21/11/2024

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Antonio Ortuño se jubila tras siete lustros en la enseñanza: «Lo duro llegará cuando vea que es septiembre»

Antonio Ortuño profesor

Quedamos en el IES Escultor José Luis Sánchez, el último centro educativo donde ha trabajado. Mientras camino hacía allí, voy escribiendo alguna que otra pregunta en mis anotaciones. Ya cerca de la puerta exterior del instituto y, a punto de tocar al timbre, me percato que Antonio me está esperando sentado en un banco bajo la sombra de un árbol, justo en la entrada al centro.

Me sorprende encontrarlo fuera; esperaba hallarlo en un aula corrigiendo exámenes o dando por cerrada alguna tutoría. El caso es que me invita a sentarme ahí mismo, «porque en estas fechas se está mucho mejor fuera que dentro». Antes de comenzar a charlar, le comento que me gustaría fotografiarlo delante de una pizarra.

—Sí, por supuesto. Lo único que ya no quedan pizarras de tiza en el instituto. Creo que solo hay una, y está en la sala de Dibujo y Plástica. Ahora ya solo quedan pizarras eléctricas, que son muy útiles, te ofrecen muchos recursos, pero también son muy caras…

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El que habla es Antonio Ortuño, profesor en Almansa, que afronta su jubilación tras siete lustros en la enseñanza. Una persona que deja huella por su mansedumbre y sabiduría en la palabra, su paciencia y su habilidad para impartir Biología, así como por su artesanal dedicación al alumno, tanto dentro como fuera del aula.

¿Cómo es eso de que no quedan pizarras? Es un buen reflejo de cómo ha evolucionado la enseñanza, ¿no?

Es una de las cosas que más ha avanzado en la enseñanza y es de agradecer. No solo las pizarras, sino cualquier otro elemento técnico. A los profesores de ciencias, cuyas asignaturas son muy visuales, nos ha venido genial. Antes hacíamos los dibujos como podíamos, con diferentes colores, y eran difíciles de entender. Por suerte esos métodos son ya antediluvianos, los nuevos nos han facilitado mucho la labor.

Antonio Ortuño

¿Cómo has cambiado desde que hacías los dibujos de los átomos en pizarras de tiza?

Yo comencé en la enseñanza sin pensarlo, entré casi por casualidad. Poco a poco el trabajo se fue haciendo vocacional. Yo había trabajado primero en un laboratorio en Albacete porque cuando hice Biología ni siquiera pensaba en la enseñanza como salida. Trabajar en ese laboratorio me sirvió para darme cuenta de lo que no quería hacer; era una labor demasiado monótona. Entonces pensé en otras salidas, y de ahí el acudir a la enseñanza. Me presenté en a una vacante en Albacete y me cogieron para empezar a dar clases. Tuve la suerte de que era educación para adultos, de esta forma «el impacto» fue mucho menos agresivo que después con los adolescentes [ríe].
Los cambios en mi vida y en mi rutina fueron radicales. Pasé de vivir en Albacete a dar clases en la Sierra de Alcaraz, pero es que al año siguiente pasé a un instituto enorme de Formación Profesional en un barrio periférico de Alcalá de Henares. En esos episodios es cuando me fui curtiendo y dándome cuenta de que sí que valía para ser maestro. Seguí dando muchos tumbos hasta asentarme por fin en Ayora con un puesto fijo, lugar en el que pasé 11 años de mi vida. Tras esta etapa llegué definitivamente a Almansa, donde he impartido clases en el Herminio Almendros y en el Escultor José Luis Sánchez.

¿De dónde eres tú Antonio?

Soy de Albacete ciudad y mi mujer es de Torrent, así que elegimos el término medio entre los dos. Tras todo este tiempo, me alegro de haber elegido Almansa. Llevamos 24 años en esta ciudad y, la verdad, contentísimos.

Antonio Ortuño

¿Cómo afronta Antonio Ortuño sus últimos días de profesor en Almansa?

En estos días siempre hay algo que es «lo último»: último examen, última evaluación, último claustro, la última comida con los compañeros… Aunque, pensándolo bien, seguro que no es la última comida que hago con ellos, espero. Por ejemplo, hoy he vaciado el casillero. Y cuando empiezas a ver cosas, fotografías, leer escritos y sobre todo ver el armario vacío… [suspira levemente] Ahí es cuando se te remueve algo por dentro. Es una sensación de nostalgia extraña. Es algo que llevas mucho tiempo esperando, pero cuando llega el momento de verdad sientes algo de vértigo. De todas formas, me estoy dejando llevar por la dinámica de fin de curso que, al fin y al cabo, forma parte del trabajo. Creo que lo duro llegará cuando vea que es septiembre y que no me incorporo.

