En plena posguerra, cuando la prioridad era reconstruir, olvidar y volver a empezar, el teatro en Almansa permaneció a la espera de tiempos mejores. Así lo explicó el historiador Alberto López Gimeno durante su intervención en las XXVIII Jornadas de Estudios Locales, organizadas por la Asociación Torre Grande en 2021, en una ponencia centrada en el mundo de las artes escénicas durante la posguerra en nuestra ciudad. | Foto: Grupo artístico de la Juventud Antoniana. Fuente: López Gimeno, A. / Asociación Torre Grande (Boletín nº16).
Un teatro sin mayor pretensión
Tras la Guerra Civil y durante los conocidos como «años del hambre», el teatro se vio fuertemente condicionado por una ideología dominante y por una sociedad burguesa que demandó entretenimiento sin crítica. En aquella época dominaron los escenarios dos corrientes principales en España: el teatro histórico-político, que glorificaba el pasado y evitaba abordar temas del presente, y el teatro cómico, que buscaba hacer reír sin plantear conflictos sociales. Las estrictas condiciones de censura limitaron tanto los contenidos como las formas escénicas, lo que, sumado a un bajo nivel interpretativo de actores y actrices, dio lugar a un teatro poco exigente, acorde también con un público que tampoco exigía más.
Pese a este panorama adverso, algunos autores españoles lograron destacar con obras que marcaron época. En 1942 se publicó Los habitantes de la casa deshabitada, de Enrique Jardiel Poncela; en 1943 se estrenó María la viuda, de Eduardo Marquina; La infancia, de Jacinto Benavente, en 1947; y finalmente, en 1949, Historia de una escalera, de Antonio Buero Vallejo, obra que supuso un hito en la historia del teatro español.
Así era el teatro en Almansa durante los años cuarenta
Almansa tampoco atravesó su mejor momento. Pero incluso en ese contexto, el teatro logró abrirse paso. El gran símbolo de ese resurgir fue el Teatro Coliseum, que el 4 de abril de 1944 se convirtió oficialmente en teatro —tras haber funcionado como cine desde 1932—, inaugurándose con Luna de miel en El Cairo y Doña Mariquita de mi corazón, con música de Francisco Alonso.

A pesar de las limitaciones económicas, surgieron varias iniciativas locales. En 1949 nació el grupo Sueños Infantiles, que más tarde evolucionó a Sueños Juveniles bajo la dirección de José Gálvez. Ese mismo año también se formó el grupo artístico de la Juventud Antoniana, con sede en el convento de los franciscanos. El vestuario y atrezzo llegaban desde Valencia, de la Casa Pastor, y los ensayos se realizaban en casas particulares, como una ya desaparecida en la calle Aniceto Coloma, o en el Casino Cervantes, en la calle Virgen de Belén.

Durante esa década también se estrenaron en Almansa obras relevantes como Don Juan Tenorio, Los aparecidos y Molinos de viento. La actividad teatral de la década culminó en 1949 con Pastor y borrego, interpretada por Juventud Antoniana.


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