Por Jesús Gómez Cortés. Regajo de Peña Rubia es el nombre de una cuenca endorreica o cerrada, donde se acumulan las aguas procedentes de la escorrentía y que, a partir de 1338, por decisión de D. Juan Manuel, señor medieval de estas tierras, acogió también el cauce de las aguas de Alpera. Más de cuarenta años de investigación (1980-2021), sobre la edificación de la presa del Pantano de Almansa y todas sus vicisitudes, convierten a Miguel Juan Pereda, Cronista de la Ciudad, en verdadero «notario» de una historia tan singular que, podríamos afirmar que, sin las aguas del Pantano, difícilmente hubiera sido viable el poblamiento de la villa de Almansa, al menos hasta la llegada del ferrocarril a mediados del siglo XIX, cuando el abaratamiento del transporte permitió la llegada de alimentos de lugares o países lejanos. Para entender esta contundente afirmación hay que reconocer una serie de condicionantes geográficos que expondré a continuación.
La comarca de Almansa se alza como un escalón de 700 metros sobre la costa levantina. En estas tierras meseteñas de veranos cálidos e inviernos fríos, el riesgo de heladas se alarga hasta los meses de mayo, si a ello le añadimos las escasas lluvias anuales y la frecuencia de episodios torrenciales, que hacen que en poco tiempo pueda llover tanto como en un mes, la conclusión es clara: nos encontramos en un medio natural poco propicio para la agricultura y, por tanto, con unas tierras poco pobladas históricamente, situación que contrasta con las vecinas comarcas valencianas o murcianas densamente pobladas y con una agricultura mucho más rica.
Con todos estos condicionantes, en Almansa, los cereales han sido el cultivo tradicional y siempre al albur de la irregular climatología. Por todo ello, podemos considerar el año 1338 como un verdadero hito fundacional en nuestra historia. En ese momento, D. Juan Manuel, señor feudal del territorio y sobrino del rey Alfonso X El Sabio, firmó un acuerdo para la construcción de una acequia para traer al pantano de Almansa las aguas de las fuentes de Alpera.
Con el caudal de esas aguas, más las aportadas por diversas ramblas, los almanseños han asegurado un sustento básico de cereales durante siglos. Pero para llevarlo a cabo, nuestros antepasados desarrollaron una labor titánica y, al igual que Sísifo volvía, una y otra vez, a subir a la montaña, los almanseños tuvieron que construir y reconstruir una y otra vez presas, que cerraban el embalse y que, cada cierto tiempo, eran arrasadas por avenidas y torrenteras, hasta que, a mediados del siglo XVI, se decidió diseñar y construir una presa a prueba de avenidas. Esa ambiciosa obra de ingeniería edificada en el reinado de Felipe II, sigue en pie y constituye uno de los elementos más singulares de nuestro patrimonio histórico.
Finalmente, ahora que tenemos asegurado el suministro de agua en nuestros hogares, convendría evocar el sufrimiento de las generaciones que nos precedieron para conseguirla, solo tenemos que recordar la petición que hacemos a nuestra Patrona, cuando después de los tradicionales vítores, imploramos un bien necesario pero muy escaso: ¡Agua… Virgen de Belén!
Un comentario
Interesante. Desconocía la construcción de presas, que terminaban siendo arrasadas, anteriores a la actual del sXVI