Este año supera los 180 de vida y abrió, en palabras de Benito Pérez Galdós, con la intención de «poner corbata blanca a los bollos de tahona». Lhardy fue el primer restaurante de España; es decir, el primero en tener mesas separadas, centros florales, manteles de tela y menú escrito. Abrió en 1839 y aún resiste el paso del tiempo en Madrid. Sobre él se ha escrito y se le ha nombrado en numerosas novelas: lo hicieron Valle-Inclán o Azorín; Pérez-Reverte fue el último conocido. Lo que no sabía ninguno es que este lugar tan cosmopolita tuvo un «primo feo» en Almansa, con menos solera, más pequeño y lujurioso.
El fundador o fundadora del Petit Lhardy debió ser alguien atento o, al menos, avispado. Es fácil imaginar que el éxito del que gozaba el establecimiento madrileño llegó hasta sus oídos y decidió abrir un “bar” con el mismo nombre en esta localidad. Situado en el número 7 de la calle Mendizábal, el Lhardy almanseño no tenía ni la mitad de decoro que el original, donde acudían literatos y políticos de primer nivel. El entonces denominado «café de camareras» era, en realidad, el más afamado prostíbulo local.
Se desconoce su fecha de nacimiento; no obstante, la primera referencia que encontrada por La Tinta de Almansa se remonta a mayo de 1925. Ese año, un anuncio del lupanar aparece en la sección de patrocinios del programa de Fiestas Mayores, facilitado por el Archivo Municipal. En la imagen aparece la ilustración de una camarera y su eslogan publicitario reza: «Servido por señoritas». Este indicio deja entrever cuál era su verdadera actividad comercial. Se sabe también que diez años después, en 1935, lo regentó una mujer llamada María Cospedano Santos, tal y como aparece reseñado en estudio Almansa 1930-1939. Imágenes con Historia (Archivo Municipal de Almansa).
Sucedió así que, mientras en el Lhardy de Madrid se conspiraba, se formaban y derrocaban gobiernos, se designaban presidentes de la República y se daba de cenar a Reinas de España; en el Petit Lhardy de Almansa se reunían en secreto algunos miembros del Círculo Republicano (cuya sede se ubicaba al fondo de la calle), se unían labios, se rompían matrimonios y se apoyaban alcaldes.
Por contra, lo más picante que ocurrió en el establecimiento madrileño fue alguna habladuría republicana que relataba cómo, en uno de sus reservados, la reina Isabel II dejó olvidado su corsé tras «regodearse cumplidamente con ‘el pollo’ de Antequera», en alusión al político Francisco Romero Robledo. El Lhardy fue, en este aspecto, casi feminista. Se trató del primer sitio del país al que las mujeres podían acudir sin sus maridos, algo poco habitual en la época. En el negocio de Almansa, entre tanto, las prostituían.
El Petit Lhardy alcanzó su final, como muchos otros negocios, durante la Guerra Civil. Otros clubs de alterne le sucedieron: el Bar Negresco, a finales de los 70, o el actual club de alterne de la ciudad, en la autovía de Alicante, son dos de los mayores ejemplos. La historia de la explotación sexual de las mujeres en Almansa se remonta a la Edad Media y, por el momento, no parece tener fin.