El 25 de noviembre es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, y mi mente subraya la palabra ELIMINACIÓN. La violencia de género es, sin duda, una de las grandes vergüenzas de nuestra sociedad, el más sucio de nuestros trapos, un problema social que cada día hace sufrir a miles de mujeres, que les cuesta la vida, la suya y la de las personas que les rodean, por el mero hecho de serlo, de ser mujer.
Mujeres objetivizadas, de protagonistas a olvidadas
Durante los años en que cursé la carrera de Historia del Arte, las mujeres no aparecían en esas hojas de apuntes que me acompañaban durante tantas horas. Pero no sólo eran omitidas las mujeres creadoras, las mujeres artistas, sino que, aun siendo la mayoría de escenas (mitológicas, cotidianas, religiosas, desnudos, retratos etc.) protagonizadas por mujeres, continuaban estando en un segundo plano. Estaban ahí, protagonizándolas, pero no se les veía, eran simplemente un elemento más de la composición, al igual que la luz, el color o la perspectiva.
Las obras de arte quedan impregnadas del ideario y cultura de la sociedad que las ve nacer, y por lo tanto, podemos rastrear y comprobar la crueldad y discriminación hacia las mujeres en cualquier época de la Historia del Arte. Cuántas veces habremos admirado con asombro la obra maestra de Bernini, Apolo y Dafne, concretamente en ese detalle de la mano de Apolo que agarra a la joven raptada. Al observar esta escultura, me pregunto: ¿alguien se habrá puesto en la piel de Dafne?, ¿y en la piel de Deyanira, Hipodamía, de las Sabinas, las hijas de Leucipo, de Perséfone, Proserpina o Europa?; todas ellas fueron igualmente raptadas (como si de un trofeo se tratase) e ignoradas, porque no importaban.
En las numerosas escenas de Susana y los viejos, como la plasmada por Artemisia Gentileschi, o los numerosos retratos de Dánae, observamos mujeres que están siendo o van a ser violadas, y ni siquiera reparamos en el horror. Incluso el gran maestro Francisco de Goya, en su serie de grabados titulada Caprichos, incluye una estampa (¡Que se la llevaron!) donde se observa una escena explícita de violencia contra la mujer. Sobre esta obra existe, incluso, un comentario en pergamino escrito por el propio artista que, como tantas veces ha ocurrido en nuestra sociedad actual, la responsabiliza del acoso.
La llegada del arte feminista en el siglo XX
En el siglo XX nace un arte impregnado de feminismo, creado por mujeres artistas que pretenden aportar una nueva visión diferente a la del hombre, el cual había eclipsado todas las épocas anteriores de la Historia del Arte. Las mujeres artistas, al amparo de la conocida como “Segunda Ola Feminista” de los años 60 del siglo XX, toman conciencia de su historia y circunstancias y crean un nuevo tipo de arte en el que se funden identidad y experiencia. La violencia contra las mujeres será, por lo tanto, un tema recurrente y conscientemente utilizado en sus obras, por artistas como Alice Need, Paula Rego, Louis Bourgeois, Frida Kahlo, Remedios Varo, Hannah Wilker o Ana Mendieta (esta última asesinada por su marido). Sin embargo, a diferencia de épocas anteriores, se convertirá en un tema de denuncia social, para lo cual las artistas utilizarán incluso vivencias personales.
La violencia contra las mujeres ha llegado hasta los museos, son numerosas las escenas en esculturas, pinturas, grabados o dibujos que desfilan ante nuestros ojos en las salas de exposiciones y ni siquiera nos saltan las alertas. Probablemente, porque la violencia contra las mujeres se encuentra tristemente normalizada en nuestra sociedad. Y no, no debemos permitirlo. No podemos darle oxígeno a un fuego que tenemos que apagar. Es momento de incluir la perspectiva de género en el arte y en otros muchos ámbitos de la cultura, cultivando así una mirada crítica que no ignore las escenas de violencia contra las mujeres.
Es un problema social, de todas y de todos. Eliminémoslo.