La puerta trasera del Teatro Regio de Almansa ha sido tapiada con tablones de madera y, sobre ellos, alguien ha grafiteado en letras rojas de rabia «Anticristo Superstar». La prensa llevaba semanas castigando con este sobrenombre a la versión española de Jesucristo Superstar, que se estrenaría el 6 de noviembre de 1975 en el Teatro Alcalá Palace de Madrid, con Camilo Sesto como protagonista y mecenas del musical. Todo un atrevimiento en las últimas horas de la España franquista y moralmente conservadora.
Parece que hoy es ese día. Decenas de detractores protestan a las afueras del teatro para rezar, rosario en mano, por la salvación de las almas de los protagonistas y de los espectadores que acuden a ver a Camilo. En realidad, son almanseños y almanseñas ataviadas con trajes de chaqueta, faldas por debajo de la rodilla, crucifijos y pelos cardados por un equipo de peluquería profesional. El zumbido de un walkie–talkie despierta al transeúnte aletargado en un recuerdo setentero y le devuelve a la Almansa del siglo XXI.
Los trabajadores y trabajadoras de la productora Buendía, de riguroso negro y totalmente microfonados, se pasean por los alrededores del Regio dando directrices. Decenas de furgonetas entran y salen de la calle San Francisco para meter y sacar atrezo día sí, día también. El Auditorio de la Unión Musical vive un baño vintage: a los pantalones les han crecido las campanas, han vuelto los estampados, las camisas abiertas y las gafas de sol. «Me siento raro, pero nos reímos mucho al vernos con estas pintas», declara a este periódico uno de los más de 300 extras almanseños seleccionados para participar en la miniserie Camilo Superstar, que se estrenará en ATRESplayer PREMIUM.
Acaba de volver de su primera sesión de grabación. Le quedan otras seis; tres semanas de rodaje en total. «Nos meten en un camerino y, la verdad, nos sentimos como una estrella de cine. Hasta los pantalones que nos dan han sido confeccionados para nosotros a medida. La profesionalidad del equipo es brutal: el departamento de maquillaje, peluquería, costura…», enumera. Otro figurante apunta que «la productora tiene un vestuario grandísimo. Para los actores y actrices han seleccionado cuidadosamente sus vestimentas y los músicos van de negro. A mí me dieron un chaleco, ¡parezco casi un torero! Me encanta la estética, otros alucinan porque les han puesto patillas y bigotes postizos. También es muy gracioso ver cómo chicas jóvenes del pueblo llevan peinados tan setenteros».
Todos las fuentes consultadas coinciden en que «hay un gran ambiente durante las grabaciones entre la gente de Almansa» y que la pluralidad de las personas seleccionadas es «curiosa, cuanto menos». Muchos ya se conocían; otros no tanto. «Hay músicos de todos los ambientes del pueblo metidos aquí: desde alumnado del Conservatorio Profesional de Música y Danza, hasta integrantes de la banda de la Unión Musical, pasando por personas que reconoces de las salas de ensayo o del colectivo roquero almanseño, del KRAL. Es muy divertido juntar a gente con una formación musical tan diferente. Aflora mucho compañerismo».
Las conversaciones son cortas y pronto dejan paso a la concentración. «La tensión de escuchar “prevenidos”, la claqueta, el “¡acción!”… todo eso que ves en las películas es realmente así. La primera vez da un poco de yuyu. Del buen rollo y el bullicio se calla todo el mundo de golpe para actuar con la máxima profesionalidad. Llama mucho la atención ese segundo previo a la acción. Es una barbaridad», comenta uno de nuestras fuentes en el rodaje, quien resalta que lo que más le ha marcado ha sido poder «ver después de la filmación el increíble resultado en pantalla».
En cada uno de los escenarios del rodaje puede llegar a haber unos 40 técnicos de todo tipo, entre dirección, cámaras, iluminación o sonido más «lo que no se ve» a simple vista. «Hay muchísima gente trabajando. Cuando ves un producto audiovisual muchas veces no eres consciente de todo lo que hay detrás, de cuánta gente colabora como si fuera una sola máquina bien engrasada… es alucinante. El primer día estuvimos casi 12 horas rodando para lo que luego seguramente será como 1 minuto en pantalla».
De momento, detalla, les han captado tomas desde «más o menos lejos». Sin embargo, a lo largo de los días, «nos grabarán en camerinos o en el foso del teatro, con planos más de cerca» y está entusiasmado con poder «vivir esa experiencia». El Teatro Regio ha tenido que ser adecuado a la época reflejada en la serie y ha sido necesario eliminar parte del mobiliario, las sillas de acceso o las primeras filas del patio de butacas. Sin embargo, los figurantes advierten que «el auditorio de la Unión Musical sí tiene ya una estética acorde a la época y no ha necesitado casi remodelación».
Sobre los actores protagonistas, señalan que han procurado siempre no hablarles ni molestarles porque «están trabajando», aunque hay quien no ha perdido la oportunidad de acercárseles durante las comidas, cuando se mezclan elenco y figurantes. «Todos son muy majos y amables», dicen. De Alejandro Jato alaban su profesionalidad: «Está muy muy metido en el papel; muy concentrado. Es alucinante verle andar, es igualito a Camilo Sesto. Es que es él». También resaltan la naturalidad y cercanía de Adrián Lastra, así como de Natalia Reyes y del resto de protagonistas. «Hay muy buen rollo», exclama, al más puro estilo de los setenta.
Para finalizar, les preguntamos cuál creen que será el resultado final. La respuesta es clara: «La serie va a encantar a todo el mundo. La ambientación está muy muy bien hecha y será como asistir a un cachito de la historia de España».
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