Alejandro Sáez Sánchez, auxiliar de enfermería en Noruega: «He ahorrado en dos años más que en seis en España»

El joven almanseño trabaja ahora en centros sanitarios en el norte de Europa, donde asegura haber encontrado mejores condiciones laborales
Alejandro Sáez auxiliar enfermería Noruega

Más de 3.000 kilómetros separan hoy a Alejandro Sáez Sánchez (Almansa, 1998) de la residencia de mayores de su ciudad natal donde trabajó durante seis años. Tras formarse como auxiliar de enfermería y comenzar su carrera profesional en Almansa, ejerce ahora en distintos centros sanitarios de Noruega gracias a una empresa que prepara a personal español para integrarse en el sistema sociosanitario del país nórdico. Fotos: Alejandro Sáez Sánchez

La suya es la historia de muchos y muchas jóvenes profesionales que buscan fuera lo que no encuentran en casa: estabilidad, condiciones dignas y una jornada de trabajo que permita cuidar sin descuidarse a sí mismos.

Para él, la oportunidad de marcharse al extranjero «vino como agua de mayo». El punto de inflexión llegó tras meses de inestabilidad y una sensación creciente de desgaste. «No estaba contento con mis condiciones laborales», confiesa, una situación que comparte con muchos otros jóvenes que, tras terminar sus estudios, descubren lo que significa trabajar en el sector sanitario en España: contratos mal pagados, turnos interminables y un ritmo insostenible.

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En 2023 comenzó a buscar alternativas y, navegando por internet, encontró una oferta que le llamó la atención: trabajo sanitario en Noruega, formación previa en el idioma y condiciones laborales difícilmente comparables con las españolas.

«Al principio sonaba ficticio, pero envié el currículum por si sonaba la flauta», recuerda. Para su sorpresa, le llamaron a los dos días. Tras una breve entrevista en inglés, la misma coordinadora contactó al día siguiente para confirmarle que había superado la prueba. Así comenzó un curso intensivo de ocho meses de noruego online, con exámenes, vocabulario, gramática y hasta nociones culturales.

Aprobó a la primera y lo siguiente era volar hacia su nuevo destino. «El 27 de mayo de 2024, el día que salí de España por primera vez para trabajar, fue un antes y un después en mi vida», asegura.

Alejandro Sáez auxiliar enfermería Noruega

Cinco ciudades, nuevos hogares

Su primer destino fue Bodø, una de las capitales del Ártico. Desde entonces ha pasado por Trondheim, pequeños pueblos del interior, varios meses de turno nocturno cerca de Bergen, una estancia en los alrededores de Oslo y su ubicación actual: Ålesund, puerta del fiordo de Geiranger, declarado Patrimonio de la Humanidad.

Cada traslado vino acompañado de vivienda gestionada por la empresa, vuelos internos cubiertos y cinco semanas de vacaciones al año. «Las condiciones son muy buenas», afirma. Los seis primeros meses de prueba pagó un alquiler de 300 euros; después, la empresa le proporcionó vivienda gratuita y cubre también los viajes a España durante su periodo vacacional.

Define su jornada laboral con una palabra: tranquila. Llega al trabajo, recibe el reporte, da medicación, prepara desayunos, hace inventario, pone lavadoras, limpia habitaciones… y cuando llega el siguiente turno hace lo mismo que el anterior. «Les doy el reporte, me voy a casa, como y el resto del día lo tengo para hacer deporte, jugar, salir a ver algún sitio o quedar con otros enfermeros españoles que, como yo, están trabajando en Noruega», explica.

El cambio respecto a España fue inmediato. «Allí llegaba a tener 20 o 40 pacientes. Aquí me ocupo de ocho… y compartidos con otros dos cuidadores, depende del día». Esa diferencia, explica, lo cambia todo: menos estrés, más humanidad, más tiempo de calidad con cada persona.

«Incluso he estado con ellos viendo fútbol en la televisión o saliendo a pasear por la ciudad. Notan que no solo estás para dar medicinas y comida. Eres alguien con quien hablar, alguien humano. Eso lo notas tú, y lo notan ellos», asegura.

«He ahorrado más en dos años que en seis en España»

El salario también marca una gran diferencia. En España, una persona con su mismo puesto ronda prácticamente el salario mínimo. En Noruega, tras impuestos, su nómina alcanza los 2.800-3.000 euros al mes, además de pluses por fines de semana o festivos.

«Aun pagando más impuestos, que son bastante altos —me retienen un 25%—, he ahorrado en dos años más que en seis trabajando en España», afirma.

Eso sí, todo tiene su cara B. «La vida en Noruega es muchísimo más cara. Una cerveza cuesta 12 euros. La comida y el ocio son igual de caros, pero aun así, merece la pena», reconoce.

Auxiliar enfermería Almansa Noruega

Lo mejor y lo peor de vivir en Noruega

Entre los aspectos positivos, Alejandro destaca el respeto profesional y la «camadería» en el trabajo. «Son muy profesionales desde el primer momento, siempre explicándomelo todo con bastante detalle, consejos, trucos… y siempre en boca de todo el mundo la típica frase: ‘Si necesitas algo, pregúntame’ describe.

Lo más duro, en cambio, es la soledad y los largos meses de invierno en los que apenas hay luz. «He vivido días donde el sol salía a las 10-11 de la mañana y a las 4 ya se había ido completamente. Acabas tu jornada y no tienes a nadie con quien quedar para tomar un café. Para mí, lo más difícil es vivir solo». Reconoce que las videollamadas y mensajes con amigos españoles han sido un salvavidas emocional en muchas ocasiones.

Lo que España podría aprender

Si algo tiene claro es que el aumento de personal es clave para humanizar la atención sanitaria. «Si España fuera financieramente viable para ello, contratar más personal reduciría el estrés de pacientes y trabajadores», sostiene. A su juicio, «la dotación de personal permite una jornada laboral tranquila y un trato más humano y focalizado en el paciente».

Alejandro auxiliar Almansa Noruega

La valentía de irse y la decisión de volver

A nivel personal, Noruega le ha enseñado a relativizar. «Todo tiene solución, venga antes o venga después», reflexiona. También ha aprendido algo que no aparece en ningún contrato laboral: que por mucho que el salario sea alto, la distancia pesa. «El dinero va y viene, pero la familia y los amigos se notan», reconoce. Y esa ausencia, silenciosa pero constante, ha provocado que se plantee un nuevo rumbo en su vida.

Lo que imaginó, en un principio, como un posible hogar definitivo ahora se le presenta desde otra perspectiva. «Necesitas mucha valentía para mudarte aquí. Rehacer tu vida en otro país, con otra cultura, lejos de tu familia, no es fácil», admite. La experiencia, sin embargo, la recomienda sin dudar a quien esté pensando dar el salto: «Aprendes a todos los niveles —profesional y mental—. Nueva cultura, nuevo idioma, otra manera de vivir… y eso te lo llevas para siempre».

Tras casi dos años de trabajo y aprendizaje, Alejandro ha tomado una decisión. En enero de 2026 regresará a España, a Almansa, con la maleta llena de experiencias y la certeza de que empieza un nuevo capítulo. No sabe si su camino continuará en el ámbito sociosanitario o lo llevará a descubrir otro destino, pero vuelve con algo que no tenía cuando se marchó: la seguridad de que, después de este viaje personal, allá donde esté, podrá empezar de nuevo en aquello que se proponga.

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