¿Cómo vas a dedicar el tiempo ahora? ¿Qué planes tienes para el futuro?

Siempre he sido un enamorado de la Historia, me planteo seguir leyendo o incluso matricularme en la UNED, pero no de forma inmediata. Afortunadamente, como la salud me acompaña, aprovecharé para viajar.

¿Algún viaje en especial que tengas previsto?

Sí que tengo algo en mente. Me gustaría viajar con mi hijo a Panamá, ya que allí tengo un familiar y la selva siempre me ha llamado la atención, pero nunca he podido acudir a esa zona tropical. Esa espinita me la quitaré cuando pueda. Lo único necesito es que haga buen tiempo y… que venga mi hijo, para que me dé esa seguridad.

¿Has notado evolución en el alumnado a lo largo de tu carrera?

Hay cosas que nunca cambian; el comportamiento de los chavales es el mismo ahora que hace 35 años. ¿Puede que antes fueran más disciplinados que ahora? Es posible. Pero también te digo que va por promociones, hay algunas muy buenas y otras más revoltosas. También creo que el nivel de exigencia es menor, aunque el sistema se ha beneficiado. Lo que sí ha cambiado radicalmente es el sistema de enseñanza es la mejora de medios técnicos y el tipo de contacto con el alumno, así como la metodología. Es lo que hablábamos antes de las pizarras.

No has pasado cinco años seguidos en tu carrera sin que se haya cambiado la ley de educación vigente.

Ninguna ley se ha mantenido. En realidad, esta es una de las razones que me han animado a jubilarme. Es un poco desalentador. Ahora está entrando una ley nueva y es muy probable que no dure más de cinco años. Es muy decepcionante, triste y lamentable que los partidos políticos no generen consenso para hacer una ley de educación que dure al menos diez años, que haya estabilidad. Que se utilice la enseñanza como arma política es algo demencial.

Antonio Ortuño
Una de las salidas del aula favoritas de Antonio | Fotografía cedida por él mismo
Hay profesiones que en esta nuestra sociedad son más fáciles de criticar. Periodistas, jueces, políticos… Pero, sin duda alguna, los profesores a veces también estáis en el punto de mira. ¿Cómo valoras esto? ¿Cómo lo has sobrellevado?

Creo que la sociedad ignora un poco el trabajo que hacemos los profesores fuera del aula, aquel que no se ve y que incluye también los fines de semana. Siempre he dicho que cambiaría un mes de vacaciones por poder librar sábado y domingo. Cuando he recibido ese tipo de comentarios o críticas he intentado hacer entender a la gente nuestra realidad. Por lo demás, todos los trabajos tienen algo. En este aspecto no soy susceptible.

Curiosamente, el profesor es una de las figuras a las que más cariño se le guarda.

Es lo más gratificante del trabajo. Sin duda.

¿Cuál ha sido el balance en ese binomio de cariño-rechazo para el profesor Antonio Ortuño en Almansa?

[Sonríe] Te voy a decir una cosa. Sinceramente, creo que con el paso tiempo me he vuelto mucho más tolerante y más tranquilo. Sobre todo en la etapa final, que es cuando más ganas en este aspecto. Siendo sincero, nunca me he encontrado con un alumno o alumna por la calle que me haya lanzado una crítica o algo que no le gustara de mí, aunque considero que las críticas son buenas porque te hacen mejorar. Pero en la mayoría de ocasiones, mi alumnado siempre ha guardado buenos recuerdos de mí.

Antonio Ortuño
Antonio Ortuño con algunos de sus compañeros de profesión, en el instituto almanseño | Fotografía cedida por él mismo
¿Podrías destacar un momento feliz de toda tu carrera como profesor?

He disfrutado mucho con las salidas. Esos momentos de intercambio y de ese contacto diferente al que hay en el aula con los chavales, en la mayoría de los casos, han sido momentos muy buenos. El agradecimiento de los chicos y chicas también es muy bueno. Por ejemplo, el otro día en las graduaciones, que los alumnos se acuerden de ti y te dediquen unas palabras… son momentos que te llenan, te llenan bastante. Por supuesto, todos los contactos y amistades que he ganado han sido gratificantes. No perderé el contacto con ellas, porque forman parte de mi vida y considero que encontrarlas en el camino ha sido una recompensa en este duro trabajo de la enseñanza.

¿Qué le dirías a ese joven Antonio que comenzó a impartir su primera clase en un centro para adultos hace ya más de 35 años?

Pues te voy decir una cosa, precisamente este año he tenido una compañera que he tutoreado y acompañado en sus prácticas y oposición. Creo que los mismos consejos que le he dado a ella serían los que me daría a mí mismo, a ese joven Antonio que mencionas. Creo que compartir experiencias es un gesto de generosidad.

Antonio Ortuño profesor

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