19/10/2025

El periódico digital de Almansa

La razón de la rivalidad entre Almansa y Alpera: más de 600 años de desencuentro

Lo que comenzó como un pacto medieval para organizar un recurso esencial ha derivado en una herida histórica que aún hoy perdura aunque muchos no saben el porqué
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La rivalidad entre pueblos cercanos y vecinos suele ser algo común en España… y en cualquier parte del mundo. Rencillas vecinales, competencias deportivas o diferencias culturales suelen ser los detonantes que causan enfrentamientos de mayor o menos relevancia y que pueden extenderse por generaciones. Y por supuesto la comarca de Almansa también guarda este tipo de relaciones con algunas de sus localidades vecinas. 

Por todos es conocido la rivalidad entre «la ciudad de Almansa con el pueblo de Albacete», cuyo origen trasciende desde la llegada de la industria hasta la más reciente competencia en el deporte, siendo el fútbol el mayor reflejo de ello en las últimas décadas. Aunque con el paso de los años, Albacete ya se ha convertido en una ciudad querida y la competitividad se ha olvidado, todavía hay quien no ve con buenos ojos a la capital provincial (aunque es un destino formidable para muchos otros). 

Situación similar pasa con Almansa y Alpera, poblaciones que guardan una actitud de cada vez más suavizada hostilidad que no es ni reciente ni anecdótica. Y es que las razones de la misma se remontan tanto tiempo atrás que los más jóvenes ni siquiera saben el verdadero por qué, pero siguen metiendo cizaña al asunto de manera simpática cuando hay oportunidad. 

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Una pugna que arranca en la Edad Media

La principal e histórica rencilla entre Alpera y Almansa se arrastra desde hace más de seis siglos y tiene un mismo origen: el agua del Pantano de Almansa, cuyo embalse es considerado una de las obras hidráulicas más antiguas de Europa en funcionamiento.

Miguel Juan Pereda, cronista oficial de la villa de Almansa y autor del memorable primer cuaderno de estudios locales de Torre Grande «La construcción de la presa del pantano de Almansa y el desvío de la rambla de las hoyuelas», recuerda que el conflicto no es nuevo. «Es la razón por la que Almansa y Alpera mantienen vivo un enfrentamiento que dura ya más de 600 años», explicó en su redacción.

El acuerdo de 1338 y el quid de la cuestión del conflicto

El punto clave está en un acuerdo alcanzado en 1338 entre los concejos de Almansa y Chinchilla —a cuyo término pertenecía Alpera en aquel momento— y ratificado por ni más ni menos que el mismísimo Don Juan Manuel. En el se estipulaba que el Pantano de Almansa se podía alimentar, con un caudal de 200 litros por segundo, de parte de las aguas de las Fuentes de Alpera. Esta no es el único aporte del que se nutre el embalse, sino que también se beneficia de numerosas ramblas, cañadas y vertientes: el Pantano de Almansa se puede llenar al completo en pocas horas debido a su amplia cuenca de recepción. 

Además de esta suerte de trasvase del que se benefició Almansa, el pacto firmado por el autor de «El Conde Lucanor», establecía un reparto muy preciso del agua del pantano, pero algo desigual para nuestros queridos alperinos. Según el estudio de MJ Pereda, Almansa obtenía el uso íntegro del caudal todas las noches del año, desde la puesta hasta la salida del sol, además de los domingos y días de Pascua, lo que equivalía a un 56,6 % del agua. Alpera, por su parte, quedaba con el 43,4 % restante.

Este reparto probablemente equitativo pero con cifras diferentes, fijado de manera tan concreta en franjas horarias y días festivos, fue visto como un agravio por los vecinos de Alpera ya que parte de las aguas manaban de su territorio. Con el tiempo, esa percepción se convirtió en un símbolo de la relación tirante entre ambas localidades.

Seis siglos de desencuentros

Aunque el mundo rural ha cambiado radicalmente desde el siglo XIV y el recuerdo de este pacto medieval ha ido desvaneciéndose, la rivalidad sigue apareciendo en forma de dichos cómicos o en competitividad sin conocimiento de causa. De esta manera, podemos afirmar que el pantano no solo transformó el paisaje, si no que impulsó económicamente de tal manera a Almansa que finalmente provocó envidias, rencillas o rivalidades con otras poblaciones, en concreto con la pobre Alpera, que vio como los «almansinos» se llevaban sus aguas. 

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