Artículo de opinión remitido por biólogos, activistas y defensores de la fauna y flora de los humedales. La Laguna de El Saladar solo necesita la instalación de una macroplanta de biogás y fertilizantes a escasos metros de su orilla, para firmar su acta de defunción. O que se la firmen, mejor dicho. Esta historia no es nueva, ni la de la Laguna de El Saladar, pues es un humedal recogido ya en las actas de 1807 del cabildo de Almansa. En estas, se relata cómo “por celo y actividad del Alcalde Mayor Don Domingo Francisco Fernández, las aguas fueron desecadas” debido a que “las continuas lluvias del año de 1802, extendieron las lagunas de El Saldar y El Hondo”, afectando así a la agricultura y salud de la localidad. Hoy, 3 de febrero de 2024, la historia no ha cambiado tanto; aunque el objetivo también es por salud, lo que se intenta es evitar la instalación de esta macroplanta que de la última puntilla a este ecosistema. Una puntilla que no solo tendrá consecuencias sobre las especies que año tras año podemos ver en su inmediaciones, sino que también sufriremos los almanseños y almanseñas. Tanto los que estamos hoy aquí, como los que no han podido venir pero les habría gustado, e incluso de aquellos que dieron pie a esta situación.

La formación de la Laguna de El Saladar ha pasado de ser algo anecdótico u ocasional, a formar parte de la vida cotidiana del municipio durante prácticamente la última década. Este hecho no ha pasado desapercibido para la biodiversidad del entorno, ni para la que se encuentra a decenas o centenares de kilómetros en el caso de las aves. De tal modo, el número de especies de aves citadas en la laguna y su entorno ya se acerca al centenar, poseyendo muchas de ellas protección a nivel europeo (Directiva Aves), nacional o regional (Catálogo de especies amenazadas). Avoceta, calandria común, ánade azulón, focha común, gallineta, gaviota reidora, chorlitejo chico, avefría, y un largo etcétera de especies, hacen uso de la masa de agua cómo lugar de reproducción. A estas, hay que sumarles alcaraván, mochuelo, aguilucho lagunero occidental, aguilucho pálido y el amenazado cernícalo primilla; el cual posee importantes colonias reproductoras en canteras a pocos cientos de metros.

Además de estas especies, también se ha dejado ver el crustáceo Triops cancriformis, un fósil viviente en nuestros días, incluido en el Catálogo Regional de Especies Amenazadas de Castilla-La Mancha. Anfibios como la rana común, el sapo corredor, el sapo de espuelas o el sapillo moteado la han utilizado como medio para reproducirse. Una comunidad rica en biodiversidad, a unos pasos de casa. Todo un lujo para curiosos, naturalistas e infinidad de personas que ven en la tranquilidad del paraje, una evasión de la realidad. Realidad que puede ennegrecer con el trasiego de cientos de camiones de gran tonelaje, vertidos, químicos en el ambiente (aire y suelo); y que también sufriríamos en el casco urbano.

No es de extrañar que pueda ocurrir, pues este espacio que invisibilizado por las administraciones que deberían velar por su protección. Una Laguna de El Saladar que lleva existiendo de forma natural desde hace siglos, y que el ser humano se encarga día tras día de negarle sus escrituras. Y lejos de avanzar hacia un consenso que permita una coexistencia, la implantación de Abonos Montagut en sus inmediaciones supone un impacto irreversible para el ecosistema.

Las especies de flora y fauna del entorno serán los centinelas de lo que podremos vivir en nuestras propias carnes con el paso del tiempo. Pese a lo que podamos pensar, no podemos controlar todo, y los impactos en el medio natural tienen sus consecuencias directas e indirectas sobre nosotros.