Mi amigo filósofo y yo volvemos al “pajar filosófico” de Almansa, ya sabéis, el que carece de cerrojos y cerrajas. Un lugar tranquilo, sin pretensiones, donde la verdad apenas se vislumbra pero que, transcurrido cierto tiempo, se nos muestra la realidad en un horizonte más extenso y la existencia humana cobra paulatinamente mayor significado. A ello contribuyen, especialmente hoy, las reflexiones en torno a Jacques Derrida.
Pero hoy no estamos solos. Junto a la “pajera” vemos sentados a unos amigos: William, el “gentleman teacher” con sus profundas inquietudes rondándole la cabeza, Paco Doñate, nombrado “Almanseño ilustre” hace años, instalado en la razón y la ciencia, y un joven semjnarista de Villarrobledo, Alejandro, empeñado con la gente de Cáritas en buscar un albergue a los indigentes sin techo y transeúntes. Todos ellos atraídos por este pajar y lo que en él se cuenta. En resumen, la búsqueda de la verdad y el nexo que indudablemente se da entre fe y religión. Fuera se oye el ruido de una moto y se apaga cuando vemos entrar al motarra Guille con camiseta rockera y una mochila a la espalda. Saluda a todos y se dispone a escuchar.
Este judío francés de origen argelino (1930-2004), considerado uno de los pensadores más influyentes, es un comentarista sin fin en la búsqueda de la verdad. Su pensamiento deconstructivo es como el tabernáculo judío para guardar las tablas de la ley pero vacío en su interior, un significante sin significado.
Empieza con una pregunta “¿Qué es la religión?” a la que su respuesta es adentrarse en giros y giros, destacando su doble etimología latina: “religere” (ciceroniano) y “religare” (del cristiano Tertuliano), en ambos casos con el significado de “reelección” (remite a la sacralidad natural, experiencia de la santidad y de lo indemne) y “reunión” (unión con Dios, de carácter cristiano, experiencia de la creencia o fuente fiduciaria). Cada una de estas dimensiones refleja y presuponen a la otra.
La religión está clavada en la realidad humana, es omnipresente (expresión de Benveniste) y acompañante indisociable de la experiencia humana. Y tiene dos nombres históricos: lo mesiánico (la apertura al porvenir o a la verdad del otro sin horizonte de espera como una sorpresa absoluta) y la khorá (lugar del otro, la exterioridad absoluta, el desierto del desierto, la raíz última de lo sagrado e innombrable o indecible). La democracia hunde sus raíces en lo mesiánico, en el invencible deseo de justicia e igualdad. Ante la imposibilidad de nombrar lo último sacro e indemne, surge la tolerancia entre todas las religiones.
No hay contraposición entre razón y religión pues ésta proviene de ciertos autores del siglo de las luces (Voltaire, Feuerbach, Marx, Freud o Heidegger). Intenta una búsqueda de lo infinito, que se sabe inefable y afirma que, si se puede pensar en la religión, no supone ya su controlabilidad, que el asunto se da por zanjado. Y la cuestión de la religión es “la cuestión de la cuestión”. Estamos condenados a enfrentarnos a lo que permanece oculto, que no es el límite o fracaso del pensamiento sino su acicate. De ahí nuestra búsqueda sin término.
El retorno social-cultural de la religión. Estamos viviendo oleadas de religiosidad quizás preocupante (fundamentalismo islamista, neointegrismos cristianos… unidos al mal), bien de productos mediáticos (viajes papales), en una relación de amor/odio con la tecnociencia y el mercado. Por lo tanto la vuelta a la religión es muy ambigua. Como los filósofos anteriores tiene las lagunas de la referencia abstracta de la religión, como una estructura del pensamiento sin vivir en la experiencia histórica concreta ni ser fruto de la tradición.
Abandonamos el pajar con la idea de que quizás la cuestión religiosa recupere protagonismo con el esfuerzo del actual Papa Francisco por resumir lo esencial de la religión católica en la luz de la fe, la memoria fundante del Jesús resucitado y las manos que se elevan al cielo para edificar el bien común atendiendo a la cultura del descarte, o sea los que no cuentan en la sociedad actual. Entre otros aquellos que vemos diariamente en oficinas de bancos o en rincones de nuestras calles, sin hogar, refugiados y protegidos de la intemperie debajo de unos cartones y acompañados a veces solamente por un perro de mirada triste.
“Goodbye…see you next month” dice William, “Arrivederci” contesta Paco Doñate y “Hasta pronto”… nos despedimos el resto: el Profesor Antonio Alfaro, Alejandro y el Guille, quien, tras ajustarse el casco, acelera su potente moto y se pierde en el ocaso, dejando atrás una polvareda que todo lo oculta y un rastro de ruido y de humo…