Quizá haya personas que crean que llego tarde para compartir estas reflexiones. En realidad, veo este momento óptimo: ya se ha disipado esa perecilla o los quehaceres de los días festivos; ya no hay champán, cerveza y/o vino de por medio; y hay un nuevo confinamiento perimetral por el que quizá te puedas sentar tranquilamente –na’; un ratico– a leer esto en el sillón.
Uno de esos días festivos recién entrado este año, ajena a muchos de los asuntos relacionados con la Navidad –ya lo sabe quién bien me conoce-, me acerqué a la farmacia de la Plaza Salvador Allende –la del Mercado-, y vi, mientras cruzaba, que varios grupos de familias miraban insistentemente un decorado. Y recordé «¡Ah, la Navidad!». Llegué a la puerta de la farmacia y, antes de entrar, me asomé a ver qué había en el interior de ese decorado; creo que era el Rey Baltasar. Tal cual me explicaron más tarde, formaba parte de una representación en que cada uno de los Reyes Magos se situó en determinada parte del centro de nuestra ciudad para que no hubiese aglomeraciones y evitar así posibles contagios de COVID-19.
Entré a la farmacia y puesto que todavía debía esperar mi turno, como una estrella fugaz, vino a mi pensamiento el tema de los algoritmos y «de que a través de la tecnología se te estudia para saber qué noticias prefieres leer, qué productos comprarías, etc.», y me pregunté «¿estoy yo demasiado perfilada en lo que respecta a las noticias y a los contactos que una vez más veo la –tan- blanca navidad?».
Hice mi compra en la farmacia, volví a salir y me quedé mirando a aquella persona pintada de negro. Unos segundos más tarde, hice una foto y me fui. Y mientras caminaba por la calle Corredera contesté a mi propia pregunta: «No estoy demasiado perfilada. Esto del blackface salió en la prensa con una atención razonable debido a la polémica de Alcoy». Entonces, en mayor o menor medida, se preste más o menos atención, el tema está ahí y es accesible. Además, cada año desde hace bastante, activistas, periodistas, actores y actrices, etc., de la comunidad negra española en todo el país difunden sus críticas ante este acto, que se hace durante estas fechas, pero también se da en otros contextos como concursos o programas de televisión, llegando a la mofa. En Internet encontrarás ejemplos de sobra.
Volviendo a que la atención en prensa es razonable, se resacan verdades irrefutables que, depende con quien se hable, han descubierto antes o después: una de ellas es que la población española no es solo blanca (con toda la polémica de este último concepto, que me presto a debatir con una buena taza de café cuando se pueda). Nos preguntamos entonces: ¿es la población almanseña solamente blanca? Rotundamente, no. Este es un hecho irrefutable.
El día de la visita a la farmacia, volví a mi casa pensando cómo entraría yo a hablar con personal de la Administración: toco a su puerta, escucho la aceptación para entrar, doy los buenos días, digo mi nombre y el motivo de mi visita y, cuando esta persona me invita a sentarme, me siento y, finalmente, conversamos. A esto lo llamamos modales; educación. Cuanto mejor sean mis modales, más posibilidades tendré de ser tratada mejor, lo que podría entenderse por un trueque.
Pensando en el futuro y en la educación, me acuerdo de los y las y les peques de Almansa y creo que la jubilación del betún a tiempo crearía un trueque más eficiente entre la ciudadanía, porque se estaría poniendo por encima el respeto a toda la población. Hay personas a las que les puede parecer una tontería, a las cuales les puedo contestar que a base de pequeños detalles se crea la comunidad (y también los traumas, que es lo que se tendría que evitar); hay personas que alegarán que es una tradición, a las cuales les puedo decir, yo que estoy poco abocada a las Navidades, que no es cuestión de ultrajar una tradición, sino de mejorarla y así poder mirar por el bien común. Tenemos la oportunidad de educarnos bien, de adelantarnos a acontecimientos que llegarán y no recaer en desaciertos del pasado con las comunidades hermanas.
Me duele ver las ganas y el esfuerzo que asociaciones y personas hacemos para mejorar la convivencia en esta ciudad y que, más tarde, tengan lugar esta clase de acciones. Aquel que me odie o que crea que no estoy en mis cabales, que olvide mi nombre y piense en sus descendientes y sus compañeras/es/os de clase y amistades, y que recapacite en la posibilidad que se nos brinda, a través de pequeños actos, de mejorar nuestra convivencia presente y futura en Almansa.
Espero, por nuestro propio bien mental, físico y social, que en este 2021 exista la posibilidad de sacar las carrozas; también deseo, con toda mi ilusión, que mis palabras hayan surtido efecto.
-. Flavia Garrigós. Almansa.