El pasado 31 de diciembre fallecía el Papa Benedicto XVI, hombre sencillo y sabio, y queremos invitarlo hoy a nuestro pajar, un espacio de filosofía, teología y reflexión sobre los grandes temas que viene arrastrando la humanidad desde siempre.
Se trata de cuestiones que el hombre actual plantea a la Iglesia, no sólo como cristiano sino también como hombre ajeno a ella pero interesado en conocer respuestas a interrogantes en torno a la naturaleza humana. A propósito de los cristianos alguien ha escrito con fundamento «uno no sólo desea creer lo que sabe, sino también saber lo que cree». Y con referencia a los segundos «el mundo no es una casualidad, el resultado de una explosión del Big Bang o una creación del ser humano».
Si un niño preguntara: ¿oye, papá, cómo es Dios? Esta es la respuesta del Papa: uno se puede imaginar cómo es Dios tal como lo conocemos a través de Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, y analizando su historia: nace en un pesebre, realiza milagros en su vida pública, muere en una cruz y resucita. Podemos atisbar el rostro de Dios: grande y que desborda nuestro conocimiento. Y su rasgo principal: Dios es la bondad, Él nos acepta y nos quiere porque Él se ha entregado por nosotros y sale a nuestro encuentro.
El filósofo Heidegger afirma que «el hombre ha sido lanzado al mundo por azar». No es así. La doctrina cristiana dice que «Dios te amó primero». Él nos amó antes de que fuéramos capaces de amar. Nos creó porque ya nos conocía y nos amaba. Nos precede una idea y un amor que es el motor de nuestra existencia y el consuelo que necesitamos.
En los países de Europa se está viviendo una secularización cada vez más amplia, como si se quisiera desligar de la herencia cristiana. Y proliferan los estereotipos anticristianos y anticlericales. ¿A todo esto qué tiene que decir la Iglesia? Nuestra cultura de la técnica y del bienestar cree que todo es factible, que el hombre puede vivir y crear sin Dios y que lo que no es obra del hombre no existe. Y, en cambio, se dan intentos de buscar éticas sin Dios, formas religiosas o esotéricas que prescinden de la fe. La palabra de la Iglesia procede del pasado, porque sucedió hace mucho y proviene de una forma de vida que ya no parece actual. Y tiene mucho que hacer al respecto porque tiene que volver a llenar de experiencia y vitalidad las antiguas palabras para que se tornen audibles.
¿El ser humano es creyente de por sí? Los datos desde la prehistoria nos dicen que la humanidad siempre ha tenido la idea de Dios. Los marxistas predijeron el fin de la religión pero se vieron obligados a reconocer que la religión no acaba nunca, que es consustancial al ser humano. La persona incrédula incluso se pregunta si, pese a todo, no existirá un algo. Los mayores experimentos de la historia hasta la fecha, el nacionalsocialismo y el comunismo, intentaron arrancar del corazón de los hombres la fe en Dios. Por eso la fe en Dios no es pura ciencia, como la física o las matemáticas, sino que exige toda la existencia, la voluntad, el amor, el desprendimiento y superar el mero conocimiento y la pura demostración. El debate sobre la fe no concluirá nunca. La fe es como un grano de mostaza, que no para de crecer.
Cae la tarde y ponemos fin a estas reflexiones de la mano del Papa sabio. Otro día más.
Firmado: Cyrano de Bergerac. Febrero de 2023.
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