En tiempos de guerra, la máquina propagandística se pone en marcha. Ejemplos hay para aburrir, pero si nos dejamos llevar por los recuerdos, probablemente nuestro primer contacto con las crónicas militares (y publicitarias) nos devuelva hasta el Bachillerato. Los que hayan estudiado Latín recordarán aquellas clases traduciendo fragmentos de Comentarios de la Guerra de las Galias, escritos por Julio César. En este caso se cumple aquello de que «son los vencedores quienes escriben la historia», pues es el mismo César quien engrandece su persona y magnifica sus conquistas. Resulta difícil poner en duda su visión: la suya es la única crónica que se conserva y que fue realizada en el lugar de los hechos, en el momento que se van produciendo. Este no es el caso de la Batalla de Almansa, que tuvo lugar en 1707.
En las crónicas y canciones sobre el enfrentamiento que tuvo lugar durante la Guerra de Sucesión Española, se distinguen claramente dos grandes discursos ideológicos: el borbónico y el austracista. En el estudio de ambos se centra El eco de la Batalla de Almansa en la publicística, un trabajo de investigación firmado por la historiadora Rosa María Alabrús.
En él, la autora destaca la «escasa» repercusión que tuvo este suceso en los medios publicitarios de 1707. Esto «contrasta con el abundante espacio que le dedican las grandes crónicas de la guerra» escritas de forma posterior por Vicente Bacallar, Agustín López de Mendoza y Pons, Nicolás Belando y Francés de Castellví. Pero todas ellas, detalla Alabrús, se escribieron habiendo ya pasado no pocos años desde la Batalla de Almansa.
Inicios del discurso borbónico
La publicística borbónica no se puso en marcha de manera inmediata a la Batalla de Almansa, según la historiadora. De hecho, al duque de Berwick, que comandó las tropas borbónicas, no se le concedió la grandeza de España hasta octubre de 1707, seis meses después de su victoria. En un primer momento, los folletos recopilados solo aluden a la «gran victoria» de Almansa y al hecho de que Felipe V mandase construir una columna de piedra «para mantener la memoria viva con los años».
En el ‘Folleto Bonsoms, nº 7509′, publicado en 1707, se incluye un artículo que resalta la bondad de Felipe V y del francés Asfeld al perdonar la vida de los prisioneros: «Pero el noble cavallero Dansfeld, con cordura y maña, con su gente valerosa fuertemente los ataca. Pasaron toda la noche y la siguiente mañana, pidieron los enemigos pacto de bandera blanca. Resérveseles las vidas con condición, que quedaran por prisioneros de guerra rendidos a nuestras armas, diose con lauros y triunfos».
Otras reseñas inciden en los aspectos más heroicos de la Batalla de Almansa: «Atacaron a sus enemigos con tan intrépido brío que siguiéndoles en su precipitada fuga hasta tres leguas del campo, lo dejaron poblado de funestos y horrorosos escarmientos». Pero, sobre todo, se manifestó un interés en cuantificar el número de víctimas austracistas: «Pasando de seis mil los que dejaron muertos, y de diez mil prisioneros, sin que de los demás salvasen sus vidas mas que aquellos, que en tan gran derrota tuvieron mejores cavallos».
En otros folletos, las cifras que se barajan son 5.000 muertos y 9.000 mil prisioneros. Cuentan que Almansa había quedado como un: «Campo de cadáveres cubierto, pues de cinco mil pasaban a quienes dieron entierro sin redoble de campanas, porque no hizieron porque tengan sufragios sus almas, y más la que Gallovay, aquel herege, mandaba». En todas las crónicas existe, según la autora del estudio, una «voluntad de minimizar» el poderío de los aliados y otros relatos se hacen eco de «una abundante deserción en el ejército austracista».
Alabrús expresa que la Batalla de Almansa fue «la gran ocasión que necesitaban los borbónicos para difundir sus razones». Y defiende que éstos, a lo largo de 1705 y 1706, habían sido más «sujetos pacientes que agentes de la publicística de esos años». Ahora, en 1707, se producía a la inversa: los que parecían perdedores se tornaron ganadores y aprovecharon el desenlace para armarse de razones.
Además, Alabrús precisa que los folletos «pasan como sobre ascuas sobre la represión borbónica en Valencia, tras la abolición de su estatuto de autonomía cosa que, en cambio, los cronistas borbónicos, más tarde, tratarán sin mayores complejos». Algunos de ellos reconocerán que la victoria de Almansa estimuló la resistencia de las poblaciones valencianas (Alcoi, Xátiva, Alzira, Dénia, etcétera).
