sienten y no puedes evitar emocionarte con ellos y ellas.
Has documentado todo tipo de actos, incluida la Embajada Nocturna. ¿Qué retos técnicos y personales implica eso para ti?
Es muy exigente. Tienes que estar atenta a todo, y es imposible estar en todas partes. Mi nervio natural me hace correr, estoy «atacada perdida» todo el rato. Por ejemplo, un reto que la gente no sabe es el que nos suponen las luces LED de decoración de las fiestas, que provocan claroscuros que cambian con cada ráfaga de fotografías. Otro proceso muy duro es la selección de fotos, una auténtica locura. Cada noche es un reto. Y personalmente, mi intención siempre ha sido y es molestar lo menos posible. No me gusta interrumpir. Por eso uno de los retos para mí fue iniciarme en las presentaciones en el Regio, me daba mucho reparo subir al escenario para hacer fotos y he intentado hacerlo de la manera más discreta posible, respetando lo máximo al público y la verdad es que prácticamente no subo.
¿Cómo gestionas las jornadas maratonianas de las fiestas?
¡A contrarreloj! Por ejemplo, el 1 de mayo nos citamos a las 8:30 de la mañana en las gachamigas. Al acabar el acto ya voy llena de humo, por lo que me voy a casa, me ducho, me cambio, y salgo corriendo a la Entrada de Bandas, que por cierto es mi acto favorito. Luego mascletà, tras ello a la Casa del Festero a poner a puesta a punto el equipo y ya por lo tarde toca la Entrada Mora de varias horas… todo mientras busco huecos para cargar baterías y subo adelantos de fotos. No solo es disparar: es seleccionar, editar, entregar. Es agotador. Pero menos mal que en todo momento tengo gente alrededor que me apoya, directiva, cargos y responsables de protocolo se portan genial conmigo, nunca me falta de nada.
Tu estilo es muy reconocible. ¿Cómo lo definirías? ¿Tienes influencias?
Me influye mucho el diseño gráfico. Trabajar como diseñadora gráfica y fotógrafa simultáneamente ha educado mi ojo de una manera muy concreta. Eso sí, siempre bajo el lema del arquitecto Mies van der Rohe: less is more. Es por ello, que durante los actos de fiestas, intento captar miradas, manos, prendas…detalles sencillos, pero que cuentan grandes historias. Aunque lo hago de mil amores, mi pasión no es hacer fotos de todas las escuadras, ¡jeje! A mi me gusta que las fotos sean luminosas y centradas en los pequeños detalles, aunque no siempre se puede… Eso sí, como profesional, en todo momento me adapto a cada persona y al cliente, porque sé transmitir la imagen de una marca. Como profesional del mundo del branding, se identificar la esencia de una marca y transmitirla, es por ello que me puedo adaptar a diferentes situaciones o clientes.
Tus fotos tienen emoción. ¿Cómo consigues capturar eso que va más allá de la estética?
Con la experiencia, desarrollas un instinto que no te sé explicar… Tienes treinta ojos. Sabes lo que va a pasar. Conoces a las personas, a sus familias. Prevés momentos bonitos. Y eso, con el tiempo, se entrena. En esto os agradezco mucho a vosotros: a ti, Víctor, a Martín López, a Sebas Cantos, a Álex Blanquer… aprendí mucho viéndoos trabajar en las primeras presentaciones y actos. ¡Así da gusto trabajar!
Estuviste en el viaje de Moros y Cristianos de Almansa en Nueva York. ¿Cómo lo viviste?
Yo no iba a ir, pero en septiembre me llamó Millán y me convenció. Aunque la verdad es que me lío con facilidad… [Risas]. El desfile por la Quinta Avenida fue una descarga brutal de adrenalina, pasó volando. Al final del recorrido estábamos todos saltando. Es inevitable que no se me escape una sonrisa al recordar la fusión de los trajes de moros y cristianos con la música de los mariachis del Bronx. La gracia que tenía esa banda de músicos mexicanos que contratamos para tocar las marchas, justo venían de tocar en el barrio del Bronx, nos contaban entre risas que en un sótano clandestino… Me hicieron reír muchísimo. En líneas generales el viaje fue otra experiencia inolvidable que me ha regalado la Agrupación de Comparsas.
¿Tienes alguna foto que guardes con especial cariño de toda esta etapa?
Sí. Una en la que salen todos los representantes tirados por el suelo en los Franciscanos. Me invitaron a subir a una azotea para hacer fotos al finalizar la diana del día 3, al verlos entrar a todos juntos la foto y rápidamente les grité: «¡Corred y tumbaos, que tenéis un fotón!». Y lo hicieron. Esta instantánea refleja la unión que tenemos. Sí, somos 25, pero nos sentimos como una familia.
¿Qué crees que ha cambiado en la forma en que se retratan las fiestas desde que tú estás?
Soy muy crítica y me cuesta ver lo bueno, veo antes lo que aún hace falta. Pero creo que la gente ahora tiene recuerdos que antes no tendría para siempre. Hay mucho trabajo detrás, y me hace muy feliz ver como la gente lo agradece. Vivo en una nube cuando acaba la semana de fiestas. Este es un trabajo muy personal, muy cercano. Y eso se nota.
¿Qué le dirías a una niña que quiere dedicarse al mundo de la fotografía?
Que siga. Si te gusta, sigue. A mi madre le regalaron una cámara digital con un programa de puntos de El Corte Inglés y la guardó en un armario. Cuando la descubrí no me separaba de ella… le hacía fotos a mi hermano pequeño (nos llevamos 10 años), a sillas, ¡a lo que fuera! Aunque estudié diseño, he de reconocer que lo que más hago es fotografía y no me arrepiento. Poder transmitir con imágenes es algo precioso.
Y por último, ¿cuál ha sido un momento realmente feliz desde que formas parte de las fiestas de Almansa?
El 6 de mayo de 2024, mientras esperaba con los cargos infantiles a que entrase la Virgen, les comenté que después de haber pasado las fiestas, ahora solo me faltaba apuntarme a una comparsa… mi duda era: ¿Almogávares o Piratas? Ahí fue cuando Inés Navalón, la niña de la eterna sonrisa, me convenció para hacerme Pirata. Ver su cara de felicidad cuando dije: me has convencido, ¡seré pirata! No tiene precio… Pero sobre todo, lo más feliz ha sido conocer a tanta buena gente: directiva, cargos, padres, madres, niños. Alguna vez me los cruzo por la calle y me comen a abrazos. Es muy bonito. Al final, lo mejor que me he llevado son las personas, sin duda alguna.