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27/04/2024

El periódico digital de Almansa

«Víctor Jara vive y vivirá por siempre», por Víctor Gil

Con el corazón quebrantado pero con el alma llena de esperanza escribo estas líneas en homenaje al que considero un artista que ilumina con fuego de puro amor en los tiempos de oscuridad
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Humilde homenaje a Víctor Jara desde Almansa. Los que me conocen saben que soy un auténtico y empedernido melómano. Considero que la música es una fuerza transformadora, el arte más invasivo de todos, sí, pero también el que es capaz de mover al humano a decidir su destino. Con la música nos elevamos, adoramos, nos declaramos, bailamos, sentimos y también lloramos.

La música es inmortal

Siempre que uno de mis artistas favoritos muere, me cuesta de veras volver a escuchar su música. Deben pasar meses para que pueda volver a disfrutar de su arte sin destrozarme por dentro. Recuerdo con cariño cuando en mi primer año de carrera, estando solo en una habitación alquilada de Madrid me desperté con la noticia de que mi querido Paco de Lucía se había ido. Lloré mucho, me aislé de los medios de comunicación para no ver homenajes, ni imágenes de su entierro. No quise aceptar que el gran maestro se fue para siempre. Pero con el tiempo y el paso de los meses volví a sus seis cuerdas y desde entonces (como fue siempre) no pasa una semana sin escucharle.

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La muerte es inevitable. Pero a pesar de la tristeza que me genera, he aprendido que cuando llega la hora a un artista (o a cualquier persona) no podemos hacer nada para evitarlo. Pero hay otros casos, cargados de amargura, injusticia y dolor, en los que sí que se pudo evitar la tragedia.

Víctor Jara, fuego de puro amor

Hoy, día 16 de septiembre de 2023, hace 50 años del vil asesinato de Víctor Jara a manos de los golpistas de Pinochet en Chile, que fueron potenciados, amparados y acompañados por los servicios de la CIA de Estados Unidos. Hablamos de uno de los crímenes más horribles y deleznables que han sucedido en la historia contemporánea de toda latinoamérica.

Víctor era una persona íntegramente buena. Sus convicciones y sus ideales pasaban por la defensa de los derechos humanos, de la victoria de los oprimidos y del amor incondicional por la vida. Sus letras iluminaron e iluminan el camino hacia un mundo mejor.

Creció en el seno de una familia campesina, con el esfuerzo de sus padres pudo acudir unos años a la escuela hasta que con 15 su madre falleció. En ese momento comenzó a trabajar en una fábrica de muebles y en un momento de crisis emocional comenzó un seminario para ejercer el sacerdocio. El mismo reconoció que lo hizo por buscar «un amor diferente y más profundo que quizá compensaría la ausencia de amor humano». Cuando se dio cuenta que el canto gregoriano no era lo suyo, hizo el servicio militar y al acabarlo comenzó su auténtica explosión artística.

Ingresó en el coro de la Universidad de Chile, comenzó estudios de folklore, participó en grandes obras musicales, dirigió obras de teatro… Todo esto sin llegar a cumplir 27. Fue dos años después en 1961 que compuso su primera canción: Paloma quiero contarte. En 1966 grabó su primer EP, titulado como su nombre y apellido.

Su carrera académica le llevó a ejercer el cargo de director en la Academia de Folclore de la Casa de la Cultura de Ñuñoa hasta 1968, ganó el Primer Premio de la Nueva Canción Chilena con «Plegaria para un labrador», todo esto sin dejar a un lado su conciencia social: acudió a un acto internacional en Helsinki contra la Guerra de Vietnam.

Cuando Salvador Allende llegó al poder en lo que se preveía como el amanecer de Chile, la apertura de las grandes alamedas, Jara fue nombrado como embajador cultural del país. En esa época compuso la obra inmoral «El derecho de vivir en paz», que a día de hoy sigue siendo un grito desgarrador de libertad y amor al prójimo. Fue compositor musical de la televisión Nacional de Chile y organizó y dirigió el acto homenaje para Pablo Neruda el día de entrega de su premio Nobel. Hizo campaña por Unidad Popular en varios mítines y luchó ideológicamente contra la guerra y el fascismo de la mano de Neruda.

El quebrantador final de Víctor

El oscuro, doloroso y trágico golpe de estado del 11 de septiembre del 1973 le pilló por sorpresa y acudió al único sitio donde sabía que podía encontrar resistencia por la libertad: la universidad. Allí fue secuestrado y llevado junto a otros muchos al espectral Estadio Nacional de Chile, lugar que se convirtió en un macabro campo de concentración y torturas, donde los sublevados cometieron crímenes de guerra de los que ni ellos se pudieron recuperar por la enorme violencia que causaron.

Allí Víctor Jara fue sometido a torturas desgarradoras: lo apalizaron, lo pusieron en el paredón con los ojos vendados mientras disparaban a la pared, los dedos con los que tocaba su guitarra con tanta delicadeza y amor fueron aplastados a base de culatazos de fusiles, lo dejaron cuatro días sin alimentos y cuando no podía más, una oficial le pegó un tiro en la cabeza y el resto de demonios le metieron 44 balas por todo su cuerpo.

No fue hasta 1990 que el estado de Chile reconoció su asesinato. Hasta 2009 no se encontró al primer y único culpable confeso, el cual tenía 18 años cuando se cometió el crimen. En 2018 la justicia falló contra otros 8 militares y el ex-oficial. La sentencia que fue ratificada por el Supremo el pasado agosto de 2023 vino acompañada del suicidio de uno de los responsables, que se quitó la vida justo antes de que la policía acudiera a su casa para llevarlo a cárcel.

Durante toda este entramado judicial, en 2009 su cuerpo fue exhumado para realizar autopsias. A diferencia de su entierro clandestino de 1973, en este año 2009 más de 12.000 personas acompañaron la pompa fúnebre hasta que besó tierra. Ese día, una vez más, Jara levantó un grito que retumbó por todo el país: «Verdad y justicia para el artista y para todos los detenidos, desaparecidos y ejecutados políticos de Chile».

Víctor Jara vivirá por siempre

Hoy, un chico de Almansa, Albacete, sigue hablando con orgullo de Víctor Jara, de su ejemplo histórico e internacional, de su altura como persona. Cuando escucho a Víctor, y más en una fecha como hoy, lloro, y lloro mucho. Sus letras me quebrantan en un sentimiento más duro que la propia muerte: la injusticia, la tiranía, el odio, el olvido…

Jara suena a Miguel Hernández, a Federico García Lorca, a las 13 Rosas, a José Hernández de la Asunción, a un silencio de muertos que grita: «¡Libertad!».

De carácter internacionalista, se fijó en las personas por el color de sus ojos y no por el de su piel, poniendo en el foco los crímenes y fechorías que se cometían en diversas partes del mundo. Todo el mundo lo considera como el referente de la canción protesta en castellano, pero Víctor nunca se reflejó en ese término. Yo creo que porque sus canciones eran puras, sinceras, cargas de empatía: condiciones de buena persona, no solo del que protesta.

Con el corazón quebrantado pero con el alma llena de esperanza escribo estas líneas en homenaje al que considero un artista que ilumina con fuego de puro amor en los tiempos de oscuridad.

«Mi canto es un canto libre que se quiere regalar, a quien le estrecha su mano a quien quiera disparar», Víctor Jara. 

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