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29/03/2024

El periódico digital de Almansa

«Las ciudades en la historia y en la era post-COVID» por Silvia Tomás

Ha hecho falta una pandemia mundial para darnos cuenta de que en las grandes ciudades ya no quedan espacios para socializar más allá de los bares y cafeterías, no hay paseos donde caminar sin ser víctimas del ruido y la contaminación de los coches, en definitiva sólo hay espacios para producir
Ciudades post-Covid por Silvia Tomás

¿Por qué la calle es así? Es probablemente una pregunta que pocas o casi ninguna vez nos planteamos. A menudo, tendemos a pensar que el espacio público es de valor absoluto, invariable, que es así y punto. Pero no, la construcción del espacio ha venido condicionada a lo largo de la historia por los múltiples cambios del sistema socio-económico internacional. En la actualidad, nos suenan palabros como gentrificación, turistificación, expulsiones… pero esto viene de muy lejos. Podríamos irnos a los principios del capitalismo pero en este caso nos detendremos en la segunda mitad del siglo XIX.

Breve vista al desarrollo de las urbes a lo largo de la historia

En la Francia de Napoleón III, este le encargó al arquitecto George-Eugène Haussman una remodelación de la ciudad de París para construir grandes avenidas que lejos de buscar una sensación de amplitud o luminosidad – como podrían justificarse las avenidas en la actualidad – esta reforma estaba motivada por el miedo a la repetición de las revoluciones obreras de 1848 que evocaban a la Comuna de París de años atrás. De esta forma, las nuevas avenidas dificultarían la creación de barricadas y la huida de los revolucionarios así como facilitarían la entrada de los vehículos militares y de las fuerzas de seguridad del momento. Tras el triunfo de esta reforma en la capital francesa, el modelo de Haussman se trasladó a todo el mundo, creando así el mapa cuadriculado de la ciudad de Barcelona, o las grandes avenidas de Nueva York.

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Ya en el siglo XX, probablemente el caso que más recordaremos es el de las hipotecas subprime. Anteriormente, los actores capitalistas aumentaban sus riquezas en función de las plusvalías y el trabajo en las fábricas, pero con la evolución hacía el capitalismo financiero, las grandes fortunas entendieron que esta forma no era única y suficiente y encontraron en el urbanismo un nuevo ámbito del cual podrían sacar gran rentabilidad económica. De esta forma, comenzó la construcción masiva que años más tarde entendimos como la burbuja inmobiliaria y la especulación. Pero ¿qué tiene que ver Haussman y las Subprime con la nueva normalidad?

¿Por qué se diseñaban así las ciudades?

Ambos procesos tenían un fin común, expulsar de las ciudades a las personas que eran “indeseables” para el sistema. En el caso de la Francia del siglo XIX eran los revolucionarios y ya en el siglo XX – y XXI – eran las personas obreras, migrantes… en resumen, las clases más empobrecidas y precarias que con el estallido de la burbuja inmobiliaria dejaban de proporcionar rentabilidad a la economía financiera. De ahí, el crecimiento de guetos en las periferias de las ciudades. Este proceso de entender las ciudades como productoras de capital económico ha llevado, también, a la desaparición de las zonas verdes así como de los espacios de reunión. Esto es algo que ya se vaticinaba con la haussmanización de las ciudades modernas y que con el nuevo urbanismo se ha terminado de asentar. Las ciudades han dejado de ser entendidas como espacios donde habitar para convertirse en espacio donde producir alejado del imaginario de ciudad sostenible basado en la creación de zonas verdes, el respeto al medio ambiente y el uso del espacio público por parte de la ciudadanía.

Las ciudades tras la era post-COVID

Ha sido ahora, tras una pandemia mundial, cuando la gran mayoría de la población se ha cuestionado esa pregunta que planteábamos al principio, ¿por qué las calles son así? Tras la situación del confinamiento y la entrada en las diferentes fases de la desescalada, muchas nos dimos cuenta de que podíamos salir de casa siempre que fuera a consumir, a movilizar el dinero, en definitiva a generar beneficios económicos para terceras personas, pero no podíamos pasear. Las ciudades se han visto carentes de espacios verdes donde respirar tras una etapa de duro aislamiento, privadas de espacios donde reunirse con las nuestras respetando las distancias y sin la necesidad de consumir. Ha hecho falta una pandemia mundial para darnos cuenta de que en las grandes ciudades ya no quedan espacios para socializar más allá de los bares y cafeterías, no hay paseos donde caminar sin ser víctimas del ruido y la contaminación de los coches, en definitiva sólo hay espacios para producir.

Almansa y su diseño de urbanístico tras la pandemia

Recuerdo pensar cuando comenzó la desescalada en el Jardín de los Reyes Católicos, el “Paseo Rojo” o el “Parque de la Vía”, espacios verdes y de reunión que todavía persisten en las pequeñas ciudades y pueblos que a día de hoy están en peligro de extinción en las grandes urbes, sustituidos por grandes proyectos arquitectónicos para atraer a turistas e inversores. Y es que, para acabar, esta nueva normalidad no sólo tiene que venir acompañada de saludos con el codo y mascarillas de colores para completar nuestro outfit, sino de nuevos modelos de construcción del espacio, basados en la participación ciudadana y en el respeto a las diferentes voces que habitan la ciudad; nuevos espacios que respeten el medio ambiente y que hagan de las ciudades espacios amables donde desarrollar vidas dignas y no centradas en la producción y el trabajo, atravesadas por la individualidad en lugar de por el espíritu de tejer redes. Hay que recuperar en las grandes metrópolis el espíritu de nuestros pueblos, el de las abuelas “tomando el fresco”, el de quedar a las cinco en el templete siendo niños porque existen espacios seguros para jugar, el de juntarse de adolescentes en los bancos de “la maqui” para pasar el rato, sin necesidad de consumir. He ahí el reto de la nueva normalidad, hacer de las ciudades dónde muchos y muchas almanseñas vivimos, un gran pueblo.

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