“Una visión histórica de la España del siglo XVIII y las consecuencias de la Guerra de Sucesión (Batalla de Almansa)”, por Alfonso H. Cutillas.
Al acabar el siglo XVII, España era un país desorganizado y necesitado de profundos cambios para aproximarse al entorno europeo. Así lo pusieron de manifiesto en sus crónicas pensadores y viajeros extranjeros. Fue surgiendo una conciencia crítica sobre el país, que había perdido su prestigio y su protagonismo internacional en esa centuria, y sobre la forma tradicional de la vida propia del Barroco.
A su fallecimiento, el último Austria dejó una España atrasada y empobrecida, degradada en todos los órdenes, a pesar de las medidas adoptadas en las últimas décadas del siglo. Una desacertada administración y las guerras en las que se empeñó la casa de Austria para mantener una desproporcionada política exterior la dejaron agotada. La agricultura era de subsistencia, la industria estaba atrasada, el mercado interior débil y el tráfico con las colonias se hallaba en manos extranjeras.
La nobleza desdeñaba el comercio, procurando disfrutar de sus rentas (agrarias, fundamentalmente), sin modernizar sus explotaciones y en ocuparse en la administración y en los altos cargos militares. El estado llano vivía en condiciones de subsistencia. Masas de desamparados y mendigos poblaban las calles de las ciudades, viviendo de las instituciones de beneficencia. Sólo en la periferia y en Levante se notó un atisbo de progreso.
El 1 de diciembre de 1700 fallece sin descendencia Carlos II ‘El hechizado’. La corte era un hervidero de intrigas diplomáticas. Las grandes potencias habían iniciado sus movimientos para apoderarse de la monarquía española. Estaba en juego la hegemonía europea. Francia y Austria confiaban en asumir la Corona, frente a la oposición de Inglaterra y Holanda. Uno de los pretendientes, el príncipe José Fernando de Baviera, fue favorecido por el primer testamento de Carlos II. La decisión no desagradaba a ingleses y holandeses, pero no hubo lugar a la sucesión pues falleció en 1699, antes que el monarca.
El candidato austriaco era el archiduque Carlos de Austria. Su padre Leopoldo de Austria, aspiró a que la corona española pasara a manos de la casa de los Habsburgo, descendientes de Fernando I, hermano de Carlos V. El pretendiente francés era Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia, el Rey sol, y de la infanta María Teresa de Austria, hermana del padre de Carlos II, Felpe IV.
Finalmente, la corona de España, en poder de los Austrias durante dos siglos, pasaría a manos de sus adversarios, los Borbones franceses, ya que en su testamento, redactado en los días previos a su muerte, Carlos II dejó la corona de España a Felipe de Anjou.
Con el nuevo rey, Felipe V, se instauraba en España la casa de Borbón. La decisión fue impugnada por el emperador Leopoldo de Austria. Francia y Austria se disputaban la hegemonía europea con España, y por otra parte, Inglaterra y Holanda, que tenían las miras puestas en América, recelaron de una alianza franco-española, que mermara su expansión en las Indias.
España era todavía en ese tiempo un imperio colonial, y se trataba de dirimir la primacía mundial. La sucesión de la corona de España, tuvo pues, una dimensión que excedía la estrictamente nacional. Felipe llegó a Madrid en abril de 1701 con 17 años de edad. La situación política internacional y sus intereses impidieron un asentamiento pacífico de la nueva dinastía en España.
El conflicto podía haberse evitado si Luis XIV, no hubiera indignado a las potencias marítimas. Tras la toma de las plazas españolas en Flandes por Francia, para su teórica defensa, y los primeros enfrentamientos en tierras italianas en 1701, el emperador austriaco, Inglaterra y Holanda formaron una coalición, la Gran Alianza de la Haya, a la que se sumaron en 1703 Portugal y Saboya.
