Miguel Díaz Sánchez, beato para los católicos y un hombre ejemplar para los obreros, fue sacerdote en Caudete. Su historia es enseñanza para poder comprender el horror que supuso la persecución religiosa durante la Guerra Civil española. Hoy rescatamos su biografía, en la que también intervienen ilustres personajes almanseños, dentro del escenario de la comarca.
Nacimiento de Miguel Díaz Sánchez e ingreso en el sacerdocio
El beato Miguel Díaz Sánchez nació en Caudete un 30 de julio de 1879. Aunque no hay muchos datos de su infancia, sí que conocemos que sus padres, Miguel y Trinidad, eran muy devotos y educaron a su hijo en los valores del evangelio. De esta forma, en base a su educación y aun siendo joven, decidió poner su vida al servicio del sacerdocio.
Siendo adolescente, ingresó en el Seminario de San Miguel de Orihuela. Sus compañeros y líderes siempre lo recordaron por su comportamiento ejemplar, piadoso, empático y amoroso.
El «cura obrero» de Elda
Salió del Seminario de San Miguel de Orihuela en 1903, habiendo cursado toda la carrera y ya como sacerdote. Su primer destino fue Caudete, sirviendo de ayudante. Más adelante se trasladó a Tabarca. Y fue en 1927 cuando se convirtió en el cura de Elda.
Fue en la ciudad valenciana de Elda donde Miguel Díaz llevó a cabo una labor social inolvidable para sus vecinos. Gracias a su trato empático, solidario y cercano, se ganó el cariño de gran parte de la población. Hay que destacar que fueron, principalmente, los obreros del municipio los que «lo veneraban». En Elda había un gran movimiento obrero, y este cura fue para ellos un gran amigo, a parte de un líder espiritual y un ferviente defensor de los derechos humanos.
Tan grande era el cariño que los obreros de Elda profesaban a Miguel Díaz que, cuando este fue trasladado a Caudete de nuevo, se reunieron más de 14.000 firmas para pedir al Prelado que lo mantuviera en la ciudad.
Comienzo del horror de la Guerra Civil para Miguel Díaz Sánchez
El Prelado no vio conveniente dejar a Díaz en Elda y lo devolvió a su ciudad natal, Caudete, donde fue bien recibido a pesar de que «nadie es profeta en su tierra».
El día 19 de marzo de 1936, los milicianos de Caudete, probablemente anarquistas, cerraron su iglesia. Miguel Díaz Sánchez conoce por primera vez el terror de la persecución religiosa y se ve obligado a comenzar a esconderse. El beato rescató de la iglesia todo lo que pudo, y vagó de hogar en hogar buscando auxilio.
Aprisionado, los milicianos de Elda van a su rescate
El 18 de julio, un día después de la sublevación militar, Díaz fue «juzgado» por el comité local de Caudete y recluido en la prisión que se impuso dentro del convento de los Padres Carmelitas. Estuvo un total de 22 días retenido sin ningún tipo de justificación, contra todos sus derechos.
Cuando los milicianos de Elda se enteraron de que camaradas anarquistas tenían al párroco encerrado en Caudete, varios de ellos se desplazaron hasta allí para intentar rescatarlo y llevarlo con ellos a tierra valenciana. Hasta esos extremos llegaba el aprecio que los obreros de Elda tenían para con Don Miguel.
«Prefiero morir a volver a esconderme»
El 9 de noviembre, al ver el comité local que unos milicianos vecinos aseguraban que Miguel Díaz no merecía la peor de las suertes, ordenaron sacarlo de la cárcel de los Carmelitas de Caudete con dirección Albacete, a la prisión. Pocas horas después de que iniciara su ruta el vehículo en el que iba el beato, el comité local, sumergido en una gran indecisión, mandó a un coche con varios milicianos para interceptarlo. Los milicianos cazaron al vehículo a la altura de Bonete, lugar donde pasaron la noche.
En esa madrugada, los anarquistas dejaron a Díaz en una posada para irse a cenar y beber. Los dueños del albergue, Manuel Calero y su esposa, advirtiendo la situación, animaron al beato a huir para salvar su vida. Según cuentan los compañeros de Amigos de la Historia Caudetana, Miguel Díaz les contestó: «Prefiero morir a tener que volver a ocultarme».
«Martirio» para católicos, «asesinato de un inocente» para todos
Cuando el alba rayaba el cielo, otro coche con milicianos llegó a la posada. Subieron al párroco en el vehículo y lo transportaron dirección Almansa.
Minutos después, cuando llegaron a la zona de la Venta la Vega, Don Miguel Díaz Sánchez fue ejecutado. Fue fusilado por milicianos anarquistas. Recibió varios disparos en pecho y cráneo. Su cadáver fue abandonado en una cuneta en la carretera de Almansa. Lo más terrible de todo esto, según la versión del historiador Joaquin Arrás, es que fueron sus propios paisanos y feligreses los que apretaron el gatillo.
Sobre las diez de la mañana, los dueños de la posada, sospechando del asesinato del beato, siguieron los pasos de la caravana para asegurarse de que siguiera vivo. Encontraron el cadáver y una ambulancia procedente de Almansa, en ella iba el doctor Manuel Manzanera acompañado del doctor Juan Cuesta Salamanca.
Manuel Manzanera escribió sobre la autopsia: «Este falleció a consecuencia de las heridas producidas por varios disparos de arma de fuego, cargadas unas con plomos y otras con bala, que interesaron (impactaron) las cavidades craneana y torácica y las vísceras en ellas contenidas, así como las extremidades torácicas, produciendo una abundante hemorragia. Que las lesiones eran mortales de necesidad, y la topografía de las lesiones demuestra que la agresión la recibió la víctima sobre el flanco derecho… siendo los disparos a boca de jarro…».
El mismo doctor, reflejó en su informe: «Dicho cuerpo de hombre es cadáver, habiendo sobrevenido la muerte por disparos de arma de fuego… Registradas las ropas del mismo se le encuentra una caja de hojalata con reliquias y simientes… un sobre dirigido a Miguel Díaz, calle de las Parras Caudete, con un Santo-Cristo… una estampa con la inscripción “De la salvación de España”…».
Beatificación de Miguel Díaz Sánchez
En la mañana del 28 de octubre de 2007, en la plaza de San Pedro en el Vaticano, Don Miguel Días Sánchez fue beatificado junto a otros 497 mártires de la Guerra Civil Española.
Así se cierra otro episodio que refleja la brutalidad del conflicto bélico que sacudió nuestro país. Miguel Díaz Sánchez fue un hombre bueno, solidario, defensor de los derechos humanos y de la justicia social. Un hombre más que fue asesinado por sus ideas, en este caso, por ser sacerdote.
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Fuentes consultadas: Amigos de la Historia Caudetana, Jorge López Teulón (de Religión en Libertad), historiador Joaquín Arrás.