Prácticamente no necesita presentación. Es una de las mejores maquilladoras de España, reconocida por grandes marcas, sus obras elevan la expresión cultural de Moros y Cristianos, emprendedora, enorme persona, una faceta artística excelente, profunda y sensible… Hace poco su última aventura la ha llevado a formar parte del equipo de maquillaje de una película de Alejandro Amenábar. Ella es Ester Rivas, ilustradora y maquilladora profesional almanseña que ha dado el salto a la gran pantalla por la puerta grande. Hace solo unos meses terminó su trabajo en la película Mala Influencia y en mayo formó parte del equipo de El Cautivo, la última producción del reconocido director español, recientemente estrenada y presente en todas las carteleras del país.
Hace apenas cuatro años, en 2020, la prestigiosa marca de maquillaje NYX la reconoció como la mejor de España en su disciplina y la situó entre las cinco mejores de toda Europa, un hito que marcó el inicio de una trayectoria que no ha dejado de crecer. Hoy, Ester se encuentra en uno de los momentos más emocionantes de su carrera y se muestra «muy feliz», tal y como comparte con este periódico. En esta entrevista exclusiva con La Tinta de Almansa, nos cuenta cómo ha vivido la experiencia de trabajar en una superproducción, sus aprendizajes en el mundo audiovisual y los sueños que persigue.
¿Cómo llegó la oportunidad de participar en El cautivo, la nueva película de Alejandro Amenábar?
Estuve trabajando en febrero y marzo en la película Mala influencia. A raíz de esa experiencia, y como suele suceder en el mundo audiovisual, el boca a boca juega un papel muy importante. Justo una semana o quince días después de terminar ese rodaje, me llamó una compañera para ofrecerme participar en otro proyecto.
Al principio dudé porque coincidía con las Fiestas de Mayo y yo ya me había comprometido con las escuadras, así que pensé que no podría compaginarlo. Pero entonces me dijo: «Te voy a contar quién es el director y luego decides». Cuando escuché que se trataba de Alejandro Amenábar, no pude dejar pasar la oportunidad.
Me llamó Montse Damas, jefa de maquillaje de El cautivo y una de las maquilladoras de La sociedad de la nieve. Además, la diseñadora de maquillaje era Ana López Puigcerver, quien, junto a su hermana Belén López Puigcerver, estuvo nominada al Óscar por La sociedad de la nieve y tiene varios Premios Goya a sus espaldas. Para mí era increíble, no podía decir que no a trabajar con gente tan profesional.
Al final les expliqué mi compromiso con las Fiestas de Mayo y no hubo problema, así que en lugar de estar las cinco semanas previstas trabajé cuatro. Durante el rodaje nos observaban mientras maquillábamos y, según nuestro desempeño, decidían si seguíamos más días, y finalmente me quedé hasta el final de la grabación, una experiencia increíble de la que estoy muy feliz.
En tus publicaciones transmitías mucha ilusión. ¿Qué fue lo que más te sorprendió de la experiencia en un rodaje de esta magnitud?
Sinceramente, lo que más me sorprendió fue la calma que transmitía Alejandro Amenábar. Trabajar con él fue un auténtico regalo dentro de todo el caos que supone hacer una película de estas dimensiones, con un equipo enorme y una cantidad increíble de figuración. Había días en los que teníamos que maquillar a 100 o incluso 150 personas, una auténtica locura.
A pesar de ese ritmo tan intenso, él es una persona muy cercana, con un trato casi familiar, y eso hacía que estar allí resultara mucho más llevadero. Había días muy duros, y reconozco que en algún momento llegué a llorar por estrés y agotamiento, porque son jornadas de 11 a 13 horas, más los desplazamientos… es realmente exigente.
En esos momentos, ver que Amenábar, que está en la cima a nivel nacional e internacional, se muestra tan tranquilo y campechano es algo que se agradece muchísimo, sobre todo porque en otras ocasiones me he encontrado con personas con mucho menos renombre con las que trabajar ha resultado complicado y ha requerido muchísima paciencia.
Por lo que he visto en redes sociales has trabajado con personajes andrajosos, arrugas, heridas, barbas y melenas largas. ¿Qué técnicas o trucos utilizaste para lograr ese realismo histórico?
Una parte muy importante fue la posticería, trabajar pelo a pelo, y pegar barbas o bigotes completos, algo que personalmente me resulta de lo más complejo dentro de la caracterización. Por suerte, siempre contamos con la supervisión de nuestra jefa, Montse, que nos guiaba y estaba muy pendiente, sobre todo en todo lo relacionado con el pelo.
En cuanto al maquillaje, nuestro objetivo era reflejar el desgaste físico de los personajes: manchas del sol, venas visibles, heridas, marcas de grilletes para quienes llevaban más tiempo prisioneros y una suciedad general que mostrara la dureza de su situación. ¡Al final acabábamos nosotras más sucias que ellos! (ríe).
Todas llegamos con una buena base, pero Montse nos enseñó métodos rápidos y eficaces que solo se aprenden en rodajes de este nivel. Son trucos que me guardo para mí, porque forman parte de ese crecimiento profesional que te aporta trabajar junto a un equipo tan experimentado. En general, todo se centraba en lo que yo llamo «técnicas de guarreo»: ensuciar, envejecer y crear personajes curtidos.
