La comedia puede ser vehículo de expresión ante cualquier emergencia social. Así lo sostiene Fidel Fernández, actor y miembro fundador de la compañía de teatro Yllana, que en 2021 cumplió la friolera de 30 años en activo. El dramaturgo no se lo termina de creer. «Quizá el humor hace que el tiempo pase más rápido», considera. En definitiva, a eso es a lo que se ha dedicado toda su vida; a hacer reír.
Fidel recuerda su último montaje en Almansa: Greenpiss, un desmadre eco-ilógico y añade «qué bonito teatro tenéis por allí…» refiriéndose al Regio. La obra se salvó de la pandemia y pudo representarse el 21 de mayo del año pasado en nuestra tierra querida. Con gags absolutamente efectivos, Greenpiss traslada un mensaje de ecología y reflexiona sobre el calentamiento global. Pero, ¿se puede tratar cualquier tema con humor? ¿Incluso la preocupante situación de la Tierra? Sobre esta y otras cuestiones reflexiona Fidel, reciente invitado en las III Jornadas de Comunicación del cambio climático celebradas en la Casa Encendida de Madrid, para La Tinta de Almansa.
¿Cómo surge Greenpiss?
Mis compañeros y yo estábamos discutiendo sobre cuál debía ser nuestro siguiente montaje y surgió el título de Greenpiss… «pis verde», vaya. Solo eso ya nos hizo gracia y dijimos: «Este es el tema». Lo malo es que nos cogió en toda la pandemia, así que decidimos hacer algo más sencillo de lo habitual y algunas ideas se cayeron del resultado final.
¿Por qué escogéis comediar la emergencia climática?
Porque es una de las principales cuestiones de nuestro tiempo; de la actualidad. El teatro sirve para reflejar lo que le sucede a la sociedad y localizar sus problemas, y el humor es el mejor arma para hacer reflexionar sobre éstos. Que la gente se ría y luego piense es muy interesante.
¿Hay temas que deben quedar fuera de los límites al humor?
No. Te puedes reír absolutamente de todo porque todo está creado por el ser humano y sobre todo lo que está creado por el ser humano se puede reflexionar. Te puedes reír de la pena de muerte, del cambio climático o del terrorismo porque todo es creación nuestra. Ya lo hizo Chaplin con El gran dictador o Roberto Benigni en La vida es bella. ¿Y el nazismo y el Holocausto eran temas para reírse? Yo digo que sí, porque a través de la comedia se genera reflexión. Creo que te puedes reír de todo el mundo si del primero del que te ríes es de ti mismo. Yo tengo la suerte de tener mucho de lo que reírme: no es que sea el tío más guapo y listo del mundo; más bien lo contrario. Y si alguien se ofende… que se lo haga mirar.
Tú interpretas al villano de la película: el empresario.
Este personaje representa tanto a empresarios como a esos políticos a los que les da igual que se contamine el medio ambiente, pero que luego van a una cumbre climática y, como dice Greta Thunberg, hacen «bla, bla, bla». La idea original era que este tío fuera engordando durante la obra, porque le daba igual comer plástico y beber gasolina, hasta que al final explotara [ríe]. Pero eso, por desgracia, no entró en el montaje final.
¿Pensabas en alguien en particular a la hora de representarlo?
No. Aunque, para mí, mi personaje es una mezcla entre Donald Trump, Bolsonaro y Jesús Gil.
¿Qué opinas del negacionismo?
Que si existe no es por falta de inteligencia, sino por intereses propios.
En la obra también hay espacio para la crítica al activismo climático…
No tanto para los verdaderos activistas, los de profesión, que se juegan incluso la vida. No, es más una crítica al postureo climático. En esencia, en la obra tratamos la contradicción del ser humano. Eso de que hablamos mucho pero, a la hora de la verdad… nos volvemos un poco vagos. Yo creo que todos hemos hecho eso de no reciclar siempre, ¿no? A veces somos perezosos, torpes, inútiles (sobre todo yo)… pero, como dijo Tony Curtis en Con faldas y a lo loco, nadie es perfecto. Es mejor hacer algo mal que no hacer nada.
La acogida del montaje ha sido excelente.
Estoy un poco sorprendido, sí. Sobre todo cuando el público toma partido durante la obra. Acaban gritando «¡save the planet!» y la verdad es que, luego, les cuesta parar…
¿Y tú? ¿Te consideras un activista medio ambiental?
Más bien me siento responsable. No tengo hijos, pero me preocupa mucho el mundo que le vamos a legar a las generaciones futuras. La gente que venga detrás tiene que gozar del mismo derecho a disfrutar de nuestro agua, de nuestros paisajes y de nuestra naturaleza. Creo que nuestro deber es salvar el planeta porque somos la única especie capaz de proteger al resto. Pero los que más se deben concienciar son quienes tienen la capacidad de resolver el problema: políticos y empresas. La solución no es «pues me voy a buscar planetas habitables al espacio gracias a mis trabajadores de Amazon». Eso es de ser un sinvergüenza.
¿Futuros proyectos de Yllana?
Para este año tenemos preparado un popurrí sobre la vida del actor: sus pesadillas, sus sueños, sus viajes, los controles policiales por carretera, cuando te abren el maletero, ven toda la parafernalia que llevas dentro y tienes que hacer la representación en el sitio para que te crean… [ríe]. Hay ganas.