Está claro que hoy me pilla el toro. Porque a ver cómo le contestas esta pregunta a un niño. Más concretamente, a un niño que día tras día durante varios años ha visto una grúa gigantesca moverse por lo más alto de su pueblo, y que, además, se empapa de información, bien sea a través de la televisión local o de escuchar a sus mayores. Porque hablar en este se pueblo se habla bastante. Muchas veces, de más…
Entonces, te planteas que es el momento de contar una de esas mentiras piadosas que decía mi padre cuando era niño, y que a veces era mejor escuchar.
—Hijo, no es que no podamos, es que tengo mucho vértigo… ¡Venga, va, Flo! —Pienso en voz alta—. La verdad es que no estoy dispuesto a mentirte, hijo mío, así que ahí va la verdad: no subimos al castillo porque tu padre es minusválido, cosa que parece estar mal vista, ya que no se cuenta para nada con nosotros.
No subimos al castillo porque teniendo un presupuesto de un par de millones y medio de euros, que corresponden al famoso proyecto «1,5% cultural», algunas personas han decidido que poner un ascensor no entraba en los planes. Y al parecer, tampoco en los 150.000 euros invertidos en el último año para musealizar y «acondicionar» la fortaleza.
Que, por cierto, la parte de musealización, muy bonita, según me han dicho (claro), pero otras cosillas como, por ejemplo, señalizar con luces esos escalones tan peligrosos para la bajada, en muchas ocasiones nocturna, se ha obviado. Habría sido todo un detalle, más que nada, para no acabar en urgencias. Probablemente, mejor que meter al caballo del Cid en el museo.
No subimos al castillo porque, y cito palabras textuales dichas en presencia de representantes del Ayuntamiento y de responsables de las citadas obras, en una reunión celebrada en Albacete: «No todo el mundo puede subir al Everest» o «ahora resulta que “los de las muletas y las sillas de ruedas” van a tener los mismos derechos que cualquiera».
Parecen frases duras, sacadas de una película, pero os garantizo que fueron dichas por dos personas cuyos nombres y apellidos figuran entre esos a los que pagamos todos con nuestros impuestos y, además, con varios testigos delante. Y, vuelvo a decir, paisanos nuestros. Que quede claro también que para nada culpo al equipo de Gobierno de nuestro Ayuntamiento, ya que me consta que hacen todo lo posible por el bienestar de todos los ciudadanos.
Y ahora, públicamente, quiero responder a esas personas: pues no. «Los de las sillas de ruedas» no tenemos los mismos derechos que cualquiera, y esto, desgraciadamente, seguirá así mientras personas como usted tengan la potestad de poder decidir y de jugar con los fondos económicos —que creo que son de todos— a su libre albedrío.
Por otro lado, quiero darle la razón a esa señora que dice que no todo el mundo puede subir al Everest. No sin aclarar algo: yo vivo en Almansa; mi pueblo; mi ciudad, a la que, por cierto, amo con locura. Y cuando levanto la persiana de mi habitación cada mañana, lo que veo no es precisamente el Everest, sino el Cerro del Águila, con esa maravillosa fortaleza de la que me enorgullece hablar, a la que invito a visitar a cualquiera que no la conozca.
Al final, un castillo en el que, después de invertir 2.650.000€, hacer una inversión que no llegaba ni a 100.000€ en un ascensor para que «los de las sillas de ruedas y los de las muletas» también lo podamos visitar, parece que era inviable. Y ya de paso: los niños pequeños, bebés en carritos, personas mayores, embarazadas… Y así una interminable lista de personas que, como yo o como mi hijo, no podemos disfrutar de esas maravillosas vistas desde la torre del Homenaje del Castillo de Almansa.
Así que, hijo, no subimos al Castillo porque…
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Un comentario
Una pena, soy de tu misma opinión, en el primer proyecto se contemplaba un ascensor creo recordar, pero patrimonio lo tumbó.
El Castillo es para vivirlo y vivirlo todos o podemos correr el riesgo de que sin utilidad, vuelva al abandono como ocurrió a partir del siglo XVI hasta casi desaparecer.
Hay que encontrar un término medio entre la conservación y la adecuación, se puede hacer sin dañar el patrimonio, sino complementándolo.
Lo hizo D Juan Manuel y D Juan Pacheco dos siglos después.
¿Por qué no ahora?