Es 6 de mayo de 1939. En el campo de concentración de Argelès-sur-Mer, al sur de Francia, se hacinan en condiciones infrahumanas (sin agua potable, con muy escasa comida, en casas de paja y rodeados de enfermedades) varias decenas de miles de refugiados españoles leales a la II República que han cruzado la frontera pirenaica, huyendo de la represión franquista, una vez acabada la Guerra Civil. Sí, han leído bien: refugiados españoles, como quienes hoy en día sufren y mueren intentado cruzar el Mediterráneo o las concertinas de Melilla; pero de nuestro país y, no sólo eso, también de nuestro pueblo. Porque en el islote M, barraca número 5, de ese campo de Argelès, hay alrededor de ciento cuarenta almanseños sufriendo las duras consecuencias de haber formado parte del bando perdedor de la guerra.
Pero recordemos, es 6 de mayo. A pesar de la miseria, el sufrimiento y la tristeza que padecen por lo que les está sucediendo, esos almanseños no olvidan que día es hoy: es el día de la Virgen de Belén, de su Patrona; la del pueblo que tanto añoran y del que han tenido que huir para evitar ser encarcelados o condenados a muerte. Así que deciden hacer lo siguiente: reúnen varios palos de madera, los cargan sobre sus hombros y uno de los refugiados que allí están, al que llaman Tamurri, se sube encima de los palos para hacer el papel de Virgen. De esta manera fue como, el 6 de mayo de 1939, en un campo de concentración a seiscientos cincuenta kilómetros de Almansa, se celebró el desfile de la Virgen de Belén; fuera del pueblo y sin la propia Virgen, pero con la misma devoción y sentimiento que si se paseara a la Patrona por las calles almanseñas.
«Toda la gente nos miraba y decía: “estos almanseños están locos, mira lo que están haciendo”» cuenta entre risas y orgullo Antonio Pastor, maestro republicano almanseño y uno de los participantes en aquel surrealista pero emotivo desfile. Lo cuenta en el documental «Victimas Todavía» (2005, se puede encontrar en YouTube), dirigido por Pablo Sánchez y Joaquín Sánchez; un documental gracias al cual podemos conocer esta historia, junto a muchas otras que hasta entonces no se habían contado y que nos dan mayor testimonio sobre lo que ocurrió en Almansa durante la Guerra Civil.
Esta película fue realizada con motivo de los trabajos para la recuperación de la memoria histórica llevados a cabo en el cementerio de Almansa entre abril y septiembre de 2004, donde se exhumaron los cadáveres de veintisiete republicanos (mayormente almanseños, pero también de Caudete, Bonete o Alpera) que habían sido fusilados y enterrados en una fosa común a finales de la guerra; y se construyó un memorial en honor a los ciento diecinueve republicanos condenados a muerte en la Almansa de 1939.
Samuel Tornero y Antonio Nieves, almanseños a quienes la Guerra Civil les pilló siendo niños, eran amigos desde pequeños. Ambos sufrieron la misma desgracia: al padre de cada uno lo fusilaron las tropas franquistas en 1939. Se criaron juntos, crecieron juntos e incluso trabajaron juntos. Pero ninguno de ellos supo que el padre del otro también había sido fusilado hasta el año 2004, cuando comenzó este proyecto de exhumación por la memoria histórica en Almansa. Durante setenta años, el miedo y el silencio les había impedido contarse entre ellos la tragedia de la que habían sido víctimas en su infancia, compartir esos sentimientos como amigos que eran.
Así, vemos que dichos trabajos de exhumación no sólo permitieron a las familias de los condenados a muerte conocer donde se encontraban los cadáveres de sus seres queridos varias décadas después; sino que además, junto al resto de los proyectos surgidos alrededor (el memorial, el documental Víctimas todavía, etc.), se pudo dar nombre y voz a aquellos que durante todo ese tiempo no habían podido hablar de lo que les ocurrió. El resultado: se recuperó y se restauró, tanto la memoria de aquellas personas víctimas del conflicto, como parte de la propia historia de Almansa. Cualquier persona hoy en día, independientemente de su ideología o sus filias, puede saber lo que ocurrió en el pueblo durante aquellos años desde una perspectiva mucho más amplia que antes de estos trabajos de 2004 por la memoria histórica.
El problema es que el ejemplo de Almansa sigue siendo escaso en nuestro país, pese a los avances en la última década y media. Continúan siendo mayoritarios los lugares de España en los que, por motivos políticos e ideológicos, muchas personas no saben todavía dónde están a sus familiares, las historias se quedan ocultas y la verdad de lo que pasó no se conoce. Y es que muchos no entienden que esto ya no va sólo de política ni ideología; esto va más allá, va de conocer los hechos (que son apolíticos) ocurridos, de tener un conocimiento más completo de la Historia para poder juzgarla mejor.
Nadie quiere reavivar las guerras, todo lo contrario, lo que se quiere es comprenderlas bien para no tener que repetirlas. Y también para poder reparar, si es posible, los daños soportados por quienes sufrieron esas guerras, curando así sus heridas. Memoria, verdad y reparación: es lo que cualquier sociedad merece tener sobre su pasado, pues sólo así se puede contar con una buena base para construir el futuro.