Un día, el hijo mayor del pedagogo almanseño Herminio Almendros, Néstor (en el centro de la fotografía), llamó a Antonio Gosálvez que, por aquel entonces, era quien dirigía el Instituto de Enseñanza Secundaria de Tomares, en Sevilla. «Me han dicho que vais a ponerle mi nombre a una escuela de allá… no será una broma, ¿verdad?», preguntó. El que fuera tres veces nominado al Oscar de Mejor Fotografía y una vez premiado con la codiciada estatuilla por Días de Cielo (1979) no esperaba que alguien en España se acordara de él.
Se extrañó, también, de que prefirieran bautizar al centro como IES Néstor Almendros, en vez de usar el nombre de algún personaje fallecido (en Sevilla tienen buena cantera). El docente contestó, según una conversación publicada en El País, que ponerle el de una persona viva sería mejor para el instituto, a lo que el cineasta espetó: «¡Esa es una idea muy manchega!». «¡Es que yo soy manchego!», admitió Gosálvez. «¡Y yo! Mi padre era de Almansa», celebró el primero. «¡Yo también soy de allí!», replicó el profesor.
Resultó, además, que el abuelo del docente había sido el sastre de Herminio Almendros. Emocionados por la feliz coincidencia, Antonio y Néstor mantuvieron amistad hasta que el director de fotografía murió donde lo han hecho multitud de grandes genios creativos: en la incandescente Nueva York.
¿Quién fue Néstor Almendros?
Aunque barcelonés de nacimiento y almanseño en parte
fue, para muchos, un artista cubano. Su padre estuvo ausente en su vida durante los primeros años, pues tuvo que embarcarse para La Habana terminada la Guerra Civil. Le cría su madre, María Cuyás, que fue maestra e inspectora de primera enseñanza durante la II República como su marido Herminio, hasta que sufre la cárcel y un traslado forzoso a Huelva, en 1944, como consecuencia del proceso de «depuración» franquista del profesorado.
El cineasta marcha con su padre en 1948, para evitar el servicio militar español. Tenía 17 años. Allí descubrió y amó el sol del Caribe. Tiempo después, lejos ya de Cuba, todos amaron como esculpía la luz: justificada, cotidiana y natural. Néstor Almendros le declaró la guerra a la iluminación artificial y a los focos de montaje. Los consideraba, según sus propias palabras, «un disparate de luces que acentúan todos los defectos».
Homosexual declarado, se dedicó a su oficio hasta que tuvo que enfrentarse a un nuevo exilio tras el triunfo del dictador Fulgencio Batista, por temor a la represión que pudiera sufrir por su orientación sexual. Entonces pegó el salto a las grandes producciones europeas.
Trabajó en Francia con los principales mentores de la nouvelle vague: François Truffaut y Eric Rohmer, entre otros. Allí, desarrolló una carrera brillante como director de fotografía. Rodó también en España, bajo la dirección de Luis Marquina (Tuset street, 1968) y Vicente Aranda (Cambio de sexo, 1976), pero siempre lamentó que en la España franquista no se le apreciara tanto como en el extranjero.
Vivió en Broadway, avenida de artistas y capital mundial de los teatros musicales. En la «tierra de las oportunidades» simultanea sus trabajos en el viejo continente con películas como Días del cielo, de Terrence Malick, por la que su fotografía obtuvo el máximo galardón de Hollywood en 1979. Se convirtió, así, en el primer español en ganar un Oscar. A partir de entonces colecciona tres nominaciones: una por Kramer contra Kramer (1979), de Robert Benton; otra por la taquillera The Blue Lagoon (1980) y la última por La decisión de Sophie (1982), de Alan J. Pakula.
Todas las estrellas querían trabajar con él
Iluminó rostros inmortales como el de Nicole Kidman, Meryl Streep, Dustin Hoffman o Sara Montiel. Para hacerlo usaba espejos, velas y lámparas portátiles pero, sobre todo, luz natural. Prefería que lo filmado fuera «interesante por sí mismo, antes que hacerlo artificialmente interesante».
Puede que fuera por eso por lo que todos intérpretes le adoraban. Esta predilección llegaba hasta el punto de que, en el mundillo hollywoodiense, se comentaba que no había mejor argumento para convencer a una estrella que comentarle, con muy poca sutileza, que en el proyecto que se le ofrecía el director de fotografía sería Almendros. Nadie se resistía.
Pero, ¿y él? ¿Qué rostros le resultaron los más bellos de capturar, en el momento preciso en que la luz se posaba sobre ellos? «No puedo citar uno solo», contestó, en una entrevista realizada por Juan José Navarro Arisa para El País, en 1991, un año antes de su muerte. Accedió a nombrar seis; tres mujeres y tres hombres: «Meryl Streep, Isabelle Adjani y Catherine Deneuve, muy distintas y muy bellas las tres, muy mágicas para la cámara; y Dustin Hoffman, un rostro inolvidable, o Jack Nicholson, un tipo estupendo y, por supuesto, Gérard Dépardieu, un actor gigantesco».
Néstor Almendros falleció a los 61 años víctima del sida, el primer miércoles del mes marzo de 1992, en Nueva York. Trabajó hasta casi el último momento de su vida. Su enfermedad se agravó durante el rodaje de su último filme, Billy Bathgate (1991). Poco antes de morir, decidió donar a la Filmoteca Española la claqueta de Días del Cielo y, de hecho, incluyó a la entidad en su testamento. También regaló el guión inédito de El Abencerraje al IES Néstor Almendros. El texto, depositado en la Filmoteca andaluza, todavía espera que alguien se arriesgue a convertirlo en película.
2 respuestas
Le tenemos que hacer un Museo en Almansa, de sus fotografías.
Tuvo que escapar de Cuba por Fidel Castro,no por baptista.a ver si nos informamos un poco para hablar,y si no miras su documental,conducta impropia….el escapó de Cuba,en el 1962…de aquella gobernaba en Cuba baptista o Castro????