1938. Plena Guerra Civil. El convento de las monjas agustinas de Almansa se convierte en cárcel, como campo de concentración y corredor de la muerte. En ella se hacinan reos políticos contados por centenares. Sin saber si es su último día en la tierra, Juan José Sánchez las Heras, un preso más, estampa su nombre y apellidos con un pequeño grafito en la pared de su celda.
80 años después, el recuerdo de este y otros presos ha perdurado. Las firmas «del olvido» han sido rescatadas por el historiador almanseño Jose Ibáñez y publicadas en el libro «Guerra Civil en Almansa: los grafitis del convento de las monjas agustinas». Hoy charlamos con él, para conocer de cerca la investigación y cuál es su valor e importancia en la sociedad actual.
Empecemos por el principio ¿Cuántos años llevas trabajando en esta investigación?
Empecé en 2018, todo comenzó como un trabajo fin de máster de Historia Contemporánea de la UNED. Hasta 2019, ese año y medio se dedicó al proceso de documentación y redacción. A partir de ahí lo presenté al concurso de jóvenes investigadores Don Juan Manuel del Instituto de Estudios Albacetenes (IEA). En diciembre de 2019 se me trasladó la decisión: había sido el ganador y el estudio se publicaría en libro.
Pero llegó marzo de 2020 y con la pandemia se frenó en seco su publicación. Ya definitivamente en 2021, tras intentar publicar el trabajo de varias formas, desde el IEA me confirmaron que saldría a la luz en 2022.
Mucho tiempo intentando publicar un estudio de años de esfuerzo ¿cómo te has sentido al ver que no salía a la luz?
Por momentos llegué a odiar la situación [risas]. Fue un trabajo que costó mucho, la práctica de la arqueología de la Guerra Civil es complicada, a parte de ser un tema bastante delicado.
En este estudio conté con los testimonios personales de familiares y su experiencia durante el conflicto. Así pues, ver que no salía a la luz era duro, quería cerrar este capítulo y quitarme la espinita de la publicación.
¿Cómo fue el proceso de investigación?
Localicé los grafitos gracias a Ignacio y Jose Luis de Salones Ramona, quienes me permitieron acceder y visitar el espacio. En un primer momento hice prospección para saber si lo que había dentro tenía valor o no. Viendo que el conjunto era muy variado, de calidad histórica, y sabiendo que podía relacionarlo con personas que estuvieron presas en la cárcel, empezamos a tirar del hilo.
En otras repetidas ocasiones volví a visitar el convento con un familiar fotógrafo profesional para tener instantáneas de máxima calidad. También diseñé un escalímetro para medir los grafitis.
El resto de trabajo se basa en una gran labor de documentación. Muchas horas de archivo: actas municipales del Ayuntamiento de Almansa desde el 1933 al 1939, archivo del CEDOBI (de las brigadas internacionales), causas generales de asesinatos por parte de los sublevados, reconocimientos de seguimientos de republicanos almanseños…
En una de esas lista de reconocimiento, con las que los sublevados realizaron una especie de «depuración» para ver si los vecinos estaban sindicados o en algún partido de izquierdas, encontré la ficha de uno de mis tíos. Lo ponían bastante mal parado ya que fue sargento con Enrique Líster. La historia de este familiar es increíble: herido siete veces, cruzó el Ebro con un perro porque no sabía nadar, huyó a Francia… Da para otro libro.
Echando un vistazo al libro concluyo que la memoria oral también ha tenido parte de importancia en este estudio.
Sí, he querido contar las vivencias de las familias y la memoria oral es fundamental para ello. Agradezco mucho el apoyo a todas las familias y personas que me han facilitado testimonios así como fotografías de su archivo fotográfico familiar.
¿Cómo te sientes al comprobar que estás rescatando la memoria del olvido?
Sinceramente he disfrutado mucho de la publicación, a parte de por ser un apasionado de la historia local, por recuperar la memoria de estas personas.
¿Cuál es el estado actual del convento de las Agustinas?
Hemos tenido la suerte de que el espacio donde están los grafitis se ha respetado, por casualidad, no por ponerlo en valor, ya que la zona del palomar del convento estaba reservado como trastero para las monjas.
Más tarde, con la llegada de la compra del edificio por parte de Salones Ramona, se reformaron las instancias inferiores del convento pero la zona donde están los grafitos quedó intacta, ya que tampoco fue rehabilitada tras la guerra y quedó en esas condiciones.
Hace más de diez años, hubo un proyecto para convertir el convento en un hotel, pero se paralizó en 2008. En caso de haberse llevado a cabo, no sabríamos que hubiera ocurrido con ellos. Por eso estoy muy contento con el resultado, hemos rescatado del olvido las firmas que muchas personas estamparon en lo que fue un corredor de la muerte y campo de concentración. No lo olvidemos.
¿El convento de las Agustinas también fue campo de concentración?
Sí, llegaron a estar encerradas más de 500 personas en un espacio muy reducido. Ahora mismo, mientras charlamos, me acuerdo de un grupo de caudetanos del Frente Popular que se negaron a salir del convento porque sabían que iban directos al fusilamiento en el cementerio.
Tras negociar y negarse a salir, los sublevados utilizaron una ametralladora y en la misma sacristía fueron asesinados.
Eres profesor de instituto ¿cómo reaccionan tus alumnos al conocer episodios de este tipo?
Cuando se lo cuento a mis alumnos se quedan perplejos, no pueden creer ni entender que hace menos de 100 años sucedieran estas cosas en un edificio por el que pasan todos los días. Son experiencias que ahora son incomprensibles.
¿Cuál es la importancia de echar la vista atrás e impartir la historia sin tapujos, contando lo que de verdad sucedió?
Lo primero, y sobre todo, para no olvidar lo que ocurrió y que no se repita. La memoria es importante, si no somos capaces de recuperarla, tristemente, se perderá.
En segundo lugar, por la pedagogía que puede tener para los más jóvenes: la intolerancia, el no respetar las ideas del prójimo… Actualmente estamos viviendo como partidos de «cierta extremidad» se cargan la convivencia democrática de los ciudadanos, repasar la historia sirve para que los jóvenes comprendan que en democracia no puede existir violencia.
Volvamos al estudio: ¿qué pintaban los presos en las paredes?
Hay un volumen de grafitis grande, que alcanzará las 250 piezas. Hay todo tipos de grafitis, algunos se repiten mucho y la mayoría se pintaban con grafito (92%), aunque una pequeña parte está impresa con incisiones metálicas (rasgando las paredes). Hay casos curiosos como partidas de cartas, ya que no tenían papel, tenían que contabilizar las puntuaciones de alguna manera. Tenemos que comprender que pasaban mucho tiempo entre esos muros.
Hay firmas personales, una manera que tenían los reclusos de confirmar que estuvieron ahí. También poemas, frases y fechas con importante significado personal.
Por supuesto encontramos simbología franquista, esvásticas, hoces y martillos…
Cuéntanos uno de los casos más curiosos con los que te has encontrado
Encontramos la firma de un brigadista internacional, estadounidense. Escribió todos sus datos personales, sus fechas e incluso donde vivía, en Louisville. Es decir que, a día de hoy, podemos visitar directamente la que fue su casa. Seguí su pista y por lo que pude leer fue herido por un francotirador en Barcelona, el disparo le voló los dos codos, y falleció por complicaciones derivadas de sus heridas ya de regreso a EEUU.
Explícanos dónde podemos encontrar el libro «Guerra Civil en Almansa: los grafitis del convento de las monjas agustinas».
Se puede comprar en la librería Molina y en el quiosco Casa Julián en Almansa.
Enhorabuena por la publicación y muchas gracias por esta genial conversación, Jose.
Gracias a vosotros. Me encuentro muy feliz por la publicación de este libro, que tras un premio y una pandemia de por medio, por fin ha visto la luz. Espero que guste mucho a toda la ciudad.
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