De Almansa hasta China, más de 15.000 kilómetros sobre dos ruedas y siempre acompañada de su inseparable perro, Dexter. Ana Carmen Navajas (Almansa, 1987) partió hace diez meses desde Bolonia (Italia) con un sueño claro: llegar a Xi’an y contemplar con sus propios ojos a los míticos Guerreros de Terracota. Tras recorrer 18 países y superar todo tipo de retos, afronta la recta final de una aventura que, como confiesa en esta entrevista exclusiva con La Tinta de Almansa, no quiere que termine. | Fotos cedidas: Ana Carmen Navajas
Actualmente se encuentra en China, el último país de su ruta. Aún le quedan unos 4.500 kilómetros por recorrer —casi dos meses más de pedaleo— antes de alcanzar su destino y cerrar un viaje que la ha llevado a cruzar fronteras y diferentes culturas durante casi un año lejos de casa.
Diez meses, dieciocho países y un compañero de viaje
Ana Carmen partió en noviembre de 2024 desde Bolonia (Italia) y, desde entonces, ha cruzado 18 países: Italia, Austria, Eslovenia, Croacia, Bosnia, Montenegro, Albania, Grecia, Turquía, Georgia, Armenia, Irán, Afganistán, Uzbekistán, Tayikistán, Kirguistán, Kazajistán y China.
Asegura que no podría tener mejor compañero. Viajar con Dexter no fue fácil al principio: entrenamientos, adaptación al carrito, pruebas en la bici… pero hoy forman un equipo inseparable. Su presencia también ha ocasionado muchos desafíos, sobre todo en países musulmanes, donde los perros se consideran impuros.
«Recuerdo que en Irán nos invitaron a una casa. Como las escaleras eran de moqueta, tuve que cargarlo a la espalda y subirlo, ya que las familias musulmanas no querían que el perro las tocara», relata.
Esta circunstancia condiciona por completo la manera en que organiza su ruta, ya que le impide planificar con antelación los lugares donde dormir. «Si por casualidad encuentro a alguien que me hospede o un hostal que acepte animales y bicicletas, genial; pero, por defecto, mi opción es acampar», explica.

Su paso por tierras musulmanas
Pese a las dificultades, Ana Carmen guarda sus mejores recuerdos de los países por los que no planeaba pasar, especialmente Irán y Afganistán. Este último, asegura, fue «el más pobre» de todos, pero también el que más le sorprendió. «La gente fue increíble con nosotros» —recuerda—. «Nos miraban como si fuéramos extraterrestres: se paraban delante, tocaban las alforjas, la bici… Nos ofrecían lo poco que tenían, casi siempre una sandía. Pasábamos el día comiendo sandías con los afganos».
Su encuentro con los talibanes también fue, paradójicamente, uno de los más tranquilos. Durante su paso por territorio musulmán atravesó entre cinco y siete controles al día. «Todo el mundo les teme, pero fueron amables, sonrientes… Querían hacerse fotos con nosotros y nos daban indicaciones para llegar al siguiente punto», relata. «Incluso uno de ellos me dijo que su misión era que saliéramos vivos del país», añade.
«Podíamos escuchar los misiles pasar por encima de nuestras cabezas»
Otra de las experiencias más intensas la vivió en Irán, cuando coincidió con los bombardeos de la guerra entre Irán e Israel. Allí fue detenida y acusada de ser sospechosa de terrorismo. «Mientras estábamos arrestados, podíamos escuchar los misiles pasar por encima de nuestras cabezas», cuenta aún impresionada. La separaron de su perro, la encerraron en una habitación a oscuras y la sometieron a un exhaustivo interrogatorio. «Te miran todo: las conversaciones de WhatsApp, las fotos, el ordenador, el correo…Solo pensaba: ojalá no encuentren alguna broma o algo fuera de contexto que me meta en un lío», explica .
Aun así, Ana Carmen prefiere quedarse con lo positivo. Afirma que lo aprendido pesa más que los sustos: la paciencia, la capacidad de reacción, el valor de vivir el presente, apreciar más lo que tiene en España, familia, amigos y «esos planes sencillos de barbacoa en el campo».
24 años subida en una bicicleta
Ana Carmen conoció el cicloturismo a los 14 años gracias a una ruta organizada en Almansa. Desde entonces, no ha dejado de pedalear. Lo que empezó como una actividad de ocio se transformó en 24 años subida encima de una bicicleta.
Con el tiempo, tras conversar con otros cicloviajeros y leer La Ruta de la Seda, nació la idea de pedalear hasta China, aunque su historia sobre la bicicleta empezó mucho antes. Ana Carmen confiesa en esta entrevista con La Tinta de Almansa que, durante su etapa de estudiante, realizó un Erasmus en Alemania y, al terminar, decidió regresar a España en bicicleta en lugar de hacerlo en avión. Aquella aventura fue el comienzo de una larga lista de rutas por Europa.
La pregunta es recurrente: ¿Estás loca? Ana Carmen ríe cuando la escucha. «Cada uno tiene su propia locura, la que le hace feliz. Cuando sales, te das cuenta de que hay mucha gente haciendo lo mismo que tú», afirma con serenidad.
Para ella, pedalear miles de kilómetros, dormir en una tienda de campaña en mitad de la nada o cruzar fronteras con su perro es una forma de vivir en plenitud. «Hay quien encuentra su equilibrio en la rutina, en su casa o en su trabajo, y quien lo encuentra explorando el mundo en bicicleta. Ambos extremos son válidos; lo importante es sentirse en paz con lo que haces y disfrutar de la vida. Para eso estamos aquí», reflexiona.
El horizonte de Xi’an, cada vez más cerca
El horizonte se acerca, pero Ana Carmen no tiene prisa. Quiere aprovechar cada día de esta aventura y reconoce que no quiere que acabe todavía, aunque por cuestiones de visado esta historia tendrá que finalizar antes de lo que le gustaría.
Aún le quedan unos 4.500 kilómetros hasta los Guerreros de Terracota, pero el cansancio no apaga la ilusión. «Es una mezcla de alegría e incertidumbre. Estoy cerca, pero todavía quiero disfrutar de cada día del viaje», admite la almanseña. Si todo sale según lo previsto, en menos de cien días alcanzará su meta.
