Cuando el mundo estaba empezando a recuperarse de la grave crisis económica vivida a finales de la primera década del siglo XXI, 2020 comenzó con la vertiginosa expansión de una pandemia a escala planetaria. Esta originó consecuencias sin precedentes hasta la fecha y que han afectado profundamente a todas las dimensiones humanas (social, económica, política, etc.). En el ámbito educativo, la terrible pandemia ha puesto en jaque a un sistema que no estaba preparado para hacer frente a una situación excepcional y desconocida como la que estamos atravesando.

Docentes, familias y alumnado hemos tenido que adaptarnos sobre la marcha a una nueva realidad, redefiniendo el proceso de enseñanza y aprendizaje y primando necesariamente otro tipo de metodologías como la enseñanza virtual o a distancia. Durante el último trimestre del curso pasado, coincidiendo con el confinamiento, tuvimos que recurrir a herramientas digitales ante la imposibilidad de una enseñanza presencial.

Correos electrónicos, aplicaciones de mensajería instantánea, vídeos en Youtube, recursos en la web y plataformas virtuales, entre otros, han sido los medios y materiales utilizados por los docentes para continuar de la forma más normalizada posible con el proceso educativo dentro en un escenario inédito y plagado de retos. En este proceso tan complejo para todos y sobre todo para el alumnado de edades tempranas, ha sido necesaria la participación de las familias, con respuestas desiguales en función de las características particulares de cada hogar y de los estudiantes.

Con el inicio del nuevo curso en el que se retoma la enseñanza presencial, son muchos los interrogantes que se plantean, debido a que la pandemia sigue entre nosotros. ¿Cómo evolucionará la situación? ¿Habrá que volver a cerrar los colegios? ¿Cómo repercutirá académica y psicológicamente en los estudiantes..?

Desde la Administración educativa, se han establecido protocolos de actuación y de seguridad, mientras que desde los centros educativos se han diseñado planes de inicio de curso y de contingencia, en caso de tener que recurrir a una enseñanza semipresencial o a distancia. A pesar de que esta situación genera una lógica incertidumbre entre toda la comunidad educativa, se ha de apostar prioritariamente por una enseñanza presencial por los múltiples beneficios que comporta más allá del plano meramente académico.

No hay que olvidar que el aula es un lugar de convivencia, socialización y desarrollo emocional, que difícilmente podrá sustituirse con medios tecnológicos. Por esta razón, es vital que tanto docentes como familias y alumnado nos comprometamos a cumplir las normas establecidas por Sanidad y Educación para lograr un espacio seguro en el que se pueda desarrollar la educación que todos queremos y necesitamos.

Artículo de opinión de Flo Sáez, sobre Educación y humanidad.