La despoblación es un fenómeno que se agravó en nuestro país a partir de los años 60 y 70 del siglo pasado con el éxodo rural. Las familias abandonaban el campo en busca de trabajo en las incipientes urbes industriales. Esta despoblación provocó la pérdida de habitantes en localidades rurales en beneficio de las capitales provinciales y de núcleos industriales.
Almansa frente al fenómeno de la despoblación
Almansa no fue ajena a este proceso. La naciente industrialización, motivada por la construcción del ferrocarril y la explosión de la industria del calzado, causó que la población pasase de 11.180 habitantes en 1900 a 25.654 en 2010. Esto se tradujo en que en poco más de un siglo la población almanseña se multiplicase por 2,3. Casualmente, la década que la población más aumentó fue la correspondiente a los años 1970-1980 con un incremento de 3366 vecinos, pasando de 15.990 habitantes en 1970 a 20.331 en 1980. En los años sucesivos, la población siguió creciendo debido a la bonanza económica que vivía el país llegando a su máximo histórico en 2009 con 25.727 habitantes.
Sin embargo, desde la fuerte crisis económica de 2008, España está sufriendo una segunda ola de despoblación. Esta ya no afecta solamente a los pequeños pueblos sino también a pequeñas capitales de provincia y de comarca. La población emigra en busca de mejores condiciones de vida a las grandes urbes del país. Si la despoblación primero afectó a las zonas rurales, ahora es el turno de las ciudades medias y pequeñas, antiguos centros comarcales generadores de servicios.
Nuestra ciudad es buen ejemplo de ello. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), la población de Almansa para el año 2019 era de 24.419 habitantes. Por lo tanto, en una década (2009-2019) nuestra tierra querida perdió más de 1300 habitantes (un 5.08 % de la población total). Las expectativas a largo plazo no son nada halagüeñas. La falta de empleo y la baja tasa de crecimiento natural parecen indicar que la población almanseña irá disminuyendo mientras las grandes ciudades seguirán creciendo saturadas de contaminación, estrés y alto precio de la vivienda.
Las capitales de comarca tras la pandemia del COVID-19
¿Cómo podemos construir un futuro sostenible? No todo está perdido: muchos jóvenes regresan a sus lugares de origen con ideas para revitalizarlo. Además, la actual crisis del COVID-19, que ha sido más acusada en las provincias más pobladas, ha puesto el concepto de «gran ciudad» en entredicho. Esta situación excepcional ha motivado que muchos españoles huyesen a una segunda residencia o pensasen en vivir en una casa más grande, sin ruido, sin problemas de movilidad ni aparcamiento y que al abrir la ventana no se encontrasen un muro de cemento. Es aquí donde entra en juego el desarrollo tecnológico que está provocando una nueva forma de trabajar. El teletrabajo comienza a asentarse con fuerza en los pueblos y pequeñas ciudades debido al bajo precio de la vivienda y a una mayor calidad de vida. Es en este momento donde las instituciones públicas deben apostar por potenciar las cabeceras de comarca como creadoras de servicios básicos a su entorno y poder generar unas sinergias económicas y sociales que frenen la despoblación en el medio rural.