Oposición frontal al protocolo de los dos besos | Editorial. En pandemia se establecieron ciertos protocolos para evitar el contagio. Dentro de las decenas de directrices indicadas por las autoridades sanitarias, hubo algunas útiles, otras comprensibles y también las hubo estúpidas. Una que finalmente se demostró funcional ante el avance del virus fue la distancia física y la reducción de contacto entre personas. ¿Recuerdas qué mal lo pasamos cuando no podíamos mostrarnos afecto físico? Para las personas cariñosas este fue uno de los sacrificios más grandes. La falta de abrazos, besos o manos estrechadas provocó tristeza y falta de sentimiento de pertenencia. Aunque también salvó contagios, y por ende, vidas.
Aunque quedara muy gracioso poder saludar al Rey chocando el puño cerrado como si de un artista urbano se tratara, hubo una medida que sí que vino muy bien para prácticamente la mitad de la población: los dos besos de rigor se redujeron, dando así un gran respiro a las mujeres.
Lamentablemente, con la desaparición de las mascarillas obligatorias y el regreso del contacto físico, los dos besos volvieron también a nuestros protocolos sociales e institucionales. Los más babosos, como nuestra vergüenza nacional Luis Rubiales, seguro se mostraron contentos con el retorno de este gesto tan normalizado y tan desigual.
La de los dos besos es una tradición protocolaria procedente de los romanos y que se fundamenta en un argumento puramente machista, ya que implica de manera directa a las mujeres por el simple hecho de serlo. Es cierto que hay hombres que se saludan con dos besos (rara vez), ya sea en un bar, comida familiar o un cumpleaños, pero lo que no hemos visto nunca es que en una entrega de medallas o en cualquier tipo de acto institucional, los varones tengan que besar dos cachetes por cada autoridad que encuentran. Urge eliminar este absurdo protocolo de cualquier acto público. O eso, o aplicarlo a todas las personas.
Y es que los besos son bonitos, pero cuando se los das a tu abuela, a tu madre, a tu pareja, a tu amigo o a tu perro. Es un gesto demasiado personal e íntimo como para aplicarlo a cualquier situación de saludo, ya sea en un ambiente social o institucional. Los habrá que no lo comprendan, pera las hay que sí. Cuando una chica llega a una quedada, no debería estar presionada socialmente a besar a todo el presente.
Para estrechar el cerco y verlo de manera plausible: los dos besos se dan en confianza, cercanía y cariño, no como gesto de formalidad. Consideremos la confianza que tenemos con la otra persona antes de implicar afecto físico y si no la tenemos, no forcemos al prójimo, y mucho menos lo violentemos ante el público presente (más inri si nos encontramos en un acto público). Si conseguimos que la sociedad comprenda esto, quitaremos otro guijarro de la gran montaña de piedras que se encuentran las mujeres en el camino, devolveremos el afecto físico a una esfera más valiosa y, en líneas generales, conseguiremos una sociedad más igualitaria al tratar con exactos gestos a hombres y mujeres.