Querido lector o lectora, quiero empezar haciéndote una pregunta ¿eres capaz de imaginar que una noche mientras duermes, o un día en la comida, entraran militares a tu casa para decirte que tienes que abandonarla porque van a dársela a otra persona? Una locura ¿no? Una casa que has pagado con tus esfuerzos, que has levantado con tu cariño y en la que has construido un hogar, de pronto deja de ser tuya. Parece imposible, una mala pesadilla, pero es el día a día de la población palestina, estas semanas en el barrio palestino de Sheikh Jarrah, Jerusalén.
Este barrio de Jerusalén se ha convertido esta semana en uno de los bastiones de la resistencia palestina frente al apartheid sionista, cuando colonos israelíes, acompañados de las fuerzas militares del Estado Judío, aparecieron con la intención de expulsar de su casa a más de cuarenta personas. Una acción que supone una flagrante violación del derecho internacional y los Convenios de Ginebra. Sin embargo, este caso no es aislado, desde la llegada de los judíos al territorio palestino a principios del siglo XX, millones de personas se han visto obligadas a huir de sus hogares, expulsadas mediante técnicas como la intimidación y la violencia física – y militar – ya que Israel reclama ese territorio como propio. Uno de los lemas de la resistencia palestina dice que existir es resistir, y es precisamente porque los están matando, es la mayor limpieza étnica de nuestra generación.
Desde la declaración unilateral como Estado de Israel, de la que esta semana se celebra el 73o aniversario, este se ha anexionado una gran parte del terreno que Naciones Unidas concedió a Palestina tras la división del territorio en dos Estados en 1947. Desde ese momento, Israel ha mantenido una agresión constante mediante la expulsión de las viviendas, la construcción del muro, la privación de recursos básicos como el agua o la sanidad – dependiente de la ayuda humanitaria – y un sinfín de secuestros de menores, asesinatos aleatorios y quema de campos, entre otros muchos ataques. Tal ha sido la violencia sionista contra la población palestina, que esta ocupa las mayores cifras de refugiados de todo el mundo, superando los diez millones de personas.
Pero la violencia no son solo las expulsiones, de forma paralela a lo que estaba sucediendo en Sheikh Jarrah, las fuerzas militares israelíes entraron en la mezquita de Al-Aqsa en Jerusalén (la tercera mezquita más importante en el islam), donde abatieron con granadas y disparos a la población árabe que se encontraba rezando en la celebración del ramadán. A día de hoy se contabilizan más de cuatrocientos heridos, a los cuales ha sido difícil atender ya que Israel también ha situado a los equipos médicos como objetivos de los ataques, una vez más violando el derecho internacional. Ante las protestas de los y las palestinas ante esta violencia ilegal, desmesurada y abiertamente inhumana, el gobierno israelí ha tomado nuevas represalias con una estrategia ya muy manida por el Estado sionista: los bombardeos de Gaza. Durante el día 10 de mayo, la aviación israelí bombardeó la Franja de Gaza, dejando tras de sí la muerte de 21 personas, nueve de ellas eran niños.
Y frente esto, nos preguntamos ¿y la población israelí? Pues bien, para mí, que siempre me he considerado defensora de los derechos humanos, y que guardo un enorme lugar de mi corazón para el pueblo palestino, la mayor barbarie de todas han sido las imágenes grabadas y subidas
a redes sociales de los grandes festejos de los israelíes, que celebraban la muerte de todas estas estas personas, con el humo y el fuego a sus espaldas y al grito de kill the arabs (mata a los árabes). Es esto, precisamente esto, querido lector o lectora, lo que me lleva a escribir estas palabras desde la rabia, desde la humanidad frente a su barbarie, lo que me lleva a pedirle al pueblo de Almansa que despierte y pelee por un mundo donde estas cosas dejen de pasar. Desde la rabia, pero también desde la esperanza y el afecto os pido, Almansa, que gritéis basta a la barbarie que nuestros gobiernos están permitiendo, posicionándose como equidistantes ante tremendos actos que, además de ilegales, son, sin reservas, un olvido de la humanidad.
El pueblo palestino ha vuelto a demostrar que resiste, que se mantiene en pie y que su bandera es la de la razón, la de la justicia y la de los derechos humanos. Frente a este pueblo rebelde y unido, se ha dejado ver el gigante sionista, ese que cuenta con el beneplácito de Estados Unidos y la UE en el mantenimiento de esta limpieza étnica.
No podía acabar esta especie de carta si hacer mención a esa gente valiente colombiana que está siendo perseguida, asesinada y desaparecida, por defender sus derechos frente a un gobierno corrupto. Son días difíciles para el cambio, días difíciles para la justicia y los derechos humanos, así que solo nos queda pelear, organizarnos e instar a nuestros gobiernos a que finalicen sus colaboraciones con el apartheid. Sólo nos queda, defender la solidaridad internacionalista como bandera.
¡Viva Palestina libre, y vivan los pueblos que luchan!
Silvia Tomás.
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