En 1702 habían declarado la guerra a Francia y España. En 1703 la alianza proclamaba rey al archiduque en la ciudad de Viena, decisión que encontró respaldo en parte de España. En 1704, el archiduque se instala en Barcelona como rey.
Los ingleses conquistan Gibraltar y Menorca. La Corona de Aragón secundó al archiduque (no sin fisuras) y Castilla al Borbón. En 1705 tuvo lugar la sublevación de los países integrantes de la Corona de Aragón, por circunstancias varias, sobre la que se sigue debatiendo en la actual historiografía.
Ante tales hechos, la sociedad española queda dividida. Parte de la nobleza castellana, resentida con la pérdida de influencia durante el reinado anterior de Carlos II, se declara hostil a Felipe V, apoyando al archiduque, mientras que el resto de la población sostuvo la causa del Borbón.
El clero también se escinde y el centro de operaciones se desplaza de Europa a España, produciéndose entre 1702 y 1713 una lucha entre las potencias europeas por los despojos de la monarquía española, dando lugar a la llamada guerra de Sucesión de la corona española, para algunos historiadores (la primera guerra civil de nuestra historia), en la que se sobreponían dos modelos distintos de políticas, la centralista de los Borbones o el antiguo modelo foral de los Austrias. Esto supuso una verdadera guerra global.
Todo ello, daría lugar a sucesivas hostilidades, con victorias y derrotas de ambos bandos y -episodios especialmente cruentos como la Batalla de Almansa-, con victoria trascendental de Felipe V, que allanó el camino para la reconquista de Aragón y Valencia, hasta que la diplomacia propició que la guerra finalizara con la suscripción de los tratados de Utrecht (1713) y Rastadt (1714). Para ello, fue decisivo que el archiduque se hubiera convertido en ese momento heredero del Imperio de los Austrias y que la postura inglesa cambiara por la llegada al poder de los tories, partidarios de la paz.
Consecuencias de la Batalla de Almansa
Felipe de Anjou era reconocido Rey de España y de las Indias, previa renuncia de sus eventuales derechos a la corona de Francia; los Países Bajos, el Milanesado, Cerdeña, los fuertes toscanos y el reino de Nápoles, que pasaron de manos españolas a austriacas.
En el nuevo escenario político europeo, Francia y Austria serían los puntales del equilibrio. Inglaterra recibía la soberanía de Gibraltar y Menorca y privilegios comerciales con las América española (navío de permiso y tráfico de esclavos).
Con la entrada de las tropas borbónicas en Barcelona acaba prácticamente la guerra de sucesión a la corona de España. La ciudad se rindió el 12 de septiembre de 1917. El 16 de septiembre de 1714 se abolió el Consell de Cent y se disolvió la diputación, Menorca y Mallorca se rendían un año después.
La muerte de Carlos II puso fin a la dinastía de los Habsburgo, entronizada en España dos siglos antes con Carlos V, y el inicio de una gradual pero revolucionaria transformación del gobierno imperial. El Imperio español quedó reducido a las coronas de Castilla y Aragón y las colonias castellanas en América.
Con la entrada del nuevo siglo se iniciará progresivamente un proceso de cambio que afectó a todos los aspectos de la vida del país, que se fue integrando en la órbita europea que iniciaba su camino hacia la Ilustración, que pretendió modernizar la cultura y mejorar el nivel de vida de los pueblos.
El nuevo estado del reinado de Felipe V aboliría los fueros incidiendo en la uniformidad. El modelo confederal de los Austrias tocó a su fin. Y la pérdida de territorios en Europa obligó a que la Corona orientara su política hacia el interior y América, hechos que fueron continuados por Fernando VI y Carlos III, (hijos, medio hermanos) y herederos de Felipe V que reinó hasta su muerte ocurrida en 1746, salvo un periodo de tiempo de menos de un años en 1724 a favor de su hijo Luis I, hasta la fecha no muy bien explicado.
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