La «nueva normalidad» ya está aquí. Una renovada sociedad se presenta ante nosotros, muerta de miedo por el trauma del COVID, con todas las medidas clínicas necesarias y sedienta de vida.
De esta nueva escena hemos podido aprender ciertas lecciones interesantes para progresar como sociedad en particular y como humanidad en general. El contacto físico, el saludarse con un par de besos en cada carillo, que tanto incomoda a ciertas personas (sobre todo a las mujeres) ya no es de obligatorio cumplimiento. Respetar a los médicos, celadores, profesores y servicios de emergencia se considera condición sine quan non. Y tanto respetar como cuidar y amar a nuestros mayores ha vuelto a ser un mandamiento sagrado.
Pero el «mal» del ser humano sigue estando presente. Nuestra humanidad no ha sido restablecida por completo y podemos ver cada jornada como nuestra vida sigue marcada por la muerte, aunque el COVID no mate tanto como hace unos meses.
Primeramente, desde La Tinta de Almansa, no podemos (ni debemos) olvidar que esta semana un trabajador murió tras un accidente laboral en nuestra ciudad. Nos sumamos desde aquí al grito unánime: «Una persona acude al trabajo a “ganarse la vida” y no a perderla». Mandamos un mensaje de respeto a la familia y a sus conocidos. El fallecido era una persona, no un número. Se llamaba Juan Luis y tenía toda la vida por delante.
En la primera concentración de la «nueva normalidad», la que se realizó en homenaje al obrero fallecido, solo cambió la distancia a la que se mantenían los asistentes. Mientras los sindicatos de turno exhibían su labor, los conocidos del fallecido solo buscaban rendir homenaje a Juan Luis. Las rostros de los asistentes mostraban tristeza, las de los forasteros sindicalistas representaban rutina. ¿Por qué no decirlo? Los coordinadores provinciales ni siquiera sabían cómo se llamaba el hombre por el que se concentraban.
La muerte ha vuelto a protagonizar la semana en Almansa. La nueva normalidad no ha conseguido despegarnos de una triste realidad en la que siempre pagan los mismos: los más indefensos.
En otro nivel de gravedad, por que no se puede comparar de ninguna de las maneras, un suceso volvió a quitar vida en nuestra ciudad: un desalmado o desalmada asesinó a cerca de una decena de gatos utilizando veneno. ¿Cómo es posible que existan personas con tanta insensibilidad? No tienen corazón, no empatizan, se creen superiores y acaban con aquello que les «molesta» sin pensar en nada más. Lo único que demuestran es maldad. Una horrible maldad que sigue ahí.
Otra semana más marcada por la pérdida de vida en Almansa. La nueva normalidad sigue protagonizada por la muerte de los menos protegidos. Primero le ha tocado a un humilde currante. Días después a una decena de inocentes animales. Próximamente te puede tocar a ti, a mí. Rara vez les tocará a «los de arriba», porque a ellos les toca en la cama, a su tiempo y con la vida de su descendencia solucionada.