21/11/2024

El periódico digital de Almansa

«Superbacterias: la inminente emergencia sanitaria», por Jorge Fito

Esto se resume en una afirmación demoledora: si seguimos a este ritmo, en 2050 morirá más gente a causa de bacterias multirresistentes que por cáncer
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Creo que todas y todos estamos siendo conscientes en estas fechas de la importancia de la inversión pública en ciencia de calidad. La pandemia está dejando a todo el mundo muy claro lo vital que es la ciencia pública.

Es absolutamente necesario no tener mirada cortoplacista a la hora de determinar las partidas presupuestarias para investigación científica. Durante decenios los científicos y científicas de España (y del mundo entero) nos hemos manifestado por mayores inversiones en ciencia de calidad y por una mayor participación de lo público en la ciencia. Siempre alegábamos que una catástrofe de estas características podía golpearnos de repente y sin previo aviso (como lo ha hecho la COVID-19), y que por ello debíamos estar preparados y tener buenos sistemas de sanidad y de ciencia; el tiempo nos ha dado la razón.

Las superbacterias, la próxima amenaza

Pero esta vez es distinto. Nos enfrentamos a un problema mucho mayor, conocido y bien estudiado. Un problema sobre el que las y los científicos llevamos también mucho tiempo avisando. Estamos hablando de las superbacterias. Lo que estamos viviendo con el COVID no es nada comparado con lo que vendrá en unos años con las bacterias multirresistentes.

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Las superbacterias son bacterias que han adquirido resistencia a gran cantidad de antibióticos y, en algunos casos, a todos los antibióticos conocidos. Los y las científicas conocemos a estas superbacterias como bacterias multirresistentes (si son resistentes a distintos antibióticos) o panresistentes (resistentes a todos los antibióticos conocidos). ¿Pero cómo han surgido estas superbacterias? ¿Podemos hacer algo contra ellas? ¿Existe peligro real?

¿Por qué se crean las superbacterias?

Las bacterias adquieren resistencia por exposición a dosis no letales de antibióticos. Por ejemplo, cuando tu médico te manda que tomes un antibiótico durante 5 días y tú dejas de tomártelo al tercer día porque ya te encuentras bien, e inocentemente piensas que no es necesario tomar más. O como cuando tienes un resfriado y, por tu cuenta y riesgo, decides tomar el antibiótico que te quedaba en el tercer cajón del armario del baño, ese de aquella vez que no terminaste la dosis indicada por tu médico.

Aunque cierto es que no toda la responsabilidad recae sobre el ciudadano, ya que de forma preventiva se están usando diariamente toneladas y toneladas de antibióticos en multitud de procedimientos, desde los más estrictamente relacionados con la salud humana, hasta los relacionados con la producción industrial.

En cualquier caso, la sobreexposición a antibióticos termina ocasionando que las bacterias adquieran resistencia. Esto se traduce en que, de un día para otro, un antibiótico que ayer nos curaba, hoy no lo hace. Existe una tendencia global a que los antibióticos convencionales dejen de ser efectivos a causa de las resistencias bacterianas. Pero no solo ese es el problema. El problema de verdad es que las bacterias están adquiriendo resistencia más rápidamente de lo que producimos nuevos antibióticos.

Esto se resume en una afirmación demoledora: si seguimos a este ritmo, en 2050 morirá más gente a causa de bacterias multirresistentes que por cáncer.

¿Qué podemos hacer contra las superbacterias?

Quedan 30 años para 2050 y la respuesta es clara: tenemos que invertir en el desarrollo de nuevos antibióticos. Esto no es una crisis sanitaria que nos haya venido de golpe y porrazo como la pandemia de la COVID-19; contra esto tenemos una receta bien clara, y es más inversión en desarrollo de nuevos antibióticos.

Y por ello es fundamental que haya inversión pública, ya que a las grandes empresas farmacéuticas no les interesa ahora invertir en nuevos antibióticos. ¿Qué beneficios les reportarían? Ellas consideran que es mejor invertir en crecepelos y cosméticos, pues el mercado a corto plazo les compensará mucho más que si se dedican a invertir millones en nuevos antibióticos que poca gente usará en la actualidad. Su lógica capitalista les impulsa a invertir en lo que dé más beneficio económico a corto plazo.

Esta es la razón por la que el Estado debe invertir desde ya más dinero público en la investigación científica. Ni hablar ya del drama que viviríamos si son las empresas privadas quienes son dueñas de las patentes de los nuevos antibióticos contra las superbacterias: precios desorbitados por medicamentos que permitan salvar la vida.

El sistema público debería ser el dueño de los nuevos antibióticos contra las superbacterias. ¿No creéis, acaso, estimados lectores y lectoras, que algo tan esencial como un medicamento para evitar la muerte de millones de personas debería ser un derecho y no un privilegio?

¿Cómo podemos ayudar los ciudadanos y ciudadanas?

De cualquier manera, las y los ciudadanos tenemos en nuestras manos el destino de los antibióticos y las superbacterias: en primer lugar, seguir a rajatabla las instrucciones de nuestro médico cuando nos mande antibióticos. Si nos indica tomar el antibiótico durante 5 días, lo hacemos sin rechistar. Porque, aunque tú te encuentres ya bien, en tu interior pueden quedar poblaciones de bacterias, las cuales puedan adquirir resistencia si no sigues rigurosamente con el tratamiento que tu médica o médico te mandó.

Y, en segundo lugar, tenemos en nuestras manos la opción de votar a partidos políticos que inviertan más en ciencia pública. Algo tan simple como meter una papeleta u otra (o no hacerlo) en una urna, puede suponer salvar millones de vidas.

La ciencia y la sanidad son bienes comunes muy preciados que mejoran sustancialmente nuestra calidad de vida. Para que catástrofes similares (como la de la COVID-19) y futuras (como la de las superbacterias) no ocurran, la respuesta es simple: inversión en investigación científica y sanidad pública de calidad. Esa es la solución.

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