Un borbónico, López de Mendoza, responsabiliza directamente a Felipe V y a las tropas francesas de Asfeld de lo sucedido en Xátiva: «Se aprobó en la corte de donde salió decreto» y «se convirtió en una sangrienta tragedia, no quedando nada vivo». Belando es también muy beligerante, pero con la actuación de los franceses en Valencia: «Cometieron tantas tiranías, extorsiones e injusticias que se pudiera llenar un libro».
La maquinaria se pone en marcha
Los borbónicos son conscientes de las críticas que recibían de los austracistas e, incluso, de algunos de su propio bando (ya fuera por el regalismo o por la problemática fiscal). Por ello, se sirven de las victorias de Felipe V para ensalzar su figura.
Sus triunfos tuvieron una cobertura imponente; pero destacó por encima de todas la utilización de la Batalla de Almansa, que trajo consigo una explosión panfletaria, visual y laudatoria en la mayor parte de los territorios partidarios del Borbón. Pero además de las loas a Felipe V, cabe destacar que la propaganda de guerra también llevaba consigo un mensaje negativo, pues a menudo cargaba contra todos los ciudadanos de la Corona de Aragón: valencianos, aragoneses y catalanes.
Por ejemplo, en ‘El danzante de Alarcón que bayla a su son’ se alaban las proezas del general Berwick en Almansa y al mismo tiempo se esgrime: «Aora que el valenciano reconociendo su error al oir otro tambor dexa el que toca el villano. (…). Aora sí, que ya Berwick, valeroso campeón, nos haze alegrito el son y va caminando a Vich (…). Aora sí, que baylaré yo. Aora sí, que denantes no. Aora, que Zaragoza y lo interior de su buque reniegan del Archiduque (…). Aora, que a Cataluña le van dando fuerte guerra tres ejércitos por tierra hincándole bien la uña. Aora, que aunque lo gruña le han de hazer que lleve el son de D. Felipe de Borbón y dejar el que tomó».
También en ‘El cardador de Segovia’ se da el parabién a los triunfos de Felipe V, pero a su vez se advierte a Valencia y Aragón: «Que el esfuerzo de Berwick ha rendido porque sirva de exemplar a los rebeldes que contra el rey se conspiran de Valencia, de Aragón, los lamentos nos lo digan pues aun duran sus suspiros que su aliento desaniman».
Para fortalecer estos argumentos se critica sistemáticamente al archiduque Carlos (se le llama caprichoso, codicioso y arribista). En la canción real El monarca perseguido por un príncipe ambicioso (‘Folleto Bonsoms, n° 3111’, año 1707) se dice: «Triunfa Felipe y tanto que la punta sangrienta de tu espada a la victoria de tan digna entrada que sea de Almansa fiero espanto, banderas, pavellón, riqueza y quanto de su Liga temido, ponga el miedo en olvido por trofeo inmortal de la edad nuestra: logra lauros tu exercito y tu diestra, atónito el contrario, mudo y yerto, en fuga alienta el brío sino muerto, y sepa el orbe que en tanto arduo empeño, eres de España rey y nuestro dueño».
El discurso austracista: silenciar la Batalla de Almansa
La publicística favorable a Carlos de Austria silenció lo sucedido en la Batalla de Almansa, según explica la historiadora en su estudio. El cronista Feliu de la Penya, muy discretamente, en sus Anales de Cataluña atribuyó la derrota austracista a la inferioridad numérica de este ejército sobre el borbónico y a la impericia de los generales Galway y de Las Minas.
Licchtenstein, en sus cartas al rey-archiduque Carlos, le insinuó traiciones por parte de algunos cortesanos, así como negligencias. El general Galway, partícipe en la batalla, echó las culpas al propio Carlos por sacar del frente algunos batallones y trasladarlos a Cataluña para reforzar el ejército allí. El debate sobre responsabilidades entre el bando aliado fue la comidilla en los altos niveles de la política, pero no se reflejó en la publicística.
Dice Alabrús que la derrota de Almansa radicalizó la represión de los leales al Borbón en Barcelona. Se les registró en una lista, se les confiscaron bienes y propiedades y, en algunos casos, se les condenó a muerte. Sin embargo, la publicidad austracista no menciona esta represión sino que, al contrario, incide en la violencia llevada a cabo por los borbónicos después de Almansa en Valencia.
Paralelamente, el discurso austracista intentó minimizar la victoria de Almansa con la estrategia de recordar hasta la saciedad las derrotas francesas previas, por lo general, a manos de unos «heroicos» catalanes. También son abundantes las canciones y textos posteriores a la batalla de Almansa exaltando la personalidad liberal de Carlos III, intentando olvidar la derrota y, a su vez, captar a los borbónicos descontentos. Pero todo concluyó como ya sabemos. Felipe V ganó la partida y la guerra concluyó con la firma del Tratado de Utrecht, en 1713.
Para saber más del eco de la Batalla de Almansa en los folletos de la época, puedes leer el estudio completo de Rosa María Alabrús a continuación: