La confitería Alfredo Reig de Almansa consigue un Solete Repsol | Un madrugón. Un encendido de horno. Unas manos que amasan. Una mente que compone ingredientes. Una sonrisa que atiende. Son los elementos que preceden a un instante mágico: el almanseño ausente de su tierra durante décadas abre la boca para degustar de nuevo aquel inconfundible sabor. Parece magia, pero es pura labor artesanal. Un dulce consigue retrotraer al hombre adulto hacia la infancia vivida en esa querida tierra manchega.
La Confitería Alfredo Reig ha sido reconocida con la prestigiosa insignia «Solete Repsol» como un negocio tradicional que ha sabido sobrevivir al paso del tiempo sin perder un ápice de su esencia original y la calidad gastronómica. Desde La Tinta nos acercamos a esa legendaria tienda en calle Virgen de Belén para charlar un rato con su gerente.
La Confitería de Almansa que es un Solete Repsol
Sorpresa total para Alfredo Calatayud. Hace unos meses se pusieron en contacto con él por correo electrónico. No dio mucha importancia a un mensaje de Repsol en su bandeja de entrada en el que decían «Queremos conocerte», aun así contestó a unas cuantas preguntas que aparecían en el mismo. Pasó el tiempo y no recordó mucho más sobre ello.
De repente, al paso de unas semanas, este pasado lunes día 11, comenzó a recibir mensajes de felicitación por redes sociales, por WhatsApp y un sin fin de llamadas dándole la enhorabuena. «¡Me han dado un Solete Repsol!», nos cuenta con una enorme sonrisa en la cara, pero sin más aspavientos o sobreexcitación, fiel a su actitud cercana, intensa, pero a la vez tranquila y hospitalaria.
Después de tantas felicitaciones acudió de nuevo a su correo electrónico y pudo confirmar que le habían dado el reconocimiento y que ya tiene disponibles «los Soletes» para instalar en su tienda. Ahora el nombre de la confitería aparece en todos los periódicos de España.
Lo único que lamenta es no haber podido acudir a la gala de celebración y entrega de los premios que se realizó en Córdoba, ya que allí tiene a mucha familia y le hubiera encantado compartir ese tiempo con ella, pero todo ha resultado salir de esta manera y al fin y al cabo está contento por él y por su equipo.
Para todo el equipo de Alfredo es curioso, a la par de muy satisfactorio, conocer que han sido visitados y seguidos por un crítico culinario durante todos estos últimos meses: «Hemos tenido un espía que no conocíamos y para todos nosotros es una gran alegría haberle gustado».
Negocio histórico de Almansa
Este reconocimiento se otorga a negocios tradicionales que han sabido superar el paso de los tiempos manteniendo su calidad y componente genuino por encima de los cambios en el mercado. Alfredo considera que esta definición encaja perfectamente con la Confitería Reig.
«Una confitería como esta con sus características y su carta tradicional es muy complicado, tenemos más de 30 o 40 de pasteles grandes, otras tantas de pequeños, muchísimos tipos de bollerías y salados». Entonces desde la Tinta le preguntamos que cuál es el secreto, a lo que Calatayud responde: «Lo primero, los clientes. Y también este equipo, un equipo de seis personas que cada una de ellas tiene un papel fundamental. También considera muy importante el escaparate, algo de vital importancia desde los tiempos de mi abuela allá por 1968».
Arturo Reig y Alfredo Reig, bisabuelo y tatarabuelo respectivamente de Alfredo Calatayud, fueron los que sentaron las bases de un negocio que aun se mantiene en pie y que sigue siendo sinónimo de calidad. Por supuesto, nuestro vecino agraciado con un «Solete» se acuerda mucho de ellos con este reconocimiento al igual que de su tío y abuelo, ambos con el mismo nombre: Alfredo. Seguramente fue su yayo el que elevó el negocio a un siguiente nivel al multiplicar la producción y creando la fábrica.
También considera que es muy importante seguir siendo conocedor de todas las recetas más importantes y sus procesos de fabricación. En este punto se acuerda de Paqui, Andrés, Enriqueta, Cristina y Belén, que siempre están buscando que la marca siga siendo un referente en todos los sentidos. «Se que todos ellos trabajan en este negocio como si fuera suyo, siempre al pie del cañón», subraya orgulloso Calatayud.
Sin duda… «Marca Almansa»
Sigue aludiendo al término «complicado» a la hora de definir toda la lucha que conlleva el reinventarse, pero manteniendo la esencia; el seguir ofreciendo calidad, pero afrontando subidas de precios; o el continuar madrugando cuando ni las calles están puestas, mientras los vaivenes de la vida golpean con dureza.
Le comento que para mí, personalmente, su confitería es «Marca Almansa» y que cada vez que alguien de fuera viene a visitarme le digo que pruebe gazpachos, gachamiga y el polo de soletilla o la tarta de bizcocho y yema tostada de Alfredo. «Intento que todas las cajas, bolsas, turrones que lanzamos fuera lleven el nombre de Almansa. Además de que llevamos desde 1880, 144 años de negocio… Espero que podamos celebrar el 150 aniversario», me responde.
Una familia muy querida
En este punto de la entrevista dudo entre preguntarle o no por el futuro del negocio. Él se me adelanta y me dice que tras el equipo, los primeros en enterarse de este reconocimiento fueron sus hijos, Pepa y Alfredo, en los cuales sigue apoyándose muchísimo. Y por supuesto, recuerda con profundo cariño a Isabel, ella colaboró como nadie para afianzar este negocio y asentarlo en cimientos de organización. «Era muy organizada. Recordarla tras esta alegría nos llena de orgullo», nos comenta.
Para finalizar, la pregunta de oro tan habitual en estos encuentros con La Tinta de Almansa, le pregunto por un momento feliz vivido en todo este tiempo como pastelero.
«Este confitería ha sido mi vida. Mi padre falleció muy pronto cuando era niño y vinimos aquí a vivir con mis abuelos y yo me he criado en este obrador. Por eso cuando volví de estudiar y pasando unas temporadas en otros tipos de empresas y arraigué aquí tras el fallecimiento de mi tío, no me fue difícil engancharme a la pastelería. Momentos felices, muchos, uno ha sido esta semana. También es bonito cuando te reencuentras con alguien. O cuando un cliente que lleva décadas sin venir por Almansa y prueba un postre y de repente vuelve a su infancia en cuestión de segundos».