Cuando me encuentro con ella, lo primero que hago es preguntarle por la salud. Responde que está bien, dentro de lo que cabe y en los tiempos que corren. Enseguida salta diciéndome que para ella la pintura es una terapia que le hace muy feliz. Su acogedora casa está llena de cuadros, y eso que ha vendido mucha obra, a sus muchos amigos y amigas, dentro de los cuales se encuentra la Asociación de Pintores de Almansa ‘Sergio Sarrión’, con quien María Luisa Morales expone su obra.
Nacida un 14 de enero, actualmente tiene 81 años. Me enseña su habitación de trabajo. Tiene casi terminado un cuadro pequeño con una imagen del Castillo de Almansa, copia de una fotografía de Pedro Fito tomada desde la carretera de circunvalación a la altura más o menos de los campos de fútbol (en la imagen principal).
Me llaman la atención de sus numerosos cuadros, las naranjas con los manises blancos (segundo cuadro ganador de un concurso del Corte Inglés de Albacete) y el mar, en el cual encuentro muy logrado ese color azul, tan agradable. A María Luisa lo que más le gusta es el óleo y sus flores y bodegones, aunque dice que los paisajes también le quedan bien.
María Luisa ha sido afortunada en su vida, pienso
Estudio hasta los 16 años con Don José Conde García, del que también fue alumno su padre Melanio Morales, pintor y decorador. En esta segunda etapa del entrañable y humano profesor, Mª Luisa ya despuntaba como dibujante y ya le asignaban como instructora de alumnos más pequeños.
Una infancia en la que de la mano de Don José Conde hacían excursiones al campo, y bueno, ya sabemos lo que este profesor fue para Almansa, un exponente de dedicación a su trabajo e innovación. Tenía la escuela en la calle El Campo, junto a la Capillica, se acuerda Mª Luisa de la mujer del maestro, Elisa y también de la hija, Manolita.
Después de la etapa de infancia y juventud, pasó a trabajar en Sancho Abarca, dibujando zapatos en la sección de patrones con Miguel López, Pepe Gil, Pascual Fortes, Antonio y Juan Lucero, donde fue también muy bien acogida.
Se casó, tuvo sus hijos, y tuvo la oportunidad entonces durante otros ocho o nueve años, sobre 1968 de trabajar como monitora de Pintura en Casa de Cultura. Añadir que en 1987 pintó además un manto para la Virgen de Belén de la mano de Comparsa Corsarios. Anecdóticamente cuenta que, dando clases de pintura en los jubilados, se llevaba cada día a una alumna, a que pintara una hoja del manto, encontrándose así la alumna muy satisfecha y alegre de haber participado en el manto de la Virgen de Belén.
Muy exigente con sus pinturas
Pinta muy fino y solo más grueso para ya al final para resaltar algo. Fue a clase con Carlos Rodríguez que le ayudó a perfeccionar sus óleos y le aconsejó que fuera exigente y repitiera aunque fueran las gotas de agua, las veces que hiciera falta. Según ella, es muy estimada como pintora por mucha gente. En el comedor de su casa, tiene los cuadros que llegó a pintar su padre y un Castillo de Almansa de Adolfo Sánchez.
Resumiendo una mujer que veo fuerte, pero sutil, como demuestran sus pinturas. La vida le habrá dado como a todos, de todo, pero ella en su afán de ser feliz, pintó y pinta sin cesar, con dos o tres trabajos a la vez. Lo próximo, amapolas y cielos, sacadas de una fotografía de Toni Real, que dice transmiten paz, para una médica conocida de una amiga suya. Me ha comentado también que quiere saber cuándo saldrá este artículo, para que lo vean unas primas de Valencia. Muy amigable, con facilidad de expresión, extrovertida, pero con un punto de reflexión y agradecimiento por lo bien que parece le ha tratado la vida.
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