Además, teníamos que cuidar mucho la piel de los actores, ya que se grabó a pleno sol, en abril, mayo y junio, con muchísimo calor, especialmente en lugares como Alicante o Santa Pola. Antes de maquillar aplicábamos crema solar y, durante las jornadas, estábamos pendientes de que nadie se quemara, porque una piel dañada puede alterar todo el maquillaje.
¿Dónde fue el rodaje? Parecía un sitio bonito, aunque dijiste que pasaste mucho calor. ¿Cómo has llevado esto ultimo?
Estuve cuatro semanas en total trabajando en diferentes localizaciones. Pasé quince días en Santa Pola, luego una semana en Alicante, en el castillo de Santa Bárbara, y otra semana en Buñol. Antes de eso, el equipo también rodó en Anna y en Sevilla, pero ahí no pude estar porque coincidió con las Fiestas de Mayo de Almansa.
El calor fue realmente insoportable, sobre todo en los últimos días en Buñol. Recuerdo que, después de terminar las escenas, teníamos que bajar desde lo alto de un castillo hasta el pueblo para comer y luego volver a subir, y todo esto cargando con nuestros macutos, a pleno sol, sobre las tres o cuatro de la tarde.
En el set, la situación no era mejor. Muchas veces trabajábamos sin ningún lugar donde refugiarnos, porque las escenas requerían que estuviésemos junto a los actores todo el tiempo. Nuestro trabajo era estar pendientes de ellos: darles agua, secarles el sudor, aplicar crema solar, hidratarles los labios… y todo esto sin una carpa que nos protegiera del sol, porque hacían sombra en la escena.
En Santa Pola y Alicante, al menos, cuando no estábamos grabando podíamos buscar algo de sombra, pero en Buñol no había dónde cobijarse. Sin duda, esos últimos días son los que recuerdo con más dureza.
Formar parte de un equipo con decenas —incluso cientos— de profesionales debe de haber sido impresionante. ¿Qué te llevas de la convivencia con otros grandes artistas del maquillaje y del cine?
Lo que más me llevo de esta experiencia son las compañeras con las que he trabajado, muchas de ellas siguen contando conmigo para nuevos proyectos. De hecho, aunque ahora por circunstancias no he podido aceptar, me han llamado para una serie y una película que se grabará entre septiembre y noviembre. Gracias a ellas, he tenido la oportunidad de seguir creciendo profesionalmente.
Me siento muy agradecida porque he podido aprender muchísimo y, además, me enorgullece poder decir que he trabajado con un grupo de maquilladores muy importantes a nivel nacional. Nunca imaginé que, con apenas tres años en el mundo audiovisual, estaría participando en una película de Alejandro Amenábar. Es algo que todavía me parece increíble.
Cuando terminamos la película, creamos un grupo entre todo el equipo de maquillaje y peluquería. Pero, además de esos mensajes grupales, recibí mensajes individuales de Montse Damas, agradeciéndome personalmente por todo lo que había aportado al proyecto. Me dijo que me tendría en cuenta para futuros rodajes en la Comunidad Valenciana, ya que en esa zona —Alicante, Valencia y Castellón— se están haciendo muchas grabaciones y yo cuento como residente allí.
Al principio tenía miedo de no gustarles o de que no quedaran contentos con mi desempeño, pero ver que me llaman y me consideran para futuros proyectos me confirma que todo ha salido bien.
Después de una experiencia tan potente en una producción internacional, ¿Qué puertas crees que puede abrir en tu carrera y cuáles son tus próximos sueños profesionales?
El Cautivo y Mala influencia me ha abierto muchísimas puertas. A raíz de el cautivo esta última película, he podido dar un salto profesional: antes me llamaban solo como refuerzo para trabajar durante un mes, y ahora me contactan como auxiliar de maquillaje, participando desde la lectura de guion y las pruebas de casting, hasta la grabación completa de la película.
Es como si hubiera subido un peldaño más en mi carrera. Después de El Cautivo, la última película en la que he trabajado ha sido más pequeña, pero ya formando parte de un equipo de jefatura y otro proyecto con una serie inglesa que se grabará en la zona de Alicante y para otra, también como auxiliar. Para mí, eso ya supone estar a otro nivel, porque son equipos con más responsabilidad y confianza.
El mundo audiovisual es muy exigente: son muchísimas horas de trabajo y una intensidad brutal, tanto a nivel físico como mental. Es un sector increíble, porque una vez que entras aprendes muchísimo y creces profesionalmente, pero también hay que saber llevar ese ritmo. Conozco a gente que termina una película y enlaza directamente con otra, y yo, sinceramente, creo que a nivel mental no podría soportarlo.
Mi gran sueño sería que algún día me llamen para ser jefa de maquillaje y encargarme de diseñar todo el maquillaje de una película. Pero para llegar hasta ahí hacen falta muchos años de experiencia y, sobre todo, que la gente confíe plenamente en tu trabajo.
Ester Rivas, una almanseña entre las mejores maquilladoras del mundo