El Hospital de Almansa y la sanidad en la región pasa por un momento sensible. Por decirlo de alguna manera. Con la llegada del debate sobre la situación del Hospital de Almansa lanzo algunas reflexiones, simple y directas, tras la concentración del pasado sábado.
La sanidad pública se debe defender
Ante el cierre o reorganización de un servicio tan importante como la Unidad de Críticos. Ante largas listas de espera. Ante el caos entre gestiones. Ante los desplazamientos innecesarios a otras ciudades. Ante la falta de profesionales. Ante la falta de cuidado a los profesionales. Ante todas estas situaciones debe estar la ciudadanía. Porque si el pueblo no defiende su sistema sanitario, el sector privado avanzará a pasos agigantados hasta que tengamos que pagar por absolutamente cualquier servicio, por muy de vida o muerte que se tratara.
El Hospital de Almansa pierde calidad
El Hospital de Almansa tiene deficiencias. Podrán ser a nivel laboral, en términos de calidad o a causa de la gestión o de la encrucijada económica, pero la única realidad es que la reducción de servicios solo afecta al usuario de clase obrera. Al que cotiza mediante sudor de su frente. Almansa no tiene una Unidad de Críticos funcional a causa de la falta de anestesistas. Tampoco tiene Unidad de Dolor y poco a poco se van enquistando otros servicios. Si sigue por este camino, la gestión que se está desarrollando actualmente, terminará siendo un centro de especialidades.
Altos vuelos
Sin duda la concentración en Defensa del Hospital de Almansa se ha intentado rentabilizar a nivel partidista por unos y escurrir a nivel político por otros. En esa realidad, aparece nuestra clase política más acomodada a ambos lados. Me refiero a los que de verdad parten el bacalao en la sanidad, no ediles o militantes que pueden ser tus vecinos de bloque. Los presidentes regionales, los ministros, los altos cargos del SESCAM (u otras entidades similares a nivel nacional) e incluso gerentes o puestos de dirección no viven en tu misma realidad. Son cargos políticos de altos vuelos cuya nómina nubla su empatía. No van a comprender qué significa la punzadas en el pecho causadas por el estrés de una lista de espera, la pesadez en párpados y alma durante una noche en vela en un pasillo de urgencias o el cansancio castigando su mente durante una interminable guardia. Por eso es importante que un pensador en un sillón no te impida reivindicar las peticiones de tus vecinos y vecinas.
La presión para el que cobra liberación
Durante la concentración del sábado en defensa del hospital de Almansa, el manifiesto fue leído por un vecina anónima e integrante de la plataforma. Creo que a todos nos resultó impactante y sincero esto que cuenta. Al comienzo de su lectura tuvo que parar por la emoción y comenzó a llorar, arropada entre aplausos por el nutrido grupo de personas que habían acudido a la convocatoria. Los conformantes de esta plataforma denotaron auténtica implicación y se pudo percibir la presión que han soportado durante las últimas semanas.
Yo considero que un movimiento ciudadano solo debería recibir oposición si confronta contra algo tan innegable como los derechos humanos, la convivencia o la paz en una comunidad. También creo que la oposición generada ante la vecindad desde cargos políticos, que cobran liberación, es un tanto rastrera. Citando a mi querido pueblo venezolano: «Águila no come mosca». O así debería ser, aunque sea por siempre útil cortesía.
Evidentemente, cada ciudadano tiene libertad de apoyar o no aquello que considere oportuno. Pero, como es este caso, no es democrático atacar de manera frontal a unas personas que únicamente están hablando de algo tan real, tan palpable y comprobable como las deficiencias de un sistema sanitario que sin duda atraviesa momentos de inestabilidad. Las diferencias en ideas políticas no pueden ser un excusa para no escuchar la verdad. Y menos aún para actuar en consecuencia a la realidad del pueblo. Y esto es especialmente importante entre vecinos.
Esa presión que han reflejado con lágrimas los componentes de la plataforma de Almansa no debería recaer en ellos y ellas, ciudadanos anónimos. Pero su compromiso y sacrificio hace que se muevan las sillas de los que manejan el cotarro. Mi reconocimiento siempre a los que luchan por cambiar las cosas.
Esqueletos con su voto en la mano
Los partidos políticos conforman el sistema democrático de nuestro país. Pero también conforman un movimiento y creencia social que se asemeja mucho a algo que a todos nos perturba. Son grupos que moldean la conducta. Siguen una doctrina. Dan seguridad, certeza y sentimiento de pertenencia a sus socios. Fanáticamente proselitistas de su ideología. Algunos militantes mueren por su partido. Todos tienen un culto al líder.
Pero estas definiciones académicas no son de partidos políticos, son sobre las sectas. Pepe Rodríguez (1990), Pilar Salarrullana (1990) y Manuel Guera y Cols (1999)
Es tan cierto que el partido se antepone a la necesidad humana y social. Es tan cierto que sus discursos te alejan de tus vecinos. Es tan cierto que sus dirigentes no darían un duro por ti. Que es una verdadera lástima que tantas personas nublen su juicio, subyugadas bajo la falsa autoridad de unas siglas.
Ante un problema real de nada te va a servir un programa político en el bolsillo. Si te estas quemando, tu partido no te va a echar agua. Si tienes frío, el candidato al que votaste no te va a dar su abrigo. Si caes, no estará ahí tu ideólogo favorito para levantarte. Pero sobre todo. Lo más importante. Cuando mueras no te va a salvar tu partido.
Con esto quiero decir, como se dijo en la concentración, que «una vez muerto ya no hay solución». Tus ideas políticas no te van a librar de la caja oblonga. Si tienes que reivindicar algo, luchar por algún derecho o simplemente, empatizar con tus vecinos y vecinas, no esperes a que tu partido te de permiso. Vales más que eso.
Lo de siempre
Me imagino que los más partidistas catalogarán este artículo de populista. Pero es que en este periódico se hace periodismo para el pueblo.