Uno de los legados más importantes de los intelectuales de nuestro país fue el que dejó Miguel de Molina, conocido como el «faraón de la copla». Ya no solo por su recorrido artístico como intérprete, sino también por la fuerza que desprendía su forma de ser y por alentar la reivindicación de las generaciones venideras. El coplero, que popularizó canciones como Ojos verdes, La bien pagá o El día que nací yo, actuó durante la Guerra Civil en Almansa, en 1938. En aquellos tiempos, Miguel de Molina, que ya era una estrella en España, se entregó a la labor de animar con sus espectáculos a las tropas republicanas. Esto, unido a su homosexualidad, le costaría muy caro con la llegada de la dictadura franquista.Según las investigaciones de la Doctora en Filología Emilia Cortés Ibáñez en El teatro en Almansa desde 1939, en la noche del 24 de octubre, a las 10:30 horas de la noche, tuvo lugar el Festival pro Campaña de Invierno, en el Teatro Largo Caballero, antiguo nombre del Teatro Regio. La escritora detalla que, por aquel entones, el recinto había perdido su «regio nombre» cuando fue requisado para fines de guerra por el Comité Municipal de Espectáculos (bando republicano).El festival de invierno estuvo organizado por los Organismos Militares de Almansa. En él se desarrollaron actuaciones de artistas de todo tipo, entre ellos, Miguel de Molina. El programa también contemplaba la actuación de la Orquesta del cuerpo del tren del Ejército, bajo la dirección de José Chova; de Paquita Quintero (
que compartió escena con Lola Flores o Carmen Sevilla y, con tan sólo 21 años, estuvo a punto de llevarse el premio a mejor actriz en el Festival de Cannes de 1950 por su papel en Debla, la virgen gitana) o José María Gómez (el manchego del bien decir).
En aquella época, las funciones que se llevaban a cabo en el teatro tenían un carácter político, de parte tanto de participantes (Orquestina de la Casa del Ejército Popular, miembros de la Comisión de Cultura y propaganda o Grupo de Arte de la Casa del Ejército Popular de Albacete) como promotores (Sindicato Musical FEIEP y UGT Barcelona, Consejo Provincial de las Juventudes de Izquierda Republicana o el Altavoz del Frente). Pero también por parte de los beneficiados de las funciones: Hospitales de Sangre, Misiones Obreras, el Glorioso Ejército Popular o el Socorro Rojo Internacional.
El alcalde de Almansa, José Hernández de la Asunción, último primer edil republicano, tuvo la oportunidad de pronunciar unas palabras para el acto, con las que agradeció la cultura puesta en liza en el escenario aquella noche y la acogida del público que llenaba la sala «por su cooperación a tan humanitario fin».
Miguel de Molina, que había descubierto su gran admiración por la copla al presenciar un espectáculo organizado por Manuel de Falla y Federico García Lorca (a quien conocerá personalmente más adelante), formó parte esencial no sólo de este evento, sino de la cultura española. Su imagen elegante y grácil, sus tacones (que diseñaba él mismo), su clavel en la oreja, sus chaquetillas ajustadas y su libertad revolucionaron la escena del arte. Jamás ocultó su orientación sexual (cantaba coplas en masculino), algo que marcaría su enorme personalidad y que, años después, le convertiría en un símbolo del movimiento LGTBI.
Con la instauración de la dictadura de Franco, el artista es represaliado por su ideología y su identidad sexual. En 1939, pocos meses después de su actuación en Almansa, Miguel de Molina es secuestrado del teatro Pavón de Madrid y brutalmente apaleado mientras le gritan «esto por rojo y maricón», según sus biógrafos.
Además, si antes cobraba un montante de 5.000 pesetas por actuación (aunque en ocasiones lo hacía gratuitamente en beneficio de organizaciones como el Socorro Rojo), en tiempos posteriores a la guerra sufrió una grave extorsión debido a su pasado republicano, disminuyendo sus cobros hasta las 500 pesetas por bolo. En estas circunstancias, se vio obligado a huir a Buenos Aires.
En el exilio, Miguel de Molina llegó a una Argentina en la que fue muy querido y reconocido, y hoy en día sus restos descansan allí. La copla le llevó a codearse con figuras imprescindibles de nuestra cultura como Antonio Molina y Juanito Valderrama. La película Las cosas del querer intentó aportar cercanía a la historia de este gran artista. Su vida, llena de éxitos y dolores en partes quizá desproporcionadas, nos aporta hoy una visión de lo que fue vivir aquella época y de mostrarse fiel a uno mismo, pesara a quien pesara. Es un orgullo y una inspiración para todo individuo o colectivo, y será recordado como alguien que nunca se dejó avasallar.
Por Berna Ortuño y Laura C. Liébana, gracias a la investigación de Emilia Cortés Ibáñez.
2 respuestas
Lei el articulo de Miguel de Molina. Persona muy querida en Argentina, mis padres lo fueron a ver y escuchar en el teatro Avenida de Buenos Aires.
La pelicula “son las cosas del querer” recrea las canciones que cantaban mis padres. En las emisiones de radio de aquel tiempo, habia permanentemente musica española, y en mi casa estaba encendida todo el dia.
Exetente comentario de un grande, Miguel de Molina.
Precioso artículo, Berna. Me alegra saber de ti, y más sobre un icono de la libertad afectiva y del compromiso ideológico.